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Columna
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La foto de la bestia

Por más que remiro la primera en color de algunos periódicos no encuentro en aquel gesto de ardilla acorralada ni rastro de los belfos de la bestia. Me diréis que también La Tigresa Idoia es el vivo ejemplo de que muchas caras nada tienen de espejo del alma. Pero algo me conmovió en la instantánea tomada a la joven con nombre de canción de Víctor Jara cuando era detenida bajo acusación de haber enviado la bomba que estalló en Correos de Valencia. Va esposada, tatuada en el brazo derecho y vistiendo paradójica camiseta con logo multinacional. Sujetándola desde atrás, su captor o custodio, un mazas encapuchado con ojos de spiderman.

La noticia es la noticia, y hay mucho esfuerzo y paciencia invertidos en la obtención de una imagen así. Pero me sigue produciendo una cierta desazón que coloquemos tan alegremente a sospechosos oficiales en el escaparate, porque muchas experiencias cercanas demuestran que este salto a la mala fama marca para siempre a cualquiera, aunque luego todo haya sido un error.

Viví en Cullera el desconcierto y el pánico de la esposa de Enrique Palop, el " financiero de Al Qaeda". Me taladra aún la mirada de Dolores Cerdá (misma redada) diciendo que en esos cinco días le habían quitado la vida. Creo que el detenido de Castellón ha sido exculpado ; sustancias "peligrosísimas" resultaron detergente y los "terroristas" de Benimaclet han podido acabar el curso con provecho.

Con Amanda la policía también habló de terrorismo, pero la Audiencia Nacional dice que no. Parece que ella ha reconocido que el explosivo y la quema de una excavadora son su cándida, insensata y dañina forma de advertir a los burgueses que les quedan pocos meses. Pero también hubiera podido ser otra equivocación.

Toda persona es inocente mientras no se demuestre lo contrario y deberíamos evitar al máximo las consecuencias dañosas derivadas del cumplimiento de los deberes informativos (Código deontológico).

Paguen el precio tras la plena certeza de su culpabilidad. Pero ni un segundo antes.

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