El club de la velocidad

"Me apuesto mi coche". Esta frase se repite cada noche en las carreras clandestinas que se celebran en grandes ciudades como Los Ángeles, Tokio o París. Midnight Club 2 recoge la pasión por el tuning y la velocidad de estos locos del volante capaces de arriesgar su vida, y la de los demás, con el único objetivo de demostrar que son los mejores pilotos y auténticos virtuosos de la preparación de vehículos a motor. A ritmo de hip-hop y rap el usuario deberá infiltrarse en este mundo e iniciar una larga carrera que le llevará a poseer un impresionante garaje y a competir por todo tipo de títulos ilegales alrededor del mundo.

La peculiaridad de estas carreras es que los circuitos son las propias ciudades, sus calles, sus avenidas, los canales y por supuesto sus autopistas. No hay un único camino, como tampoco hay direcciones prohibidas ni saltos demasiado largos. Cada piloto puede pasar por la calle que crea más conveniente con tal de llegar el primero. Si se le suma que el asfalto está repleto de tráfico y las aceras ocupadas por incautos peatones se puede decir que la emoción está servida.

El usuario tiene varias opciones, desde jugar en solitario paseando por las ciudades que haya desbloqueado, acompañado utilizando la nueva conexión a Internet que ofrece Xbox y en breve PlayStation 2 y en el modo Profesional. Este último permite labrarse un nombre en el lúgubre mundo de los clubes nocturnos de carreras.

Empezará con un vehículo modesto y poco a poco irá consiguiendo nuevos modelos con cada derrota de sus adversarios. Éstos se hallan paseando por la ciudad luciendo alerones a la espera de que alguien, en este caso el jugador, les pique haciendo roncar su motor sobrealimentado y haciéndoles ráfagas de largas. En este momento se inicia una carrera al estilo del ratón y el gato. Si se logra no perder al contrincante el jugador es invitado a una carrera ilegal por éste.

Enormes ciudades que recrean los lugares más emblemáticos, como el Convention Center en Los Ángeles o los campos Elíseos en París, vehículos que a pesar de no ser réplicas de coches reales no tienen nada que envidiarles y una endiablada sensación de velocidad son algunos de los ingredientes, junto a los mencionados anteriormente, que consiguen que Midnight Club 2 sea un producto redondo.