La Real naufraga en Vigo
El conjunto donostiarra sufre una pesadilla en Balaídos y ve reducidas a la mínima expresión sus aspiraciones al título
A los diez minutos, a la Real se le cayó la Liga encima. Primero, le dio el susto Ronaldo, con un gol tempranero e intimidador en el Vicente Calderón. Después, Mostovoi acudió con el verduguillo. Su primer gol estuvo lleno de fortuna: un disparo que golpeó en Edu, que escapaba del fuera de juego, y que sorprendió a Westerveld. El segundo, una obra de arte, un cabezazo de ratón avispado del área, en plancha, anticipándose a su marcador, como si le fuera la vida en ello. Ahí se le fue la vida a la Real que nunca fue el que era, que nunca se pareció a quien fue.
Todo lo indeseado se le acumuló a la Real en unos instantes. Los primeros de la primera parte, cuando el Madrid acumulaba goles y el equipo donostiarra encajaban un tanto inesperado. Los primeros de la segunda mitad, cuando la Real quería pisar el acelerador y el zar, el ilustre, casi el único delantero activo del Celta decidía sentenciar el partido con la cabeza.
CELTA 3 - REAL SOCIEDAD 2
Celta: Cavallero; Velasco, Berizzo, Sergio, Sylvinho; José Ignacio, Luccin, Giovanella; Edu (Vagner, m. 87), Mostovoi (G. López, m. 90); y Mido (Jesuli, m. 72).
Real Sociedad: Westerveld; López Rekarte, Kvarme, Jauregi, Boris; Karpin, Xabi Alonso (Mikel Alonso, m. 76), Aranburu (De Paula, m. 58), De Pedro; Nihat y Kovacevic (Khokhlov, m. 40).
Goles: 1-0. M. 10. Jugada de Luccin por la izquierda, cede a Mostovoi que dispara desde fuera del área y el balón roza en Edu sorprendiendo a Westerveld. 2-0. M. 49. Centro de Velasco desde la derecha y cabezazo en plancha de Mostovoi. 2-1. M. 65. Centro de De Pedro desde la derecha y Nihat empuja a la red. 3-1. M. 70. Envío de Velasco que toca Westerveld y Mido marca a placer. 3-2. M. 82. Centro de De Paula y cabezazo de NIhat.
Árbitro: Megía Dávila. Amonestó a De Pedro, José Ignacio, López Rekarte, Berizzo, Mido, Velasco y Cavallero.
Unos 31.000 espectadores en Balaídos con presencia de unos 8.000 aficionados de la Real Sociedad.
Al Celta le vino Mostovoi a ver en una acción puntual, tan inteligente como afortunada, cuando el partido estaba loco, cuando la jornada enloquecía y caían los goles en el Manzanares como frutas maduras.
Se esperaba un Celta defensivo, agazapado, pero también un Celta revolucionado, que le imprimiera al partido un ritmo frenético. Algo así como meter el partido en un microondas y esperar a que coja calor. La Real tenía que superar la prueba de la ansiedad, la que le hundió frente al Valencia, dos semanas antes, la que anunciaba Denoueix, como la prueba del algodón para saber si su equipo sería capaz de ser él mismo, el que ilusionó la Liga, el que juega de memoria.
Pues no. A la Real se le volvió el partido en contra. Xabi Alonso, por incapacidad en el centro del campo, habitaba muy lejos del área y sus inmediaciones; Karpin no podía ni desbordar, ni seguir, a Sylvinho y Nihat no encontraba los metros necesarios (salvo en una ocasión) para poner pies en polvorosa y desplegar su radiante velocidad. Así que la Real, obsesionada por la victoria del Madrid y acuciado por su derrota, decidió jugar con prisas, con aceleración, sin mucha cabeza.
Por razones obvias, cada cual quiso hacer las cosas por su cuenta, es decir por el centro, esa tendencia natural que no advierte que el rival está especialmente pertrechado por esa zona.
Para colmo de males, la Real perdió a Kovacevic en una jugada absurda: un balón colgado al que no llegó el delantero yugoslavo que, al descender de su salto, cayó sobre la pierna de Sergio y se torció el tobillo.
Todo se hundió. La Real jugaba mal, confundida, acelerada, perdía sin contemplaciones. Para colmo sufría la pérdida de su jugador referente en el ataque. Balaídos repetía la versión atolondrada de la Real cuando ha sufrido el vértigo del éxito y la versión más distendida del Celta, previsiblemente defensivo pero con el partido a su medida, al contragolpe, al gusto de Mostovoi y de jugadores como Velasco, apisonadora de su pasillo, inquebrantables en su área a poco que les dé metros.
Así llegó el segundo gol, en pleno festival del fútbol que le gusta a Lotina. El técnico vasco, muy criticado por su presumible espíritu defensivo frente al recientemente histórico arte celtista, demostró dos cosas: que sabía cómo parar a la Real Sociedad, es decir cómo ahogar la conexión Alonso-Nihat, es decir cómo ahogar el centro del campo donde se fragua el fútbol realista y, en segundo lugar, cómo hacer jugar a su equipo en cuanto encuentra la ventaja.
El Celta hizo un partido práctico, sencillo, afortunado, veloz . Bello hasta cierto punto, razonable siempre. La Real nunca supo cómo afrontar el encuentro. Al principio le faltó calma, tras el primer gol de Mostovoi se atolondró tanto que se vulgarizó hasta límites insospechados. Los nervios ocuparon el lugar de la cabeza y el Celta agradeció la prisa.
Cuando quiso reaccionar, a la salida de la segunda mitad, se encontró con el segundo gol celtista. La reacción de Nihat, con su tanto fue contrarrestada por el gol de Mido, en pleno correcalles del partido. Fue otro ejemplo del descontrol realista, de su apelación muscular pero descerebrada, aquejada por los acontecimientos.
No era la Real Sociedad. Nunca lo fue. Quizás por el gol tempranero de Mostovoi. Quizá por la ansiedad. Quizá por la inteligencia del Celta que aseguró la Champions. Ahora la Real depende del Athletic, que visita el domingo el Bernabéu. Quién lo iba a decir.
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