Manzanares marca la calidad
La corrida empezó con un aire de generosidad contagiosa en los tendidos. Todo lo del primer toro parecía bueno, bonito y barato. Y no era tan bueno, ni tan bonito y, desde luego, en lo único que parecía haber coincidencia era en lo barato. Bajo y gordo, bien hecho, pero con feos detalles de comportamiento -escarbó en varas y se dolió en banderillas- ese primero de la tarde fue noble y suave. Un dulce que aprovechó Barrera, aunque sólo a medias. Digo a medias, porque si bien se acopló con la derecha no ocurrió lo mismo por el otro lado. Lo llevó bien templado por el pitón que entendió, con muletazos de buena nota. Distinto fue cuando se echó la muleta a la zurda, pues fue entonces cuando llegaron los enganchones. El generoso talante del público sólo entendió, o quiso entender, la parte positiva de la faena. Y obvió la otra. Hasta le pidieron con fuerza la segunda oreja.
Ruiz, Casillón / Barrera, Juli, Manzanares
Cinco toros de Daniel Ruiz y uno, el 3º, de El Casillón. Conjunto de escasa presentación; nobles, sosos y con ciertas dosis de mansedumbre el 2º de los titulares y muy manso el sobrero. Vicente Barrera: entera desprendida perdiendo la muleta (oreja); pinchazo, entera y dos descabellos (vuelta con algunas protestas). El Juli: pinchazo y dos descabellos (saludos con división); entera trasera (dos orejas). José María Manzanares: estocada y dos descabellos (silencio); estocada perdiendo la muleta (dos orejas). Plaza de Valencia, 26 de julio. 8ª de feria. Tres cuartos de entrada.
Al segundo de la tarde, tanta euforia empezó a pincharse. Bien armado ese toro fue manso declarado en el primer tercio. Y distraído. Condición esta última que no perdió en banderillas, en un tercio muy trabajado por El Juli, que clavó con habilidad. Toro manso que, aún con su punto de violencia, fue y vino a la muleta sin mayores problemas. El Juli pareció contagiarse de la faena de Barrera al anterior, pues también le cogió el aire al toro por el lado derecho mientras que por el izquierdo aquello se perdía sin interés alguno. Además, en toda esa faena apareció un Juli ligero, con poco reposo.
Al tercer toro, la corrida tocaba fondo. Primero porque saltó un impresentable toro, muy pobre de cara, y que nadie veía los 574 kilos que anunciaba la tablilla. En principio fue protestado por falta de imagen y, luego, por inválido. Volvió a los corrales. El sobrero, de El Casillón, empeoró el ambiente. También de escaso trapío, se aculó a las tablas nada más salir. No hubo forma de sacarlo de esa zona reservada sólo para los mansos. De su propia sombra huía ese toro, con el que Manzanares no pudo dar ni un muletazo. El cuarto de la tarde no mejoró en trapío, pero fue tan noble que hasta pecó de soso. En este caso, Barrera encontró pronto la distancia y el ritmo del toro. Aunque bien planteada, con momentos de toreo muy templado, a esa labor le faltó la emoción que negaba el toro al conjunto. Quizá por eso, la faena se quedó en correcta. De quinto salió un torillo, más novillo que toro, desde luego. Centrado en una primera serie con la izquierda, la faena de El Juli, muy voceada, acabó siendo un trabajo superficial y populista. El Juli entendió bien a ese torillo y a la gente. No se complicó en mayores purezas ante un buen toro, que no pasó de torillo.
De más apariencia de los lidiados fue el sexto, que muy discreto en varas tuvo fijeza y son en la muleta. La calidad de la tarde la puso Manzanares en ese toro. Pisando en torero y con mucha plaza, hubo detalles de gran toreo. Un conato de sensatez: cuando fue izado a hombros el ganadero junto a El Juli y Manzanares, se escucharon protestas.
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