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Los mexicanos acuden hoy a las urnas frustrados por el bloqueo de los cambios

Los dos grandes partidos parecen lejos de lograr una mayoría clara en el Parlamento

Juan Jesús Aznárez

Los dos partidos tradicionales de México, el gubernamental y conservador Partido Acción Nacional (PAN) y el Revolucionario Institucional (PRI), con varias corrientes, se repartirán hoy el 80% de los 500 escaños de la Cámara de Diputados, pero ninguno, según las encuestas, conseguirá la mayoría absoluta. El presidente, Vicente Fox, al que restan tres años y medio de mandato, y la oposición deberán cambiar mucho para impedir que el nuevo hemiciclo sea un calco del pasado: un foro que causó frustración al no haber sido capaz de aprobar los cambios esenciales de la transición.

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Once partidos se reparten 500 millones de dólares

Once formaciones disputan también los gobiernos de seis de los 32 Estados de México (Campeche, Querétaro, Sonora, San Luis Potosí, Colima y Nuevo León) y medio millar de alcaldías de 11 Estados. Cerca del 50% del electorado no votará y el previsible abstencionismo dañará la imagen de los partidos, denostados por cerca del 70% de los mexicanos, según los sondeos. Recibieron 500 millones de dólares del erario público para sus gastos. El PRI tiene actualmente 207 diputados (41,4%), el gubernamental PAN, 202 (40,4%), y el Partido de la Revolución Democrática (PRD), izquierda, 56 (11,2%). El censo incluye a 64,7 millones de ciudadanos habilitados para votar.

El analista René Delgado no es optimista sobre la consecución de acuerdos, porque las servidumbres al acecho distorsionarán el debate: "No van a la Cámara los mejores, sino los más leales, aquellos que representan a los intereses de quienes los colocaron en las listas. No serán bancadas homogéneas, sino expresión de los diferentes grupos y corrientes de los partidos". El fuego

amigo, el canibalismo, las pugnas internas por el poder y los cargos han sido intensas desde que, el 2 de julio del año 2000, el ex gobernador de Guanajuato Vicente Fox arrebatara la presidencia al PRI, que la había retenido durante siete decenios.

Los partidos con menos del 2% de votos serán borrados del registro, y con ellos desaparecerán votos que, según Delgado, hubieran podido destrabar votaciones reñidas. La meta debe ser conciliar políticas de Estado, porque durante 25 años "hemos estado debatiendo cómo repartir el poder, pero nos han escamoteado qué hacer con el poder. Ha habido poder sin dirección". La última campaña tampoco despejó el rumbo.

El pluralismo mexicano se impone casi como ejemplar ante la fragilidad de otras democracias latinoamericanas, pero exhibe más riñas que cohesión y reflexión sobre ideas, y dos escándalos sobre la financiación de la campaña del 2000 implican al PRI y al PAN. "Los ciudadanos están cansados de discusiones", admitió el dirigente oficialista Carlos Medina. Queda mucho por hacer, según el escritor Carlos Monsiváis, porque "el PRD no ha cuajado su proyecto de nación globalizada, el PRI es el retrato de Dorian Gray de su dirigencia y el PAN se arraiga en la lealtad incondicional a los obispos".

Las sacudidas más fuertes ocurrieron en el PRI, cuya dirección se define como socialdemócrata, pero que integra a dinosaurios, renovadores, tecnócratas y cuadros sin ideología, susceptibles de casar con la que convenga. La pérdida de la presidencia lo sumió en la orfandad y las facciones. No obstante, conserva el voto duro del sindicalismo asociado. Las metas de gobernadores, parlamentarios o sindicalistas difieren en no pocas ocasiones, y la redacción de las listas de candidatos a diputados sublevó a los relegados.

Los empujones son más soterrados en el PAN, aunque evidentes, entre Fox y el coordinador de los senadores oficialistas, Diego Fernández de Cevallos.

Carlos Felipe Hernández, alcalde de Ixmiqilpan por el PRI, durante un acto electoral en el Estado de Hidalgo.
Carlos Felipe Hernández, alcalde de Ixmiqilpan por el PRI, durante un acto electoral en el Estado de Hidalgo.REUTERS

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