El amor necesario

Sería por el reciente inicio de las vacaciones estudiantiles o por la predisposición de los madrileños a buscar cualquier excusa para pasarlo en grande, el caso es que la plaza de toros de Las Ventas concentró la noche del jueves un ambiente eléctrico y optimista. Pero la razón más importante para ambiente tan distendido y participativo se encontraba en el escenario, donde el cuarteto mexicano Maná desgranó las canciones de su disco Revolución de amor, alternándose con una selección de lo más destacado de su repertorio anterior.

El coso taurino estaba a reventar. Justo lo que permite el aforo legal, en torno a las 20.000 personas, que acudieron sin más pretensión que pasarlo bien y cantar con Fher y compañía unas canciones que saben de carrerilla. El buen rollo entre el público y su comunión con el grupo es lo más destacable de un acontecimiento de estas características. Podía decirse que el de Maná fue el primer concierto oficial del verano, habida cuenta de que el celebrado 24 horas antes por la Cadena MTV con artistas como OBK, Jarabe de Palo o Piratas no respondió a las expectativas de llenazo que pretendían sus organizadores.

El caso es que Maná arrasó Las Ventas con un ejercicio de sencillez. No es poco mérito, en tiempos en que se valora más la megaproducción y la carcasa que el talento. Maná no dice grandes cosas -eternas vueltas al amor-, su música no rompe ningún molde -rock latino heredado tanto de Santana como de grupos compatriotas que salieron antes, con algunas referencias obvias al reggae, al ska, el tropicalismo y la ranchera- ni su cantante es especialmente ducho, pero se han convertido en uno de los grupos más vendedores de la historia del rock en castellano.

Lo no perfecto

Tal vez la clave de su éxito resida en esa proximidad que desprenden esas letras de amor que más parecen escritas por un bisoño adolescente con pretensiones de poeta, y esas maneras, casi patosas, de su cantante Fher campando por el escenario. Es la sana identificación con lo no perfecto.

Pero los Maná tienen en su haber un discurso próximo a planteamientos progresistas que no dudan en evidenciar. Una gran foto del Che destaca a un lado del escenario y mientras le cantan al ecologista brasileño sospechosamente desaparecido Chico Mendes (Cuando los ángeles lloran) y aprovechan para apostar por Lula. Hay delirio final con traca de fuegos artificiales incluida, pero el concierto tuvo sus momentos más álgidos cuando apareció en escena el italiano Zucchero y el granadino Miguel Ríos. Baila morena fue coreada con tanta pasión que puede que su eco llegara hasta la Guadalajara mexicana de la que provienen los Maná. Con Ríos entonaron un emotivo Poder vivir sin aire. Miguel Bosé también pasó por el escenario, pero su contribución se diluyó con una canción de su repertorio poco conocida, Si tú no vuelves. Una gran bandera con el símbolo de la paz sirvió a Fher para echar el telón del concierto, cuando aún se olía la pólvora de la cohetería. Y el All you need is love de los Beatles estalló en la megafonía.