¿Campo de batalla o despropósito campal?
LA TIERRA. AÑO 3000. Hace 1.000 años, los sanguinarios alienígenas psychlo invadieron y devastaron nuestro planeta aniquilando sus defensas en sólo nueve minutos. Desde entonces, la raza humana languidece lentamente, sometida a la esclavitud. Sólo unos pocos humanos supervivientes permanecen ocultos en remotos asentamientos donde han retrocedido hasta un estado primitivo. La barbarie se ha adueñado del planeta y de sus habitantes. Entre los invasores destaca el corrupto, ambicioso y cruel Terl (John Travolta), el jefe de seguridad psychlo, que considera su destino terrestre un castigo y aspira a convertirse en señor del imperio. Sólo un humano, el joven Tyler, se opondrá a sus planes y encenderá la llama de la rebelión. Este es, poco más o menos, el argumento del filme Campo de batalla, la Tierra (Battlefield Earth: A saga of the year 3000, 2000) , de Roger Christian. Adaptación de una parte de la voluminosa novela homónima de Lafayette Ron Hubbard, fundador de la polémica -por emplear un adjetivo suave- Iglesia de la Cienciología, cuya biblia es el libro Dianética: la ciencia moderna de la salud mental (1950), del mismo autor. Una iglesia, calificada de secta en algunos países, de la que el propio John Travolta, coproductor y protagonista del filme, es un miembro destacado.
Con unos malos malísimos y unos héroes abnegados, última esperanza de la humanidad para recuperar el desolado planeta, el filme discurre por unos derroteros donde abundan los despropósitos. Emplear a unos pocos humanos como mano de obra esclava para extraer manualmente los recursos minerales del planeta no es la opción más eficiente cuando se posee una tecnología avanzada. Por otra parte, destinar un milenio a tan poco rentable tarea parece algo excesivo habida cuenta de que no se dedican a extraer carbón (recurso abundante), sino ¡oro! ¿Para qué querrá un alienígena el oro en su planeta natal? Y, encima, estos invasores galácticos son de lo más crédulo: ninguno se cuestiona por qué el oro, supuestamente extraído de una mina, está ya en forma de lingotes. ¡Los humanos son tan hábiles que van directamente a la Reserva Federal a buscarlo! Uno no puede por menos de cuestionarse cómo una raza alienígena tan incompetente, en cuya escala de valores figuran en lugar predominante el chantaje, la codicia y la traición, ha llegado a dominar buena parte de la Galaxia. A ello se le suma una caracterización de los citados psychlos harto deficiente. Los especímenes macho de esta raza son un cruce entre klingon (raza antagonista de la humana de la saga Star Trek) y rastafari, con una dentadura en muy mal estado y unos 3 m de estatura (algo que se intenta recrear con botas de tacones altos). Tienen unos dedos en forma de garra de aspecto poco tranquilizador, pero totalmente inadecuados para teclear los pulsadores de sus máquinas y empuñar armas con gatillo (¿saben algo de ergonomía?). Las hembras, por el contrario, padecen alopecia galopante y poseen larguísimas lenguas (ya que papada no tienen, ¿dónde la esconden? ¿Son retrácticles o del tipo de la del mutante Sapo de X-Men?).
Tampoco resulta creíble que el equipamiento terrestre mostrado pueda haber sobrevivido 1.000 años en una Tierra esquilmada por los alienígenas. En una devastada ciudad, Tyler encuentra libros en buenas condiciones a pesar de haber estado en contacto con el aire. Material perecedero, el ciclo de vida del papel de un libro de una edición barata no supera los 100 años. Automóviles milenarios con los neumáticos hinchados y edificios en ruinas con ventanas y cristaleras intactas, resultan también sorprendentes. Es más, los rebeldes humanos que, a diferencia de su líder, no han pasado por la máquina de aprendizaje acelerado psychlo y no han recuperado la capacidad lectora, aprenden, con unos manuales y un simulador de vuelo, a pilotar aviones Harriers ¡en una semana! Unos aparatos, con 1.000 años de antigüedad, que han encontrado intactos y a punto, con los depósitos llenos, en las instalaciones de Fort Hood (Tejas). El filme se alzó nada menos que con siete premios Razzie (algo así como la antítesis de los Oscar) en su edición de 2001. Entre otros, el de peor película, guión, director y actor protagonista, honor compartido ese año por Travolta con Madona, elegida peor actriz protagonista. Inasequibles al desaliento, están perpetrando una segunda parte.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.