Perfume colonial junto al monasterio de Yuste
EL RELOJERO, diez habitaciones ambientadas con telas, estatuillas y muebles exóticos
De la India, las columnas centenarias y los bancos de sésamo. De Congo, las lombas (estatuillas), el mobiliario de ébano y los tejidos coloristas, imprecisamente geométricos. De Java, los arcones y los espejos en pan de oro. De Murano, por supuesto, las arañas de cristal fino... Y decenas de aguafuertes y serigrafías firmados por Tàpies, Miró y Clavé para dar contraste a este venerable jeroglífico ornamental urdido por un anticuario madrileño sobre las agujas del monasterio de Yuste.
El Relojero es, más que un hotel, la rebotica personal de Juan Ibáñez, propietario de una fábrica de muebles en Indonesia y de la tienda de arte colonial Casa Julia en Madrid. Su idea del buen vivir y la necesidad de espacio donde exponer las mejores piezas de su colección le trajo a este rincón de la Vera, el mismo que acogió cinco siglos atrás a Carlos I y a su relojero Juanelo Turriano, en cuya memoria el establecimiento se olvida del tiempo, pero exige dar cuerda a la reserva de habitaciones con mucha antelación.
EL RELOJERO
Categoría oficial: sin calificación.
Dirección: Paraje de las Majadillas. Monasterio de Yuste. Cuacos de Yuste (Cáceres).
Teléfono: 927 17 23 60. Fax: 915 21 31 37. Central de reservas: 914 47 99 99.
Internet: www.elrelojerodeyuste.com.
Instalaciones: garaje, jardín, piscina, salón de estar, salón con chimenea, restaurante.
Habitaciones: 10 dobles con baño, calefacción, teléfono, minibar, frutas de bienvenida y secador de pelo.
Servicios: no hay facilidades para discapacitados, no admite perros.
Precios: todo el año, 103 euros + 7% IVA; desayuno incluido.
Tarjetas de crédito: American Express, Master Card, Visa, 6000.
Arquitectura ... 8
Decoración ... 9
Estado de conservación ... 8
Confortabilidad habitaciones ... 7
Aseos ... 7
Ambiente ... 7
Desayuno ... 6
Atención ... 7
Tranquilidad ... 10
Instalaciones ... 5
Aquí no hay televisión ni aire acondicionado, sólo el relente que peina la sierra entre las masas de robles y castaños. Reina el silencio poetizado por fray Luis de León que sólo osan quebrar, con el rigor de los maitines y las vísperas, los frailes de Yuste haciendo repicar sus campanas. Razones suficientes para sucumbir bajo el tictac de un ventilador colonial, frente a las grandes cristaleras del salón, decorado con las lámparas vanguardistas, telas de sari y un pilar de madera labrada procedente del templo sagrado de Tamil Nadu, en la India. La piscina, junto al picadero de caballos, reclama la atención durante los meses de verano.
Grifería de diseño
Ataviadas con cortinas de lino y mosquiteras en las camas, las habitaciones destilan también un perfume colonial de ventilador y equipaje de cuero viejo. Ninguna esconde su estufa invernal, a imagen de la que ardía en casa de los Kipling, Thompson o Blixen. Pero aquí los cuartos de baño se permiten el lujo de incorporar grifería de diseño y una rutilante bañera de hidromasaje.
El libre albedrío del huésped determinará cuál le viene mejor a su personalidad: la número 1, con cama marital sobre un frontón japonés; la 2, con muebles indios y colchas de caña adquiridas en Congo; la 3, con un dosel de madera de teca; o quizá la 8, relegada en una casita aparte al fondo del bosque, preferida por muchos gracias a su mayor aislamiento.
Juan Ibáñez propone, cualquiera que sea la elección, un misticismo ermitaño de acuerdo con su óptica romántica del mundo. La misma lente de aumento expuesta a la pericia del otro Juanelo, el relojero imperial.
ALREDEDORES
A PIE, EL MONTE tiene sus vericuetos y umbrías para desgranar las horas a expensas del campanario de Yuste. Y la calma. El monasterio exige una visita sin reloj de sus interiores (en la web www.yuste.org se indican los horarios de visitas). En Cuacos de Yuste, poco más abajo, merece un vistazo la casa de Juan de Austria, así como otras expresiones de la arquitectura popular verata.
A menos de cinco kilómetros se localiza Garganta de la Olla, conjunto histórico-artístico de los siglos XV y XVI. Y ya en coche, a unos 40 kilómetros de distancia cabe disfrutar del parque natural de Monfragüe, surcado por las aguas del río Tajo.
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