Cara de cemento
Megino, en Almería, se queda con Urbanismo. En Estepona, a los exgilistas les dan lo que quieran, menos que toquen el lápiz de la recalificación (ya se sabe: una rayita arriba o abajo, millonarios en una noche de juerga, de amor y compaña). Que se lo digan si no a Pedro Román, otrora brazo armado (político) de Jesús Gil. En Marbella, como Julián Pantoja no necesita apoyos, todo es urbanismo. Todo es propenso a ser recalificado, hasta los urinarios públicos del parque. Si se mira bien, el alcalde tiene cara de cemento.
Pero a lo que iba. El dúo de la bencina, Tamayo y Sáez, no ha hecho más que aflorar la eterna canción de la especulación y el dinero fácil, y más negro que el hollín. Y de eso, en el litoral mediterráneo andaluz se sabe mucho. Y cuando se estudia limitar la construcción de nuevos hoteles, se levantan voces criminalizando a quienes desde la "mesa del turismo" abogan por un crecimiento sostenible, todo lo contrario de lo hecho hasta ahora, con malvados ejemplos en gran parte del litoral de la Costa del Sol donde los sandokanes de turno se montan historias, con regalos de estatuas propias del imperio romano y sembrando de fuentes horribles cualquier rincón. Hay que poner coto a los desmanes millonarios de las recalificaciones. Habrá que vigilar a los políticos amantes del desafuero urbanístico para que no campen a sus anchas los chorizos acostumbrados a moverse en las cloacas del poder. Hay que evitar que se cuelen los mafiosos por la puerta falsa como pretendieron en el Ayuntamiento malagueño y se inventen modelos de ciudad como hiciera aquel ruso, cuyo proyecto, con gran ingenuidad, fue avalado y defendido por Paco de la Torre, que ha conseguido unir en santo matrimonio, en amor y concordia, a los disidentes de Ramírez, incluido él, en un encame político bendecido por Mariví Romero, portavoz del PP en el ayuntamiento. Todo lo contrario de lo sucedido en Jaén. donde el sargento Segovia, también en urbanismo, ha abierto una grave crisis en el PP que, a tenor de lo dicho por la candidata Martínez, sólo es una falta de armonía. Martínez sigue creyendo que los andaluces somos tontos.
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