Pues enseñemos religión
Le vengo dando vueltas y más vueltas a ese turbio asunto: la enseñanza de la religión. Y concluyo, en mi soliloquio desconsolado, que más vale ponerse a la tarea. Así que, aprovechando que la Consejería de Educación está en manos del PSOE, y pronto acaso de la coalición radical de todos los rojos malísimos, he comenzado a elaborar un programa de emergencia, a modo vacuna, con la que al menos los escolares andaluces reciban una correcta dosis de preparación.
De partida, propongo unos comentarios de texto, poca cosa, como de éste: "En el quemadero público estaría puesto un palo y se le requeriría se convirtiese a nuestra santa fe católica y evangélica, y no lo haciendo fuese en cuerpo quemado vivo hasta que quedase convertido en senisas (...) Y viendo que no daba indisios de reducirse y que solo lloraba por miedo de la muerte, se le pegó fuego a mucha cantidad de leña que había al pie dél y(...) se arrojó al dicho reo encima del dicho quemadero (y) desía siempre, procurando huir, lo dexasen vivir (y) biendo su contumacia, lo arrojó el executor encima de la hoguera (...) y habiéndole buelto a arrojar con un cordel atado a los pies (y) se quemó el cordel y bolbió a salir de ella y a arrojarse del quemadero abajo, donde uno de los soldados le dio con un cañón del mosquete y lo atolondró y se volvió a echar en las llamas vivo(...) donde se quemó y convirtió en senisas, la cuales con una pala se esparcieron por el aire". Este edificante espectáculo tuvo lugar en Sevilla, un 2 de diciembre de 1693, muy cerca de donde hoy se levanta el teatro Lope de Vega. Así se produjeron entre mil y mil quinientos casos, en tres siglos de Inquisición, sobre judaizantes, luteranos, alumbrados, bígamos, blasfemos, monjas milagreras, frailes libidinosos...
Este otro es muy bueno para comprender la verdadera condición moral del Abraham, el gran profeta común a las tres religiones monoteístas: "Hubo entonces hambre en la tierra y descendió Abraham a Egipto para morar allá. Cuando estaba para entrar en Egipto dijo a Sara, su mujer: Ahora conozco que eres mujer de hermoso aspecto, y cuando te vean los egipcios me matarán a mí y a ti te reservarán la vida. Ahora, pues, di que eres mi hermana, para que me vaya bien por causa tuya (...) Y fue llevada la mujer a casa del Faraón, e hizo bien a Abraham por causa de ella, y tuvo ovejas, vacas, asnos, siervos, criadas, camellos (...) Sara, mujer de Abraham, no le daba hijos, y ella tenía una sierva egipcia que se llamaba Agar. Dijo entonces Sara a Abraham: Ya ves que Jehová me ha hecho estéril. Te ruego, pues, te llegues a mi sierva(...) Y él se llegó a Agar, la cual concibió (...) y el hijo se llamó Ismael". (Finalmente, cuando Sara queda encinta, ya muy mayor, Agar e Ismael son expulsados de la casa).
Estos son más recientes: "La fiscal acepta el despido de una docente de religión por su militancia política". "El arzobispado de Valladolid deberá explicar a la juez un desfase de 600.000 euros" (caso Gescartera). "El portavoz vaticano contradice al Papa al justificar la guerra". "El cardenal Rouco afirma que la pena de muerte es ilegítima..., si no es imprescindible" . Y así.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.