Tarde fresquita
Lo mejor fue la temperatura que se quedó en Sevilla a partir de las siete y media de la tarde. Una brisa espantó el calor agobiante de los últimos días y permitió asistir a la novillada con la comodidad de épocas ya casi olvidadas.
No hubo toreo, es verdad, pero sí oportunidad de admirar la Giralda que se asoma por encima del tejadillo de La Maestranza. La visión es admirable y razón de peso por sí sola para visitar esta plaza en tardes como la de ayer.
No hubo toreo, es verdad, porque los novillos de Cebada Gago no fueron los más apropiados. Unos, porque desarrollaron genio y brusquedad, y otros, por falta de casta y abundante sosería. Alguno embistió en la muleta con nobleza, caso del tercero, que fue aprovechado a medias por el novillero de turno.
Cebada / Romero, Castillo, Perera
Novillos de Herederos de Cebada Gago, bien presentados y bravucones; noble el 3º y sosos y descastados los demás. Ángel Romero: silencio en los dos. Antonio Castillo: ovación y palmas. Miguel Ángel Perera: ovación tras aviso y ovación. Plaza de La Maestranza. 15 de junio. Novillada de abono. Algo menos de media entrada.
Los chavales de hoy aprenden a torear sobre la base de la tauromaquia moderna. Y así deberá ser, pero este toreo es vulgar, no emociona y se olvida antes de que finalicen los muletazos. A la vista de las circunstancias, un vistazo de vez en cuando a la Giralda y un esfuerzo continuo para recordar algo de lo sucedido en el ruedo.
Ángel Romero, por ejemplo, dio muchos pases ante su soso primero y el noblote cuarto, pero da la impresión de que lo han equivocado en el aprendizaje. Unos naturales finales en su segundo fue lo único destacado de su actuación. Por lo demás, se coloca mal, retrasa la muleta y pasó muy desapercibido. A Castillo tampoco le faltó el valor. A los dos suyos recibió de rodillas en la puerta de toriles y salió airoso del encuentro. Muleta en mano, solventó con más voluntad que acierto la brusquedad de su primero y la dificultad del quinto. Dio mejor impresión Miguel Ángel Perera, y toreó con temple por ambas manos a su primero, pero aburrió a todos por su pesadez en una faena muy larga en la que se mezclaron momentos interesantes con otros muy vulgares. En el sexto, manso y parado, sólo pudo derrochar voluntad.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.