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COPAS Y BASTOS
Columna
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Interferencias

Para contrarrestar la contaminación acústica ambiental, suelo ir por el mundo conectado a unos auriculares. Escucho la radio, sobre todo programas no musicales, de esos en los que la gente habla (aprendes muchas cosas: el otro día, escuché a un vecino de Nou Barris quejarse de que hace tres años que un grupo de delincuentes degrada la convivencia del barrio con robos de motos y venta de droga hasta altas horas de la madrugada sin que nuestras autoridades hayan intervenido, probablemente porque están demasiado ocupadas mirándose al espejo y repitiendo que "Será increíble" o que "El futur creix a Catalunya"). Últimamente, observo que pongo una emisora determinada y, a según qué horas, al dar la vuelta por una esquina, y sin tocar el dial de mi Sony de bolsillo, salta la sintonía, como si el aparato, por su cuenta y riesgo, decidiera ofrecerme posibilidades distintas a las que yo he elegido. El azar, dicen, es una forma de destino, así que me dejo llevar. Aunque tenga puesta la cadena SER, si el dial insiste en desplazarse, me dejo sorprender por lo que venga que, en general, suele ser: a) RKM, una emisora de contenidos religiosos; b) Radio Gladys Palmera, de música latina, y c) Radio Pica, radicales de las ondas con un grito de guerra movilizador: Això és informació silenciada!

Es curioso que la mismísima Radio Barcelona, decana de la radio en España, esté acosada por conceptos como la religión, el bailongo y la irreverencia ideológica con pedigrí (Ràdio Pica emite desde 1981, presumiendo de independencia, autogestión y criterios no comerciales). Estás escuchando tranquilamente el humor tonificante de los Especialistas Secundarios de la SER o la retransmisión de una etapa del Tour y, cuando menos lo esperas, te asalta una interferencia. En otro momento, buscando sintonizar Flaix-FM, me sale una emisora en francés: Radio France International. ¿Desde cuándo se sintoniza esta cadena en la FM de Barcelona? En una cena, coincido con Miquel Calzada, uno de los propietarios de Flaix; se lo comento y me cuenta que los franceses llevan unos meses en la antena. Por lo visto, el mapa del dial está cada vez más saturado y resulta difícil que algunas ofertas no se solapen en según qué zonas. Es cierto. Empiezas escuchando a un enérgico disc jockey catalán, cruzas una calle y, ¡zas!, se transforma en la voz de una francesa que, con perfecta dicción, te habla de conflictos con Costa de Marfil. Al dar las noticias, aprovechan para informar sobre la hora, pero no añaden la coletilla de una hora menos en Canarias, sino otra, referida a lo que llaman "le temps universel", es decir: la hora solar (dos horas menos que aquí).

En RKM, en cambio, las señales horarias suenan dos minutos más tarde. Es una buena idea para diferenciarse de los demás, tan puntuales ellos. Luego, proselitismo evangelizador y cuñas de programas con títulos que prometen redención y paz espiritual, como Edificando sobre la roca, con "tu siempre amiga Mari Carmen". La formulación de "tu siempre amiga" es antigua, como de consultorio sentimental de la década de 1950, y los sermones que luego se emiten tampoco son el colmo de la modernidad. Menos mal, Gladys Palmera compensa el trascendentalismo religioso de sus vecinos de dial con la emisión de cumbias, merengues, chachachás y otras formas de expansión musical latinoamericana. Cuñas promocionales políglotas y un anuncio de los locutorios de Telefónica ("nunca me había sentido más cerca de los míos estando tan lejos") que recomienda hablar cada día con la familia.

A juzgar por lo llenos que están los locutorios y por los muchos que se abren, la gente se pasa el día hablando.

Hace unas semanas, paseando con un amigo por la calle de Blai, vimos, en el vestíbulo de un locutorio, como un musulmán desplegaba una alfombra individual e iniciaba su ritual de rezos. Por la manera como se situó, en un rincón, junto al mostrador, me pareció que buscaba la orientación correcta: hacia La Meca. Los locutorios son, pues, oratorios improvisados, lugares donde, además de mandar dinero a la familia y hablar con novios, hijos, padres y parientes, se intenta encontrar un espacio para ejercer de creyente practicante. Existe cierta similitud entre el dial y la calle. Las cadenas convencionales mandan con su urbanismo normativo, seguido por la mayoría, pero no pueden evitar las emboscadas de minorías descontroladas: religiosas, latinas, bailonas, frívolas trascendentes, con predicadores o psicólogos piratas que interfieren el discurso oficial y que nunca aparecen en las estadísticas del Estudio General de Medios. Aunque la programación más escuchada de esta ciudad es, sin duda, una banda sonora que podría resumirse en un único concepto: ruido.

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