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Columna
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Marte

Rosa Montero

A veces hago gimnasia en casa, por las mañanas, y enciendo el televisor para distraerme. Y las cosas que se ven son alucinantes. Dejando aparte a María Teresa Campos, que siempre me ha parecido de lo más sensata y profesional, a esas horas (y a cualquier otra, para qué engañarnos) la mayoría de los individuos que pululan por la pequeña pantalla son marcianos. Ahora bien, esos marcianos diurnos, y los nocturnos, que son mucho más abominables, parecen acaparar todo el interés del país. En realidad no son ellos los alienígenas, sino yo. A lo peor es que vivo en Marte y no me he enterado.

Por ejemplo, en la España democrática, en la España que yo creía vivir, se había conseguido una maravillosa tolerancia sexual. Éramos el país menos mojigato y puritano de la Tierra, y eso es un orgullo. Pero en este Marte en el que de repente me he despertado, arrecia la pudibundez. Hace poco, mientras yo me machacaba los abdominales, los contertulios televisivos me machacaron las neuronas criticando acerbamente a Julián Muñoz, el alcalde de Marbella. Pero no porque el tal alcalde no haya justificado el gasto de 24 millones de euros (4.000 millones de pesetas) de los fondos públicos (de hecho, el Tribunal de Cuentas acaba de embargarle el sueldo), una marrullería gorda y criticable, sino porque el regidor peliplanchado y la tonadillera Pantoja están manteniendo una relación amorosa. ¡Las cosas que dijeron los escandalizados tertulianos! Que él estaba casado, horror de horrores; que cómo se atrevían a besarse en público; ¡que además se besaban en una romería religiosa! Todo de lo más pecaminoso. Eso sí, los millones de euros esfumados no parecían inquietar sus delicadas conciencias.

Soplan vientos retrógrados y puritanos sobre Marte. "La familia es lo primero", dice ahora una campaña institucional. Alto ahí, un momento: ¿qué tipo de familia y a qué se refieren? ¿Para ustedes lo primero es mantener el modelo tradicional de familia caiga quien caiga, o ayudar a cualquier clase de grupo familiar, por ejemplo, a dos lesbianas y su hijo? Soplan vientos hipócritas que cultivan la convencionalidad en lo social y la permisividad en el chanchullo. No me gusta Marte: yo quiero ser terrícola.

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