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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Queda inaugurada esta inauguración

El Gobierno catalán, sus miembros, padecen de fiebre inaugural. Ahí es nada lo que llevan en el cuerpo en las últimas semanas. Que si la tuneladora de la línea 9 en Santa Coloma (antes había ido Artur Mas a Badalona y hasta a Alemania a ver la inmensa máquina); que si el pozo de la misma línea en la plaza de Lesseps (ayer, sin ir más lejos); que si el puerto de Barcelona, donde siempre hay un tramo que inaugurar, poner en funcionamiento o bautizar. Por ejemplo, ayer al anochecer era el muelle de inflamables el que inauguraba el presidente Jordi Pujol; pero hace 10 días fue Artur Mas (que bate marcas en número de inauguraciones por minuto) quien inauguró algo tan importante como el Sector 8 (área Delta 1). Y dos semanas antes, también en el puerto, Artur Mas y Francisco Álvarez-Cascos inauguraron la bocana, también del puerto, pocas horas después de que el ministro inaugurara (siento la repetición pero no hay verbos cuya sinonimia sea suficientemente clara) una exposición de faros donde sólo faltaba el "faro de occidente".

No es lo mismo una inauguración que una primera piedra o que una puesta en marcha de lo que sea que tenga que ser

La pasada semana, Artur Mas fue a poner la primera piedra o algo así, en el canal Segarra-Garrigues, que es la segunda obra en importancia financiera de las que pagará un gobierno catalán, aunque hoy por hoy nadie sepa qué gobierno ni cómo ni cuándo, ni si junto a ti.

Y es que los estrategas de la promoción política de los miembros del Gobierno de CiU han descubierto que se pueden hacer cosas muy diferentes. Así, según explicaba ayer completamente en serio el presidente de Gisa, Joan Ignasi Puigdollers, no es lo mismo una inauguración que una primera piedra que una puesta en marcha de lo que sea que tenga que ser.

Artur Mas es, desde luego, quien más inaugura, pone en marcha o coloca primeras piedras. Pero como no tiene el don de la ubicuidad, ayer le cupo el honor de poner la primera piedra del pozo de la línea 9 en Lesseps al consejero de Política Territorial, Felip Puig.

Si la puesta en marcha de la tuneladora fue una fiesta para los guasones, a cuenta del diseño del túnel y de los nombres de las máquinas (Llobry, por Llobregat, y Bessi, por Besòs), ayer la humorada la ponía un cartel que rezaba: "Estamos construyendo un nuevo sueño". Y es que el metro en Barcelona, a diferencia de Madrid, donde es realidad, ha sido un sueño durante los 23 años del Gobierno de CiU.

Como los discursos son casi siempre idénticos a sí mismos, no en vano los hace la misma persona o su colega de gabinete, la distracción en estos actos consiste en comparar la calidad de los canapés y las presencias y las ausencias, amén de otros detalles sin importancia.

En las dos ocasiones en las que Artur Mas viajó a Badalona y Santa Coloma, ambas a cuenta de la línea 9, estuvo ausente la representación del Ayuntamiento de Barcelona. Ayer, por fin, acudió el primer teniente de alcalde, Xavier Casas, el hombre que más se encuentra y desencuentra con Felip Puig.

También asistieron concejales por cuyos territorios pasará la línea: Katy Carreras (porque la línea también afecta al distrito de Sarrià-Sant Gervasi) y Ricard Martínez (que se estrena en Gràcia), así como la convergente Magda Oranich.

La nota exótica de ayer la puso una pareja de conductores (motorista, ella; de furgoneta, él) que estuvieron a punto de llegar a las manos, a apenas 15 metros de la comitiva de autoridades. Ambos se acusaban de haberse saltado un semáforo en rojo y cortado el paso y exigían la presencia de un guardia urbano al que, obviamente, habían encomendado otra misión: vigilar los coches oficiales. Al fin acudió el guardia y no hubo crimen pasional, pues pasión es la que sienten los conductores por su vehículo. Ni hubo multa para ninguno de los dos, como tampoco fueron denunciados los coches de la empresa que hace las obras de la línea 9 y que estaban aparcados sobre la acera, eso sí, convenientemente vallada para que ni siquiera los viejecitos pudieran disputarles el sitio. Ocupaba una zona donde un día se harán obras. ¿Cuándo? No se sabe, según un directivo de la empresa, quizá mañana, quizá dentro de 15 días, cuando Parques y Jardines les autorice a retirar unos árboles que daban amorosa sombra a los coches.

Un portavoz municipal afirmó ayer que el Ayuntamiento ha dado un permiso global para la obra de toda la plaza, "como no podía ser de otro modo", y que no se le ha pasado por mientes fragmentar las licencias, como ahora se hace con las inauguraciones.

¿Cuánto durarán las obras de la plaza? Entre pitos y flautas, no menos de tres años, que bien pudieran ser cuatro, porque cuando se terminen las obras del pozo para el metro se empezará con la reforma de la plaza propiamente dicha. En medio ya habrá tiempo para alguna otra inauguración.

El tiempo suficiente como para poder inventar otros motivos para inaugurar, colocar primeras piedras o poner algo en marcha.

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