El mejor Offenbach
Terpsícore, la musa del canto, ha aterrizado en Barcelona. En poco más de un mes se estrenan tres montajes teatrales con el mismo sello musical -aunque visto de muy distinta forma-. Offenbach, considerado uno de los mejores autores de opereta, se ha apoderado de la ciudad. No es nada nuevo. A mediados del siglo XIX Offenbach ya triunfaba en los teatros estivales del paseo de Gràcia. Se presentaron tres o cuatro versiones catalanas e incluso se inauguró un café cerca de La Rambla que llevaba por nombre el título de una de sus piezas musicales, Ba-ta-clan, café mencionado por Serrat en una de sus canciones.
Yo no conocí el café Ba-ta-clan, pero sí que recuerdo el impacto que causó hace cosa de 20 años La bella Helena del Lliure. El nebot d'Offenbach es una nueva propuesta que se puede ver hasta el 22 de junio en el Nou Tantarantana. Lo firman Pere Sagristà como director de escena y Mercè Baiget como directora musical, más un tropel de 10 cantantes de escuela lírica y tres músicos: un piano -Jorge Carrasco-, responsable también de la dirección musical; una flauta -Jorge López- y un violín -Joan Maria Martí- capaz de entrometerse en la pieza más descabellada y sumarse al coro sin desentonar. Todos tienen una vis cómica sorprendente, algo imprescindible para que el público entre en el juego que Sagristà y Baiget proponen.
'El nebot d'Offenbach' es un conjunto de piezas del autor que muestran lo más descarado y sarcástico de su obra
Lejos de los grandes presupuestos, de la promoción y de los nombres consagrados, lo que vi en el Tantarantana no tiene nada que ver con lo que últimamente se presenta en los grandes teatros. El espacio escénico estaba prácticamente desnudo. Se veían las paredes del escenario con sus hilos colgando y sus cañerías retorcidas, todo pintado de negro. En el centro, un banco de un antiguo cine y algunas sillas dispersas. Nada más. "No engañamos a nadie", comenta Mercè. Y es bien cierto. Lo que prima allí es la música, la voz de los cantantes, su manera de interpretar las locuras del autor, un vestuario cuidadísimo, rayando en la filigrana. Y el público, que se lo pasa pipa, lo agradece.
Hace años que Pere Sagristà se mueve en el ámbito de la opereta y, casualmente, hace poco impartió un curso en el Institut del Teatre de Terrassa. Escogió a Offenbach y se dio cuenta de las múltiples posibilidades escénicas que ofrecía el compositor. Llamó a Mercè y se pusieron manos a la obra. Eso es sólo el comienzo, la idea es la de montar una compañía estable de opereta como las que ya existen en las grandes capitales europeas. "No tengo prisa -afirma-, hace años que trabajo en esto. Soy una rata de biblioteca y he investigado sobre la opereta inglesa, la zarzuela catalana... Tengo una base de datos del teatro del siglo XIX en Barcelona. Pero soy consciente de que no me voy a ganar la vida así. Lo hago porque me apasiona la opereta".
El nebot d'Offenbach es un conjunto de piezas del autor que muestran lo más descarado y sarcástico de su obra. Sagristà ha hilvanado esas piezas sin necesidad de un argumento o de personajes concretos porque, dice, la música de Offenbach es teatral en sí misma. Las piezas se cantan en el francés original, pero se ha permitido la licencia de incorporar un ripioso y divertido texto en catalán. Se trata de una parodia teatral que un dramaturgo de la Barcelona del siglo XIX escribió para el público aprovechando la música y la popularidad del compositor francés. "Se dice que Offenbach hacía crítica de la sociedad, pero lo que realmente hacía era música, el texto lo dejaba a los libretistas. A mí me ha cautivado esa música, y por eso lo presento como un espectáculo musical irónico y sarcástico", comenta Sagristà. "Ser irónico no es ser vulgar -añade Mercè Baiget-, Mozart podría serlo, pero Offenbach no tiene ni una nota que no sea elegante. Aquí no cabe el mal gusto".
El nebot d'Offenbach es una coproducción del Teatre Bartrina de Reus. La mayor parte del presupuesto se va en vestuario porque las piezas son de anticuario. El Liceo les ha cedido los zapatos y el Bravium Teatre de Reus buena parte de esas casacas y miriñaques de época que contribuyen a dar solera al espectáculo, todo bajo la supervisión de Teresa Sil. "Emular un vestuario de época puede llegar a ser un auténtico desastre; por eso hemos recurrido a las piezas auténticas". Lo divertido es que sobre una base cada cantante va incorporando piezas de vestuario y el personaje se transforma sin apenas darnos cuenta. La hora que dura el espectáculo se hace corta. Se nota que los cantantes (lo cierto es que todo el equipo) disfrutan de lo lindo y, sobre todo, se nota que trabajan cómodamente: no están supeditados a una empresa (en realidad trabajan por amor al arte), ni están obligados a mantener un lleno cada noche (aunque vayan a taquillaje). Su obligación es meramente artística. Y eso se nota en sus poros, en cada gota de sudor. Les mueve la ilusión y las ganas de continuar trabajando en otros futuros proyectos de esta índole. De momento no están previstos los bolos, así es que quien quiera disfrutar de un buen Offenbach deberá desplazarse a la calle de les Flors de Barcelona, una buena excusa, también, para dar un garbeo nocturno por el barrio del Raval. Vale la pena.
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