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Reportaje:

Talleres estivales para niños inventores

El Museo CosmoCaixa organiza actividades veraniegas para que los chavales aprendan a pasárselo bien con la ciencia

"Algunos de mis compañeros del colegio piensan que las asignaturas de ciencia son aburridas, pero yo creo que saber por qué el polo que te tomas está congelado hace que te sepa mejor". Diego, de 13 años, tiene claro que lo suyo es la ciencia. Es uno de los jóvenes participantes en los talleres de verano del Museo de Ciencia CosmoCaixa (91 484 52 52) de Alcobendas, organizados en esta primera quincena de julio. "La ciencia me resulta muy interesante y creo que es una buena forma de pasar el tiempo, también como oficio. Saber que eres el primero en enterarte de algo debe de ser estupendo", apostilla Diego.

Chicos y chicas de entre 6 y 16 años han participado en estos talleres científicos en los que aprenden a mirar con más detalle, a pesar el aire, cómo se congela el agua y de qué forma se construye un boomerang. "No se trata", explica Paloma de Pablo, responsable de las actividades educativas del museo, "de que aprendan a hacer cacharritos sin más, sino de que reflexionen, inventen y expongan cuestiones de ciencia". "Desde luego, en cuatro días no podemos cambiar su percepción de la realidad o mejorar su rendimiento escolar, pero les ayudamos a aprender a pensar y a hacer frente a situaciones nuevas con confianza", matiza.

"No se trata de que aprendan a hacer cacharritos sin más, sino de que reflexionen sobre la ciencia e inventen"

Los participantes, divididos en grupos según la edad, se dedican a pasarlo bien con la ciencia. Desde luego, ninguno de ellos se queda quieto un momento ni tiene tiempo para aburrirse. Este año ha habido dos turnos, en estas dos primeras semanas de julio, "aunque uno de los talleres hemos tenido que desdoblarlo, porque había muchas peticiones", asegura De Pablo. "El año que viene la actividad durará todo el mes y, si podemos, haremos caso a dos peticiones de los padres: que puedan venir niños más pequeños, desde los tres años, y que haya actividades para los padres. No es fácil, pero algo se nos ocurrirá", añade.

Pablo, de nueve años, asegura que el taller "es muy chulo". "Te lo pasas muy bien dibujando los fósiles o los animales", explica convencido. A Elena, de diez, le gusta "todo" lo que hacen y Manuel, de ocho, quiere ser científico de mayor "para descubrir cosas". La monitora de este grupo de niños entre seis y ocho años, Esther Miguel, tiene que incrementar el ritmo de las actividades porque "descubren más cosas de las que teníamos previstas". A Javier, de nueve años, lo que más le gusta es pintar y los fósiles, que define como "cosas antiguas que se han convertido en fósiles". Mientras, Sergio, muy serio, explica cómo el aire ocupa lugar y que "es transparente e invisible, a diferencia del agua, que es trasparente pero no invisible".

Una de las claves del éxito de este iniciativa, según De Pablo, está en que "todos los talleres los imparten dos profesores especializados en cada edad". "En el de modelar y jugar tenemos escultores y pintores; con los más pequeños, expertos en didáctica de la ciencia, y con los mayores, dos profesores de tecnología", describe. Los niños de 9 a 12 años, los del taller Modelar y pintar, todo es empezar, pasean por el museo para tomar apuntes, así que las exposiciones son un trajín de chicos y chicas con caballetes.

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"La filosofía de este taller es la misma que la de cualquier trabajo tecnológico, pero más lúdica. Llegan a la ciencia de modo intuitivo", asegura Ángel Oeo uno de los monitores del taller dedicado a los adolescentes, en el que 30 jóvenes de entre 12 y 16 años están construyendo la máquina de efectos encadenados más grande del mundo. "Cada equipo", explica Almudena, de 12 años, "se encarga de una parte del trabajo, y luego lo juntamos todo. Yo estoy haciendo un ventilador". En la sala, sobre las mesas, se amontonan las sierras, las botellas de plástico, las canicas y mucho material de desecho. Uniéndolo de manera adecuada, una sola canica hará que se muevan todos los mecanismos que se están construyendo.

Almudena, de 12 años, asegura, mientras prepara un ventilador, que ella prefiere "la tecnología a la ciencia, porque va más avanzada. Aquí aprendo a hacer cosas y al mismo tiempo las en-tiendo". A William lo que le gusta es encontrar soluciones para los problemas que se presenta "como poner triángulos para sujetar cosas". Sobre la mesas van apareciendo las estructuras que el último día formarán una larguísima máquina.

Una de las cuestiones que ha llamado la atención de los organizadores es que a los talleres asistan niños desde Móstoles, Alcalá de Henares o Torrejón, no sólo de la zona de Alcobendas.

Cursos para padres en el futuro

Algunos de los niños que participan en los talleres de ciencia del museo CosmoCaixa de Alcobendas llegan desde localidades lejanas acompañados de sus padres y éstos tienen que aguardar allí mismo a que los chavales concluyan con sus experimentos.

Algunos progenitores se ven obligados a esperar, estoicamente, todo el tiempo que duran las actividades de sus retoños, es decir, de 9.30 a 14.00 horas. "Para el año que viene vamos a tratar de inventar algo para todos esos progenitores", asegura Paloma de Pablo, responsable de las actividades educativas del museo. "Bueno, para ellos y para todos los que quieran apuntarse", añade.

Los talleres, que tienen un precio de inscripción de 30 euros, finalizan con una exposición de los trabajos realizados por los niños. Entre las obras de los pequeños inventores hay pinturas trazadas con arena; carboncillos de los pingüinos que pueden verse en la exposición de la Antártida; paracaidistas modelados con plastilina y bolsas de basura y, por supuesto, la llamativa máquina gigante de efectos encadenados que han conseguido montar entre un grupo de chavales. Toda una serie de objetos que demuestran que los chicos, además de pasárselo en grande, han aprendido muchas cosas sobre el mundo que les rodea.

Además de estos talleres matinales, el museo organiza también durantes las tardes del mes de julio un curso de introducción a la astronomía dirigido a los adultos. Y como se trata de un espacio en el que se aprende experimentando, viendo y tocando, no sólo escuchando, se han organizado varias observaciones nocturnas de estrellas desde la terraza.

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