La belleza inexplicable
Había una insólita expectación anteanoche. Ocurre ya en raras ocasiones, porque cada vez es menos frecuente la presencia de un flamenco que suscite de esa manera la apetencia de sus colegas por verle. De pronto, Farruquito, gitano de 20 años, miembro de una casta gloriosa del baile jondo, empieza a ser noticia por las excelencias de su arte, y ya están todos los flamencos aquí desasosegados y ansiosos por verle, sabiendo -no sé cómo, pero lo saben- que van a asistir a algo grande.
Y fue así, pero antes debo dar cuenta de que el cartel lo abrió un grupo de Morón llamado Son de la Frontera, que lidera Raúl Rodríguez, cambiando su guitarra habitual por el tres cubano, un instrumento de tres pares de cuerdas que se toca con púa y que él incorpora al flamenco. Hacen una música basada en su totalidad en aquellos inolvidables sonidos de Diego del Gastor, y una música interesante, en la que al principio nos cuesta un tanto entrar pero que después -las siguiriyas, las bulerías- acaba enganchándonos.
Flamenco Pa'Tós
Son de la Frontera (grupo). Carmen Linares (cante), con Paco Cortés y Miguel Ochando (toque). Farruquito, con El Farru y El Barullo (baile), El Canastero y La Tana (cante) y Román Vicente y El Perla (toque). Colegio de Médicos. Madrid, 25 de junio.
Carmen Linares hizo un concierto un tanto convencional, porque se centró en estilos de su repertorio más clásico, como las alegrías, los aires de Lucena y Ronda, las siguiriyas... Sobre todo las siguiriyas, aquella letra popular del porecito Ponce que en Lima murió, con el maravilloso remate por cabal del ábrase la tierra. Bien Linares.
Lo que hace Farruquito en el baile es inexplicable. Tiene un duende, algo especial que da a su estampa belleza de iluminado casi irreal. Porque además es cierto que físicamente tiene un atractivo poco frecuente, como no hace mucho proclamaba una publicación de no sé dónde. Pero ver bailar a Farruquito en una noche suya de inspiración -y esta noche lo fue- es un espectáculo que a nadie puede dejar indiferente. Hoy nadie sale bailando así, y no me refiero sólo a la impotencia física de quien no sea un atleta del calibre que Farruquito debe ser. Es más importante el concepto del baile, unas formas de crear armonía con un cuerpo que tiene que haber nacido para esto. Farruquito ha hecho realidad el milagro de refrescarnos el baile de su abuelo joven, que en aquellos tiempos causaba ya el pasmo de aficionados y no aficionados.
Uno se queda perplejo: ¿pero es posible? Sí, es posible porque lo hemos visto. Y ante Farruquito pensamos en el baile de hace siglos, cuando faltaban siglos para que el flamenco existiera. Y en el baile de ahora mismo, de todos los tiempos, del siglo XXI también.
Babelia
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