Aire
Por no tener, no tienes ni siquiera tiempo para escribir este artículo. ¿Qué? ¿Que no se sabe de lo que estoy hablando? Ah vale, sigan, sigan, que ya caeran.
Dicen que han ganado los del US Postal, la locomotora azul que cosas de la vida, casi siempre va de amarillo por culpa del estadounidense que les lidera, pero bueno.
Dicen que se ha puesto de líder el tiburón (Victor Hugo Peña), al que llaman así, cosas de la vida también, por ser buen nadador. Por cierto, que se llama Victor Hugo, y esto no lo dicen sino que lo cuenta él, porque su padre leyo una vez Los Miserables y quedó tan entusiasmado que decidió hacerle un homenaje a su autor.
Sigo. Dicen que Armstrong está contento, que ha matado dos pájaros de un tiro, que ha puesto a su gregario de líder para evitar el peso y la presión del maillot, y que así ve como también sus delfines ganan, es decir, demuestra a todos que sus compañeros son unos grandes corredores (eso no lo pone nadie en duda) y que él también sabe dejar ganar (eso lo ponen muchos en duda y si no que le pregunten a Pantani).
Los planes sádicos de Armstrong
Eran dos autobuses separados por una decena de metros y eran dos mundos a miles de kilómetros de distancia. El día de la contrarreloj por equipos es el día que más se sufre, que más gente sufre, el día que se sufre en equipo. Sufre el mecánico por si no ha hecho perfectamente su trabajo y las bicis empiezan a descuajeringarse en cadena a mitad de la carrera, sin posibilidad de reparación; sufre el fabricante por si su riesgo, su idea, su diseño de material para ganar unos gramos o un poco más de belleza, termina en catástrofe; sufren los directores, los responsables, por si su táctica, su decisión estratégica que tanto esfuerzo debe regular se resuelve en caos e inquinas; sufren los ciclistas, que más que ningún día son responsables ante sí mismos y ante sus compañeros. Pero si ese día todo termina bien, se cumplen los objetivos, se alcanzan los sueños, la celebración, la felicidad conjunta, multiplica por mil la de la victoria individual. Tanto sufres tanto gozas. Por eso Armstrong es un sádico.
En el autobús de la izquierda -mirando hacia la calle de la meta-, el del iBanesto.com, la fiesta comenzó nada más terminar la contrarreloj. Arrastrados por tres potentes locomotoras rusas -fabricadas con los moldes de la escuela soviética: los tres son los tres primeros de la clasificación de jóvenes-, los vagones del equipo de José Miguel Echávarri, que no fueron a remolque ni frenando, sino colaborando, habían firmado la mejor prestación desde los tiempos de Indurain. Cuando llegaron los corredores -sudorosos y asfixiados, pero dicharacheros- al autobús, llegaban con el orgullo de ser el mejor equipo hasta el momento. Charlaban y comentaban la jugada. Mancebo, el líder, alucinaba con Karpets, el callado gigante ruso, con su fuerza descomunal, con sus relevos monumentales. "Seguirle era duro pero posible", decía el ciclista de Navaluenga. "Pero pasarle era casi imposible. Me subían más las pulsaciones incluso cuando iba a rueda que cuando tiraba". Hablaban de tiempos, de sueños. De que a la salida se conformaban con perder minuto y medio con el mejor -y hasta eso era un logro- y de que iban a llegar a la montaña más cerca que nunca -a 1.29m Mancebo- del ogro Armstrong. También se aplaudía a Mercado, el escalador granadino que, víctima de un empacho, se había quedado descolgado la víspera. Empezó Mercado sin dar relevos, a rueda, por precaución, pero en el kilómetro 10 ya reclamó su derecho a contribuir al esfuerzo común. Hasta el 20 no le dejaron. "Y yo estaba nervioso porque pensaba que les podía hacer la pascua a los compañeros", decía. Pero nadie se amargó, nadie les enfrió la alegría, pese a que tres equipos les adelantaran al final.
En el autobús de la derecha, el del ONCE-Eroski, todo era silencio y puertas cerradas. Cuando cruzaron la meta, lo hicieron mejorando por 35 segundos el tiempo del iBanesto.com y pensando -con fundamento, como su cocinero favorito- que la victoria les esperaba -un año más: sería la tercera vez en los últimos cuatro años- al cabo de la tarde. Sus maillots amarillos brillaban, sus bicis negras y oro, perfectas, repulidas, refulgían. Sus caras eran un misterio. Habló su líder, líder de la carrera in péctore, Joseba Beloki. Habló cauto, con estudiada prudencia, escondiendo sus emociones: "Si no llega hoy el amarillo ya vendrá en la montaña". Llegó otra cosa.
Con una precisión que asusta, con una crueldad fría, con una puntualidad sádica, Lance Armstrong, llegado el momento, exactamente en el kilómetro 49 de la contrarreloj por equipos entre Joinville y Saint Dizier, en las suaves colinas de Champagne, aclaró las dudas a los escépticos y dio satisfacción a los armstrólogos. El primer golpe del americano en el Tour del Centenario pilló a Manolo Saiz a punto de tocar el caramelo con la punta de la lengua. En el kilómetro 18, su equipo le sacaba al US Postal seis segundos, y los mismos seis seguían en el kilómetro 44,5. Llegaba entonces el territorio más difícil, el del viento de cara, cuando empiezan a pagarse los errores de medida. "Queríamos arriesgar desde el principio, pero sabíamos que esta contrarreloj se ganaba en los últimos kilómetros, cuando el US Postal nos ha demostrado que es un equipo más compacto", dijo Beloki. Fue entonces cuando Bruyneel, el director del americano, tocó el silbato, cuando los fuertes cruzaron una mirada, se hicieron una seña, y dieron comienzo al show. "Fue entonces cuando el boss empezó a dar relevos de un minuto", dijo Rubiera, el amigo asturiano de Armstrong. Fue cuando entraron a tope los grandes remolcadores, Hincapie, Landis, Ekimov, Peña. En los últimos 25 kilómetros aventajaron en 36 segundos a los de Saiz. También empequeñecieron al resto en su camino hacia su primer triunfo en una contrarreloj para equipos. Sin dudarlo, le dieron un manotazo -puro sadismo- al caramelo de Saiz, que sólo pudo decir, con su cara más triste -"se vive con tristeza la derrota cuando tienes cerca la victoria, porque te la empiezas a creer"-: "Por lo menos le hemos sacado 13 segundos a Ullrich".
No dicen, pero lo digo, la dureza de todo lo que han tenido que sufrir los del US Postal apenas les han nombrado ganadores, otra etapa con todas las de la ley.
Les han cogido del brazo: ¡venga, al podium! Una vez allí, a esperar al protocolo, y de repente las prisas: ¡ahora, rápido!. Una vez arriba las flores, el champán, las fotos, el saludo a las autoridades. Ya abajo los saludos, los abrazos y las preguntas de los periodistas, todo a la vez sin que puedas respirar. Que si radio, televisión y prensa escrita, y mientras tu masajista que te lleva del brazo chillando: ¡ahora no, que teneis que ir al control!
Entonces llega la cola del antidopaje y los nervios para orinar. Luego conectas el teléfono. En ese momento empiezas a leer los mensajes y no paras de recibir llamadas de felicitación hasta que agotas la batería móvil. Uf! Y ya solo te quedan los estiramientos, el masaje y la cena. ¡Que agonía!
Pues algo así me ha pasado hoy, que estoy corriendo en una carrera en Austria y he ganado y...(léase la primera frase).
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