Vídeo y danza se unen en Venecia por los japoneses de Dumb Type

La Bienal de Venecia, en su apartado de danza, contó anteayer con un estreno sorprendente de interacción entre el vídeo y la danza contemporánea, a manos del grupo japonés residente en Kioto Dumb Type. La obra, Memorándum, ya ha pasado con éxito por escenarios de Francia y Norteamérica, y ha sufrido, desde su estreno en Tokio en noviembre de 2000, una serie de cambios procesales hasta llegar a esta versión, acoplada a la perfección entre sonido electrónico, videoarte y movimiento, con la expresa sugerencia de superponer virtualidad a la acción bailada. Como en los otros trabajos de Dumb Type, esos procesos son visibles y se recurre a implicar sutilmente al espectador, generando una serie de rápidos clímax y anticlímax sucesivos.

Dumb Type se fundó en 1984 y su animador principal, Takao Kawaguchi, es un hombre respetado en el ámbito del arte actual en museos y galerías (vinieron al Reina Sofía en 1991 y al Festival de Otoño en 1999 y también visitaron Sevilla con versiones precedentes de esta obra en 2000), desarrollando un estilo especial y depurado de instalación animada. El resultado es un calculado equilibrio entre las proyecciones y el trabajo corporal, con incidencia de imágenes manipuladas de gran impacto plástico.

Memorándum, que se apoya en una cita de Jorge Luis Borges, se estructura en ocho secciones, donde se juega con la idea de anticiparse a los hechos o presentirlos. Las imágenes de vídeo son de Shiro Takatani, Takayuki Fujimoto y Hiromasa Tomari, y algunas recrean la acción mientras otras recurren a la tecnología infográfica y a las posibilidades del ordenador. La arquitectura, siempre presente en los trabajos de Kawaguchi, encuentra en este último espectáculo una vía expresiva peculiar con las modulaciones constructivas que a la vez sirven de pantallas de proyección.

Sobrio, contenido, con un ritmo capaz de entrampar al espectador desde el hieratismo, citando con propiedad a Pina Bausch y a Cunningham, Memorándum expone sus propias claves y propone una relación más seria, si cabe, entre el vídeo y el baile, eleva al primero de ser simplemente decoración escenográfica y lo sitúa en paridad con la danza.