Ovaciones para todos
Parece que Madrid no se acostumbra a los triunfos sonoros de Daniel Barenboim en el Teatro Real. Si el público de la ciudad lo hiciera, no aplaudiría con ese entusiasmo de locura y alegría con el que le homenajea cada vez que sale a saludar. El lunes hubo aplausos para todos: para los cantantes, sobre todo para Susan Anthony, que hizo el milagro de Senta, y para el director, que, tras dos horas y cuarto sin descanso, recibió el cariño del público con su chaqué de largo, pero sin pajarita ni corbata, que debió quitarse por los calores.
Para aplaudir hubo un patio de butacas variopinto. Estaba Alberto Ruiz-Gallardón, que en la entrada se encontró con el ex ministro socialista Jerónimo Saavedra, a quien le dijo que está tentado de acercarse a Salzburgo para ver un Don Giovanni. "Para ti, que estás en política, te viene mejor ver La clemenza di Tito", le recomendó el político ya retirado.
También se acercó Ana Botella y hubo representación del mundo de las letras con Antonio Muñoz Molina, quien al salir dictó su veredicto: "Un diez".
También salían bastante impresionados músicos como el director José de Eusebio, que dijo haber aprendido muchas cosas.
Fue también una noche de homenaje, como el que se le rindió al experto wagneriano español Ángel-Fernando Mayo, recientemente fallecido, a quien se dedicó la función. Y también fue noche de resurrecciones porque la clausurada tienda de discos del Teatro Real dio paso a un chiringuito en el que la discográfica Warner vendía a porrillo discos de Daniel Barenboim.
Puede que la gerente Inés Argüelles reconsidere su reapertura, pero lo que estaba claro también es que el maestro volverá a Madrid, después de que empezase a haber dudas sobre su regreso el año próximo: "Siempre es un placer tener a Barenboim aquí; como hemos visto, el arte no se paga con dinero", aseguró Argüelles.
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