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Columna
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Eclipse

Un catedrático de Álgebra de la Universidad Complutense, Ignacio Sols Lucia, ha escrito un artículo sugestivo dedicado generosamente a la memoria de su abuelo, Luis Lucia Lucia. Se ha publicado en las páginas estatales de EL PAÍS y esto es un buen síntoma. Quiere decir que la lamentable historia política valenciana interesa incluso más allá del pantano de Contreras. Es posible que merezca más atención por quienes ignoran las circunstancias más dolorosas de aquellos episodios. Otros prefieren ignorarlos.

Sabemos algunos que este quejido por las consecuencias de la persecución de Luis Lucia no pasa, en cualquier caso, de ser materia para el debate entre nostálgicos y eruditos. Con todo, las nuevas generaciones deberían conocer y estudiar estos capítulos de nuestra historia reciente, porque de aquella hecatombe absurda e injusta se deriva la indefinición de las líneas de actuación política que han marcado el acontecer colectivo de los valencianos a lo largo de las últimas décadas. Luis Lucia, la Derecha Regional Valenciana que lideró, el Instituto Valenciano de Estudios Económicos que ahora quiere resucitar Rafael Ferrando, la capacidad que demostró la DRV para influir en la CEDA y en la gobernabilidad de España hasta 1936 y la infinita sinrazón que arrasó la Comunidad Valenciana durante la guerra incivil del 36, así como en la posguerra y en los esperanzadores años que van desde el aperturismo de 1957 hasta la desaparición del dictador en 1975, componen un cuadro tenebroso más digno de los pinceles de Solana o Saura, que de la claridad luminosa de Sorolla o Vicente Peris.

La Derecha Regional Valenciana (1930-1936), de la mano de su fundador, ha sido el partido político valenciano con mayor influencia en España, por encima de los blasquitas. En su trayectoria contó con su propia táctica y con sus líderes, que sustentaban su autoridad en la sintonía con la sociedad valenciana. Los empresarios respaldaron aquella opción e incluso participaron en el proyecto, que respondía a coordenadas autóctonas y a una inexcusable defensa de la persona, para configurar su proyección estratégica hacia la capacidad de participar e influir en el gobierno de España.

En esta línea, cabe enclavar el revés sufrido por los partidos políticos de definición nacionalista en las últimas elecciones autonómicas. En virtud de esta opacidad, más de un 8% del electorado de esta Comunidad autónoma se ha quedado sin representación parlamentaria que, probablemente supone uno de los fraudes que, desde la estricta legalidad, amenazan desde hace años la posibilidad de que se desarrolle una opción política influyente con raíces propias en la Comunidad Valenciana.

En el panorama empresarial la irrupción de Francisco Pons, desde la presidencia de la Asociación de Empresarios, ha puesto los dedos en la llaga de las inquietudes económicas de la Comunidad Valenciana. Se inicia un nuevo estilo ligado a otra forma de contemplar el mundo de los negocios y de la responsabilidad social de los empresarios, no siempre compartido por todos.

La política valenciana a lo largo de toda la transición de la dictadura a la democracia ha sido subsidiaria y dependiente de las grandes corrientes ideológicas con capacidad de gobierno. A pesar de los guiños oportunos del Partido Popular estamos ante un reto pendiente de solución.

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