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Columna
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Sexo y política

Si ha caído usted en este artículo por su titular, esa es precisamente la reacción que se esperaba de usted. Para ser un columnista muy leído, sólo hace falta poner en los artículos las palabras "política" o "sexo", y evitar otras como "amor", o "paz". Un artículo que lleve en su titular el nombre de Aznar, por ejemplo, recibirá cientos de visitas, así que es una garantía de éxito. Lo mismo ocurre con el sexo, incluso en sus manifestaciones más puramente fisiológicas, de tal forma que si titulamos un artículo con la palabra "menstruación", por ejemplo, recibiremos de igual forma otros tantos cientos de visitas.

Hagamos la prueba. Cuando hablo de "visitas", lo hago refiriéndome a la Edición Digital de EL PAÍS, que tal vez esté leyendo usted. En las estadísticas de la columna se puede observar la cantidad de veces que ésta ha sido visitada. ¿Es suficiente con escribir en esta columna "sadomasoquismo", o "tránsfuga", elevando ambas palabras a la misma categoría obscena, para que muchos se fijen en ella? Nunca el sexo y la política han estado tan relacionados como temas de máximo interés. Siguiendo con esta hipótesis, si yo escribo en este artículo la frase: "Lujurioso escándalo de travestismo partidista en las cópulas políticas", a muchos les podrá parecer que he cometido una errata, que me he expresado mal, o peor aún, que me he expresado perfectamente, pero no se trata ni de una cosa ni de otra, sino de un experimento científico.

El laboratorio mediático donde probar la teoría con una demostración fidedigna es la propia Red. Hasta hacía poco, si uno buscaba en Internet: "Bush fumando con Aznar en la Casa Blanca", aparecía ante sus atónitos ojos una nota del buscador que le informaba: "Quiso usted decir Bush follando con Aznar en la Casa Blanca", y, a continuación, miles de páginas muy visitadas citaban el tema. La broma ha sido ya censurada, de tal forma que si buscan ahora: "Bush follando con Aznar en la Casa Blanca", tal vez se encuentren solamente con mi artículo -dando fe de la censura-, y yo tenga nuevos lectores.

Así que esta columna puede, en cierta forma, compararse a una apuesta. Según los resultados que haya obtenido en las estadísticas de la noticia, se podrá juzgar si la hipótesis expuesta ha quedado -o no- demostrada. Antes de que sea editado, en su versión impresa y en su versión digital, ya sospecho que si hubiera tratado en este artículo del amor hacia los ancianos, de la reinserción de los drogadictos y los delincuentes juveniles, de los animales en peligro de extinción, o, simplemente, del derecho a una muerte digna, el tema hubiese sido considerado de menor interés. Cabe la posibilidad lógica de que algunos columnistas con escasez de lectores recurran al manejo de la palabra "sexo" o la palabra "política" para recuperar una ingente cantidad de público perdido.

Por mi parte, todavía me queda una carta en la manga, como buen tahúr, para conseguir aún más lectores. Sólo es necesario que añada, a los dos términos anteriores, un último vocablo. La palabra "gol".

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