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Reportaje:

La nueva vida de Gonzalo

Un hombre operado de obesidad mórbida pierde 80 kilos en 10 meses

Gonzalo Díaz Navarro cumplió 45 años el pasado 24 de julio y lo celebró con 80 kilos menos y una mariscada a la mesa. Este tendero de Vallecas, que mide 1,65, pesaba hace diez meses 209 kilos y apenas podía moverse. Hoy, gracias a una operación de reducción de estómago, Gonzalo pesa 129 kilos y puede hacer una vida más o menos normal. Su problema se llama obesidad mórbida, una enfermedad que padece un 5% de los españoles, y su caso trascendió el año pasado a los medios de comunicación porque el hospital Gregorio Marañón, donde fue operado, no tenía ninguna cama de operaciones que soportara su peso. Al final, el centro hospitalario compró la cama y Gonzalo fue operado el pasado 30 de septiembre.

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"Después de la operación sólo comía al día un caldo y una manzana asada, luego los médicos empezaron a permitirme otras cosas en el régimen, como carne picada", explica Gonzalo mientras enseña la cicatriz enorme que le recorre el estómago de arriba abajo. Y, aunque este hombre ha ido bajando peso mes a mes, su cabeza no se puede olvidar del todo de la comida. "Te operan del estómago, pero no de aquí", dice señalándose a la cabeza.

Aun así, Gonzalo tiene claro que tiene que ser constante: "Ahora me ha dado por comer ensalada, a la que le echo unas barritas de cangrejo", ilustra mientras Pili, su mujer, asiente. "Yo le regaño mucho, le digo: 'deja eso, cuidado, no comas más...'. Él tiene hambre, y claro, lo pasa mal", cuenta la mujer. Y es que, según Gonzalo, su problema empezó cuando se metió a trabajar en la tienda de alimentación que regenta en Vallecas. "Antes me comía todo lo que sobraba en la tienda, he llegado a comerme un melón diario. Y ahora, los domingos traigo porras y ahí se quedan, ni las toco", asegura. Ahora echa de menos los helados.

Antes de operarse, Gonzalo necesitaba la ayuda de su mujer para vestirse o para atarse los cordones. La ropa se la hacían a medida y siempre iba en zapatillas porque ni le cabían los zapatos. Los propios vecinos le ayudaban a colocar la mercancía. El verano pasado, fue cinco días a la playa. "Sólo bajé un día y fue un desastre. Me hundía en la arena y entre cuatro tuvieron que ayudarme a levantarme de una hamaca", recuerda. Gonzalo también lo pasaba mal por la calle y más de una vez tuvo que escuchar frases como "mira, el gordo ese". "Era demasiado, todo el mundo me miraba", recuerda.

Ahora, este hombre disfruta con su mujer de cosas tan sencillas como sentarse en una terraza. "También me puedo subir a la banqueta y alcanzar las cosas de los estantes de la tienda", explica. Desde la experiencia, Gonzalo da un consejo: "Quien pese, por ejemplo, 130 kilos, que no se abandone, porque la operación es muy complicada y conlleva muchos riesgos". En su mente, la imagen de un chaval de 34 años que con 190 kilos fue operado dos días después que él y murió tras la intervención.

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