Zapping
De ratones y niñas
El género de la entrevista no pasa por su mejor momento. Hace unas semanas, en El show de Flo, Carlos Iglesias y Ángel de Andrés, alma y cuerpo de la serie Manos a la obra, tuvieron que superar una entrevista en la que no podían utilizar determinadas consonantes, lo cual reforzaba la comicidad de sus respuestas.
Juegos
El domingo, en La noche de Fuentes y Cía., a Guillermo Fesser y Juan Luis Cano, Gomaespuma, les tocó lidiar un toro similar. Como en esos juegos de mesa que ayudan a amenizar las malas digestiones, no podían usar ciertas palabras. Eso les obligó a recurrir a su proverbial facilidad para el rodeo y a esa radiofónica locuacidad, tan aplaudida como mal imitada. Para definir la minicrisis del Real Madrid, Cano dijo: "Hay un club que es al fútbol lo que Disneylandia a la vida. Imagínate que Disney no renueva a sus patos y ratones más famosos".
Club Disney
No era un insulto: Florentino Pérez fue el primero en comparar el Madrid con Disney. La llegada de Beckham, con honores de jefe de Estado y un seguimiento mediático de familia real, confirmó que ciertos clubes prefieren asegurar el éxito de la película con una espectacular venta de palomitas. Menos mal que, pese a la pirotécnica grandilocuencia de parte de la industria, luego llega el camerunés Eto'o y, con un par de jugadas eléctricas, te devuelve el amor por la esencia de los dibujos animados. Incluso por los de Disney.
El no de Las Niñas
En La mirada crítica, Montserrat Domínguez le pregunta a Miguel Arias Cañete: "¿Qué tal el concierto de los Rolling?". Y el ministro de Agricultura responde: "Fantástico". El entusiasmo del ministro por los abuelos del rock se contradice con la actitud de TVE censurando la presencia del grupo Las Niñas en ciertos programas. Por lo visto, su canción Ojú, que incluye unos indoloros guiños contra la guerra, podría herir la sensibilidad de los que deciden lo que podemos escuchar. Las Niñas inauguran el género de rumba-hop protesta, aunque su propósito sea otro. Son la muestra más light de todos esos artistas que nunca salen en la tele debido a la radicalidad de su estética, a la contundencia de sus letras o a que no están avalados por poderes fácticos o multinacionales. Los inquisidores acabarán pagando cara su estrechez de miras, y por más que se den con rockeros cantos rodados en los dientes, no redimirán sus pecados así como así. Casi se me olvida: hubo debate del estado de la nación. Sus señorías volvieron a fomentar la abstención con sus broncas y a desvirtuar, con mucha roña mental, la misión dialogante del Parlamento. Y en los pasillos, Caldera volvió a las andadas. Los parlamentos se parecen cada vez más al programa Grand Prix, grupos de gente ilusionada y representativa, perseguidos por una vaquilla y sometidos a multitud de pruebas que, en lugar de dignificarles, les envilece.
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