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Crítica:CANCIÓN | Milton Nascimento
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una generosidad conmovedora

Su música es generosa. Probablemente no haya un cantante y compositor en el mundo que escriba canciones con tanto espacio para los instrumentistas. Milton Nascimento no es un artista que se hace acompañar por músicos, es un músico. Se siente feliz cuanta más gente hay a su alrededor, hasta el punto de incentivar que otros canten, y está orgulloso de los músicos que lleva en su actual banda.

Para explicar lo que le une a ellos recurrió a una expresión aprendida de los indios durante un viaje por la Amazonia: txa, que significa más que amigo, más que hermano, la mitad de mí que vive en ti y la mitad de ti que vive en mí. Lo intentó contar en español y luego se giró, brazos abiertos, hacia sus músicos.

Milton Nascimento

Milton Nascimento (voz y guitarra), Kiko Continentino (teclados), Telo Borges (teclados y guitarra), Wilson Lopes (guitarra), Widor Santiago (saxos y flauta), Gastão Villeroy (bajo), Lincoln Cheib (batería), Marco Lobo (percusión) y Marina Machado y Helder Canto (voces). Patio Central de Conde Duque. Madrid, 1 de julio.

Comenzaron las dos horas de concierto con Tudo que você podia ser, de aquel Clube da esquina con el que arrancaba en 1972 una de las historias más fascinantes de la música popular. La síntesis única de Brasil, América hispana, Beatles, jazz y rock, ligada a una voz estremecedora y una generación brillante. La de Toninho Horta, Wagner Tiso, Lô Borges, Beto Guedes...

Casa aberta sirvió de presentación para Marina Machado. Sus pasos de baile se inspiran en un primitivo candombe, fiesta entre religiosa y profana que se ha conservado en una pequeña comunidad negra de la sierra próxima a Belo Horizonte, la capital de Minas Gerais. Herencia cultural de esclavos africanos. Igual que esos vigorosos tambores, menos festivos que los de Bahía -Bahía tiene mar, Minas es tierra de montañas-, que nunca han callado.

Escalofríos

En Tristesse, el timbre de la voz de Marina Machado llegó a producir escalofríos. Viene del rock y del teatro, y cantó con resonancias mediterráneas Going to California, de Led Zeppelin, unido a Pablo, una hermosa canción infantil de Milton. Veracruz es una de esas composiciones amplias del brasileño con las que disfrutan los grandes músicos de jazz: Herbie Hancock, Pat Metheny, Ron Carter, Jack de Johnette o Wayne Shorter, el saxofonista estadounidense que le ha convidado al homenaje que le van a tributar en París dentro de unos meses.

Le siguió una Lília espectacular. Ese falsete privilegiado de Milton con el que no han podido sus achaques de salud -estuvo muy enfermo y parece algo cansado, sacando fuerzas de donde escasean-. Con un enorme saxo soprano de Widor Santiago, que ya había dejado huella al tenor, y un Marco Lobo con notables recursos percusivos. Por no hablar de la rítmica impecable de Cheib o los acordes disonantes de Continentino. De Lília dijo Milton que no tiene letra porque no existen palabras en el diccionario, ni en idioma alguno, que se aproximen siquiera a lo que fue su madre adoptiva, la mujer que lo crió y la primera a la que escuchó cantar.

Tres voces femeninas se oyen en su último disco, Pietá. Marina Machado lo ha dejado todo para viajar ahora con él; Simone Guimarães y María Rita Mariano -hija de Elis Regina- quedaron en Brasil ocupándose de sus propios discos. La memoria de Elis, que lanzó a Milton Nascimento a mediados de los sesenta, se hizo presente en canciones como Morro velho o esa postrera María María, que representa a tantas mujeres con fe en la vida. A Lília, y a todas las que le enseñaron a cantar, está dedicado Pietá. Milton se lo debía.

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