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Entrevista:PABLO ARANDA | Novelista | Signos

"Siempre me ha atraído ese mundo que no me contaban"

Pablo Aranda (Málaga, 1968) ha publicado recientemente la novela La otra ciudad (Espasa). Esta obra, que resultó finalista del Premio Primavera de Novela de 2003, tiene como protagonista a Paco, un joven reservado y sensible que intenta hallar una rendija de luz en su vida deprimente en un barrio obrero de una ciudad andaluza. Paco se aferra a la amistad y al amor para salir del hoyo. Licenciado en Filología Hispánica, Pablo Aranda trabaja como educador de menores que cumplen condenas en régimen abierto. Anteriormente, fue profesor de español en la Universidad de Orán (Argelia). También trabajó durante dos años en una residencia de enfermos mentales.

Pregunta. ¿Qué le ha aportado su trabajo como educador de menores?

Respuesta. Me ha ayudado a conocer una de las capas marginales de la sociedad y muchos de los ambientes que he tratado en el libro. Muchos de los personajes del libro y de los escenarios corresponden a situaciones que son totalmente reales. Mi trabajo me ha permitido entrar en sus casas, hablar con sus familias, conocer su historia con cierta profundidad, verlos como niños chicos, con su sensibilidad... Al final, comprendes cómo llegan a eso. Con esa situación, ¿qué vas a esperar? Ahora les doy clases para que obtengan el graduado escolar. La otra ciudad la acabé hace dos años, antes de trabajar con menores. Mi trato como profesor me ha confirmado lo que escribí.

P. También tuvo un contacto importante con el mundo árabe al trabajar en la Universidad de Orán.

R. En el curso 1991-92 llegué a Argelia, y a las dos o tres semanas suspendieron el proceso electoral tras la victoria del FIS. Salí de allí el 29 de junio de 1992, que es cuando mataron al presidente. Lo que más aprendí fue a estar solo. El árabe que había aprendido en la Facultad de Filología Hispánica de la Universidad de Málaga no se correspondía con el árabe que hablan allí. Sin embargo, me sirvió para hacer amigos cuando estos argelinos vieron que un extranjero se interesaba por su lengua y cultura.

P. ¿Su labor en una residencia de enfermos mentales le enseñó mucho de las personas?

R. Trabajé allí entre 1998 y 2000. Era una residencia de Málaga. Hubo una reforma psiquiátrica. La gente con problemas de salud mental salió a la calle. Se montaron pisos asistidos para aquellos que no podían estar con sus familias. Estuve trabajando 40 horas a la semana ayudando a un grupo de enfermos mentales que vivía en un piso. Fue un trabajo muy divertido. Los enfermos mentales son adultos con sus brotes y sus periodos de lucidez. Los límites entre lo real y lo irreal no están muy claros en ellos. Que tú les trates de igual a igual te lo agradecen una burrada.

P. ¿Desempeñar estos trabajos responde a la casualidad, a la búsqueda de experiencias o al afán de servicio a los más desfavorecidos?

R. Hay un poco de todo. Vengo de un mundo nada marginal. Estudié en un colegio de jesuitas. Siempre me ha atraído ese mundo que no me contaban, pero que sabes que está ahí. Eso provocó que fuera a la India unos meses o que buscara ese mundo en mi propia ciudad. He desempeñado esos trabajos en parte por servir a los demás y en parte por conocer las distintas piezas que forman el rompecabezas de la realidad.

P. ¿En qué ciudad se ha basado al retratar el escenario de su novela?

R. Tenía un mapa mental situado en Málaga, en una zona marginal del centro de la ciudad. Con todo, creo que el escenario de la novela sirve para Sevilla o para cualquier lado. Se trata de una zona que está cambiando. Son casas antiguas y las están tirando. Hay especulación inmobiliaria. Como si se tratara de un juego de monopoly, los especuladores compran y venden, quitan y ponen y se olvidan de que debajo de las casillas hay personas. Es un ambiente sórdido. Es como un laberinto del que es muy difícil salir, pero que tiene salidas.

P. El protagonista tiene ante sí un panorama oscuro.

R. Paco tiene un perfil perfecto para ser un toxicómano a los 17 años. Ayudado por su sensibilidad, construye un mundo imaginario que amolda a sus deseos. El punto de partida de la novela es una imagen. El último mes que trabajé con enfermos mentales comí en un bar con tres pacientes. Era junio. Tras la comida, los cuatro cruzábamos unos solares. Me imaginé que éramos gente que había crecido en ese barrio. Pensé que un enganchado que nos pidió un cigarro había sido el que nos había amargado la vida en la infancia, que había sido el chulo del barrio.

P. Paco se refugia en el amor y en la amistad para huir de la sordidez que le rodea.

R. Paco se fabrica un paraíso. La inmigrante marroquí Nadia le salva a él, pero Paco también salva a Nadia. Es lo que dice la cita de Italo Calvino que encabeza la novela: "El infierno de los vivos no es algo por venir; hay uno, el que ya existe aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Hay dos maneras de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de dejar de verlo. La segunda es arriesgada y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que dure, y dejarle espacio".

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