Cartagena, siempre Cartagena
En la tierra de la música resulta que no hubo banda oficial en la plaza. Menos mal que los festeros de los Moros y Cristianos de las poblaciones cercanas de Torrent y Aldaia, habituales ya en esta corrida de rejones, trajeron la suya. Por cierto, alguno de los pasodobles que interpretaron sonaron mejor que los que días anteriores tocaron las bandas oficiales. ¡Qué cosas!
Andy Cartagena firmó, posiblemente, su mejor actuación en Valencia. Ni un fallo. De principio a fin, toda una demostración. Distinguido primero; dominador después; y finalmente, espectacular. Y siempre tan torero como certero. Tuvo cuatro cómplices para todo ello. Primero con Françoise de salida; luego con Manili en banderillas; después con Quito, también en banderillas, y, finalmente, con Brasil, con las cortas. Actuación en continuo crecimiento. Y contundente. En banderillas, con el cite de punta a punta de la plaza, no le importó que el toro anduviera aquerenciado en tablas. Montando a Quito se metió en terrenos inverosímiles. Y sobre Brasil, dos de las cortas, al violín, coronaron una obra perfecta.
Bohórquez / Seis rejoneadores
Seis toros de Fermín Bohórquez, bien presentados, colaboradores y nobles. El 5º acabó parado. Leonardo Hernández: un rejón (oreja). Luis Dómecq: un rejón (vuelta). Rui Fernández: dos rejones y dos descabellos (vuelta). Andy Cartagena: un rejón, trasero (dos orejas). Sergio Galán: un rejón, trasero, cuatro descabellos (saludos). Diego Ventura: dos rejones (una oreja). Plaza de Valencia, 27 de julio. Novena y última de feria. Tres cuartos de entrada.
La primera parte de esta corrida tuvo un protagonista principal, el portugués Rui Fernandes. Una actuación prodigiosa, echada por la borda a la hora de matar. Una pena porque el triunfo era tan justo como sonado. Primero con Ladrón, para parar los pies a un toro con velocidad y poner en todo lo alto dos farpas al quiebro, seguro y ajustado. Dentro de una mezcla explosiva de pureza y modernismo, en banderillas hizo vibrar a la gente. En este tercio, montando a Oráculo, clavó al quiebro dejando llegar mucho al toro. El remate a tan rotunda actuación fueron las rosas que clavó a lomos de Oeste. Con un triunfo legítimo en las manos, se escaparon las orejas por fallar con los rejones de muerte. Cosas que pasan.
Lo de Sergio Galán fue el toreo ortodoxo a caballo y con escasas licencias fáciles. Ante un toro viejo, con seis años cumplidos y que acabó parado, templó de salida con Pamplona. Banderilleó sobre Montoliu. Y a tal nombre, tal honor: dos quiebros de gran pureza en la misma cara del toro. El toreo a caballo lo expresó de nuevo montando a Peco, y con Caprichoso, en un par a dos manos y las inevitables rosas. Todo sin salirse de los cauces de la pureza. Pero al igual que el lusitano, el descabello se llevó el premio.
Sobrio, serio y también con pocas concesiones, Leonardo Hernández, que firmó en primer lugar una actuación impecable, estuvo tercero en los rejones de castigo con Québec, y arriesgó con Lorca y Quieto en banderillas a una mano, mientras que montando a Macareno las puso con las dos. De menos a más, la actuación de Diego Ventura, que alcanzó nivel en banderillas, montando sobre Bambi y con Té. El menos lucido de los seis fue Luis Dómecq, que mantuvo un tono discreto durante toda su actuación, mejoró con las banderillas cortas montando a Lince, un caballo de origen ruso.
Babelia
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