El inventor compulsivo
Un cordobés prepara dos empresas tras 30 años fabricando artilugios
Francisco García Leal no ha parado de fabricar artilugios desde que era muy pequeño. Este vecino de Fernán Núñez (Córdoba), de 37 años, ni siquiera quiso esperar a una formación académica formal y a los siete años ya diseñó una plancha que llevó como trabajo de manualidades al colegio. Lleva 30 años fabricando aparatos de todo tipo, hasta un total de 22 proyectos, muchos de ellos patentados. Ahora prepara la creación de dos empresas: Microsensory en Fernán Núñez y Litsur Technology en La Carlota, ambos municipios cordobeses. La primera se dedicará a la fabricación de los proyectos que ya están en marcha y la segunda se centrará en desarrollo tecnológico e innovación, abriendo las puertas a otras empresas que quieran aportar ideas para proyectos conjuntos.
Francisco García ha dado este paso después de trabajar hasta hace poco más de un año en la casa de sus padres, con escasos medios y espacio. Hasta ahora, aportaba las ideas, el diseño, el prototipo y subcontrataba la fabricación. En breve, cuando termine los trámites de las nuevas empresas, podrá fabricar sus propios aparatos en Fernán Núñez y colaborar con otras empresas en desarrollo tecnológico en La Carlota. Dice que algunas empresas le han intentado contratar: "Prefiero tener mi propia firma y apoyar a otras personas interesadas en innovación", replica. En estas dos empresas invertirá unos 180.000 euros. Y de los dos millones que facturará este año, obtendrá unos beneficios del 40%, que invertirá en maquinaria.
Muchos años atrás, cuando aún era un chaval, este inventor compulsivo estableció emisoras de radio cuando la Frecuencia Modulada estaba menos saturada. Antes de realizar el servicio militar, a los 17 años, fabricó una máquina clasificadora de ajos según su peso.
En aquella época, cualquiera que pasara apuros con los electrodomésticos acudía a Francisco García. Con el dinero que ganaba compraba componentes para sus proyectos. Tras volver del servicio militar, comenzó a trabajar como reparador de televisores, pero tenía problemas para cobrar a la gente, por lo que se dedicó en serio a construir aparatos que sirvieran a otras empresas. Construyó un sistema de impresión de la fecha de caducidad en productos. Se lo vendió a Bimbo y otras empresas, según cuenta.
Al mismo tiempo empezó a trabajar con la ONCE. Hizo un dado para ciegos, un detector de luces encendidas y una especie de ratón lector para ampliar las imágenes de los libros y facilitar la lectura. Recibió un premio internacional del Imserso por el bolilupa, un bolígrafo con una microcámara incorporada.
Pero se dio cuenta de que el mercado de los ciegos, aunque útil, era limitado. Aunque su página web (litsur.com) está plagada de inventos, los resultados económicos no han llegado hasta hace poco, cuando trabajó para numerosas empresas de explotación de cabinas telefónicas para adaptarlas al euro. Fue cuando adquirió un local y dejó de ocupar la casa de sus padres como planta fabril. También realizó un detector de billetes falsos. En una visita a la Casa de la Moneda y Timbre, su máquina dio como bueno un billete de 50 euros que la policía tenía archivado como falso: "Había sido lavado y tenía otra serie de desperfectos por lo que parecía falso, pero no lo era", cuenta.
Otro espaldarazo a su carrera ha sido la venta al Ayuntamiento de Córdoba de un sistema de telecomunicaciones para los contenedores de la capital que avisa a la policía y los bomberos en caso de incendios o recuerda al ciudadano mediante voz el horario de depósito "También se han interesado en Málaga y otras ciudades", asegura.
Estos últimos proyectos, como un sistema de seguimiento de aves, harán que en este año facture unos dos millones de euros. El volumen de trabajo le obliga ahora a constituir las dos empresas y a trabajar en espacios más amplios en los que instalar la cadena de producción. Ya hay tres personas que trabajarán en la empresa con Francisco García, que espera la confirmación de la patente que solicitó hace un año de un parche que se coloca en el brazo y cambia de color si la piel es demasiado sensible al sol o la crema protectora ha perdido su efecto. "He visto en las noticias que una empresa canadiense trata de introducirlo en España, pero creo que no lo tiene patentado", afirma.
El apodo infantil
La pasión que Francisco García Leal ha desarrollado por la fabricación de artilugios le ha valido la sorna que cualquier niño, por un motivo u otro, ha pasado en el patio del colegio. Él no le da importancia. Cree que es normal. Cuando todos los alumnos llevaban cosas sencillas como trabajos manuales, propias de edad colegial, García aparecía con una radio o con un teléfono hecho con cables y el carbón que llevaban las pilas.
Su afición le valió el apelativo de El inventor loco, apodo extraído de unos dibujos animados que emitían cuando era niño y que incluso le llevó a ser más discreto con la publicidad de sus artilugios. "Yo creo que era producto de la envidia", dice ahora que el tiempo le ha dado la razón. La gente ya le respeta y le reconoce.
"Hace poco han repuesto los dibujos animados", comenta entre risas. Se ríe porque, ahora, aquel inventor loco factura al año dos millones de euros y, lo que es más importante para Francisco García Leal, cuenta con éxito empresarial. Más de uno habría querido que le llamaran así de pequeño.
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