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La crisis en el sindicato alemán IG Metall desata una lucha por el poder

No se descarta la dimisión de los dirigentes y un nuevo congreso

El sindicato de los metalúrgicos alemanes, con 2,6 millones de afiliados una de las organizaciones gremiales mayores del mundo, se encuentra sumido en una guerra abierta personal por el poder y por la línea política que seguirá en el futuro. La dirección del IG Metall se reunió ayer en Francfort y se esperaba que el encuentro se prolongara hasta avanzada la noche, lo que da idea de la dureza del enfrentamiento.

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El presidente saliente, Klaus Zwickel, y el vicepresidente designado como sucesor, Jürgen Peters, se hallan enzarzados en una auténtica batalla de lodo con intercambio de acusaciones. La mecha que encendió la lucha en la cumbre del IG Metall: el fracaso de la huelga por la jornada de 35 horas en el Este de Alemania.

"Duelo al sol", "Duelo en el corral", "Duelo en la alta sierra". Los comentaristas agotan las metáforas basadas en títulos de películas del Oeste para describir la lucha final entre los dos gallitos del IG Metall. Zwickel contra Peters en la lucha por el poder en el poderoso sindicato metalúrgico alemán, pilar del modelo renano de capitalismo y paradigma durante décadas del sindicalismo responsable y capaz de sacar la mayor tajada para los asalariados.

El desastre en la huelga por las 35 horas en el Este de Alemania, algo que no recordaban ni los más viejos del lugar, ha sacado a relucir la basura barrida durante años bajo las alfombras del IG Metall. Los dirigentes sindicales no han digerido la derrota reconocida el último fin de semana de junio. Para encontrar un hecho semejante habría que remontarse casi medio siglo atrás cuando el IG Metall perdió una huelga en Baviera. Reconocido el fracaso, los dirigentes sindicales empezaron con la búsqueda de chivos expiatorios.

El veterano Zwickel, que el próximo otoño se jubila y se dedicará a jugar con su colección de trenes de juguete, nunca había tragado a su designado sucesor Peters. Todo parece indicar que el fracaso en la huelga le ha venido a Zwickel como anillo al dedo para ajustar cuentas con su rival. Zwickel acusó a Peters de haber engañado a la dirección del sindicato sobre la huelga, de no haber informado de los puntos y días de huelga y no haber respetado el proyecto de evitar que la huelga repercutiese en la industria del automóvil del Oeste de Alemania. Peters sostiene que la dirección siempre estuvo informada, pero sectores del sindicato apuñalaron la huelga por la espalda, no se repartían los pasquines que no llegaban a tiempo y se rompió la unidad en el frente de lucha. Peters es el sucesor designado de Zwickel, pero no se excluye que tenga que dimitir, que dimitan todos los dirigentes y se convoque un congreso extraordinario o que surja un candidato en contra de Peters en la elección definitiva de presidente el próximo otoño. Todas las posibilidades estaban abiertas ayer.

Además de este conflicto personal con incierta salida a última hora de la tarde de ayer, queda abierta la pugna entre tradicionalistas y reformistas en el IG Metall y en los sindicatos alemanes. Peters es un sindicalista de los duros, del sector al que le han puesto el mote de los norcoreanos y a este afiliado al partido socialdemócrata (SPD) algunos le atribuyen rasgos estalinistas. Opuesto a la Agenda 2010 de recortes sociales que trata de llevar adelante el Gobierno rojiverde del canciller Gerhard Schröder (SPD), Peters se ha convertido en la bestia negra del empresariado y buena parte de los medios de comunicación alemanes, que preconizan un sindicalismo más suave.

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