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Reportaje:

Un cocodrilo en la maleta

La Agencia Tributaria requisó 350 animales vivos en las aduanas en 2002

Carmen Morán Breña

¿Puede padecer un cocodrilo el síndrome de la clase turista? Si vuela desde África hasta Barajas escondido en un ovillo de calcetines entre la ropa de la maleta, sí. Eso ha ocurrido, no que le diera el síndrome al cocodrilo, pero sí que pillaron a su dueño y tuvo que vérselas con los funcionarios de aduana.

Algunas personas traen de los destinos turísticos animales exóticos, vivos o convertidos en bolso, y muchos objetos cuyo comercio internacionl está prohibido. La Agencia Tributaria, que es la encargada de vigilar este tráfico ilegal, se incautó el año pasado de más de 350 animales de especies protegidas en las aduanas españolas. Escondidos entre el equipaje o sin los permisos pertinentes había panteras, monos, cachorros de león, serpientes, tortugas, cocodrilos. Todos ellos reanudan su vida en los zoológicos. O aparecen en algún pantano para pasmo de los bañistas.

Escondidos en el equipaje o sin permisos aparecieron panteras, monos, cachorros de león...

Es más frecuente, sin embargo, que el animal en cuestión muera en su país para capricho de coleccionistas y turistas de espantoso gusto que tienen la penalizada costumbre de comprar como recuerdo un paragüero de pata de elefante, un caimán puesto en pie que sujeta un cenicero, un bolso con su cabeza de cocodrilo y sus patitas, alfombras de piel de lobo, lámparas de caparazón de tortuga o simples cráneos de especies exóticas.

En los almacenes que custodia la Agencia Tributaria hay 10.000 kilos de marfil y 15.000 de coral. Muchos de estos productos, manufacturados o no, simplemente se destruirán. Otros se han desempolvado para la exposición permanente instalada en el aeropuerto de Madrid. Servirán para recordar a los viajeros que hay souvenirs que podrán comprarse, pero nunca llegarán a casa. Y que, por más que los oculten en dobles fondos de maleta, por más que el mono comparta el sótano de la jaula del perro, que la serpiente vuele cómoda en un tubo de guardar lienzos o el elefantito de marfil duerma en la panza de una vulgar escultura de madera, si los expertos de aduanas les echan el ojo, el turista puede ir a la cárcel o acabar con una multa recuerdo de África, Asia o América. No siempre hay mala intención por parte de los viajeros. A veces no saben que las pulseras de pelo de elefante no pueden entrar en la UE. Otros sí que lo saben; si no, que le pregunten a aquel al que pillaron con las postales de marfil labrado pegadas al cuerpo como sellos. Un servicio de expertos se encarga de comprobar la autenticidad de los objetos, porque los trucos para camuflarlos son muchos.

Salir del aeropuerto sin que suenen las alarmas no es garantía de que el peligro haya pasado. La Policía Municipal se ha incautado de productos importados ilegalmente que se vendían en tiendas y que pueden verse en la exposición de la Terminal 1 de Barajas. Por ejemplo, medicinas hechas a base de hueso de leopardo, pequeños fetiches de animales despedazados para curas imposibles o prácticas de santería. Plumas de águila para hechiceros de tres al cuarto, madera de palo santo para guitarras. O caviar. Un día pillaron a uno con 800 kilos de caviar, o sea, 34 millones de las antiguas pesetas en huevas de esturión. Porque los permisos para importación también tienen que estar en regla. No vale traer 18 jilgueros para la pajarería y colar un ave protegida entre la mercancía. Y de caviar sólo pueden traerse de recuerdo 250 gramos.

El director de Aduanas de la Agencia Tributaria, Nicolás Bonilla, lo explicó ayer y recordó que hay prácticas que son delito. "Está prohibido el comercio internacional de 800 especies de animales y plantas, y estrictamente regulado el de otras 20.000". Se felicitó porque el año pasado requisaron 350 animales vivos, pero es que el anterior habían sido 538 y el anterior, 817.

Puede que no los descubran; Bonilla reconoció que no es fácil vigilar cada pulserita ilegal que entra al aeropuerto. Pero a lo mejor es que los gustos de los turistas están cambiando. Aunque, viendo esa pata de elefante convertida en paragüero con su remate plateado...

Dos viajeros observan los animales y objetos requisados que se exponen en Barajas.
Dos viajeros observan los animales y objetos requisados que se exponen en Barajas.ULY MARTÍN

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Sobre la firma

Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.

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