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Crítica:TEATRO | 'Borges'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Borges, en la carnicería

La presencia en Barcelona del actor argentino afincado en Francia Marcial di Fonzo Bo está definitivamente ligada al Festival Grec. La primera vez que tuvimos ocasión de verlo fue en 1986, con una prodigiosa interpretación de Ricardo III, de Shakespeare, montaje con el que el prestigioso director alemán Matthias Langoff daba la alternativa a un joven grupo de actores recién licenciados entre los que Di Fonzo Bo destacaba como una fuerza incontrolable de la naturaleza.

Di Fonzo Bo regresa ahora con un monólogo en el que, por un lado, repite director, Matthias Langhoff. Y, por el otro, retoma su casi obsesión argentina. Jorge Luis Borges, directa o indirectamente, es el motor del monólogo.

Borges

De Rodrigo García. Dirección y escenografía: Matthias Langhoff. Intérprete: Marcial di Fonzo Bo. Esculturas: Jean Wirth. Pintura: Catherine Rankl. Mercat de les Flors. Barcelona.

Espléndido, sin duda, el texto, que tiene mucho (o casi todo) de autobiográfico. Rodrigo García, cuyo primer trabajo fue el de ayudante de carnicero en el negocio familiar, narra el encuentro de un joven aprendiz de escritor (y de carnicero) con Borges, el autor al que admira, por el que ha pasado dos años leyendo a Schopenhauer y a Séneca. El texto tiene en común con los otros que Rodrigo García y La Carnicería han presentado en el Mercat un sorprendente potencial poético de una poesía sin trampas, radical.

Del contraste entre el montaje de Langhoff y los que García crea con La Carnicería surge, precisamente, la única duda importante. Porque donde La Carnicería presenta un teatro de la realidad, casi una instalación de objetos hallados, Langhoff cae en todas las trampas del teatro mimético, desde la cuarta pared al fingimiento. Langhoff se interpone entre el actor y el espectador, y es una lástima, porque lo que se vislumbra es una espléndida actuación, un texto brillantísimo y, a su alrededor, no otra cosa que cartón piedra, la falsedad de una escenografía que no es metonimia sino plagio de una trastienda de carnicería. García exige otro enfoque, tanto como exige mayor libertad escénica un actor como Fonzo Bo, un auténtico caballo desbocado.

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