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FÚTBOL | 37ª jornada de Liga

La mala caída más inoportuna de Kovacevic

Un inocente salto con Sergio ilustró el infortunio que desde el primer momento se apoderó de la Real. No le bastó con el peculiar gol de Mostovoi, desviado por Edu, ni con las nefastas noticias llegadas desde Madrid. Por si fueran pocos contratiempos, el equipo de Raynald Denoueix perdió pasada la media hora su mejor baza, la de su máximo anotador, Darko Kovacevic, al que Sergio le pudo en un balón aéreo y forzó su mala caída. El delantero serbio no se volvió a levantar y la Real tuvo que tirar de Khokhlov.

En medio del batiburrillo que formaron las aficiones del Celta y la Real en Balaídos, mezcladas en los graderíos, resultaba difícil distinguir los gritos de unos y otros. Pero, ya que no los videomarcadores, sí funcionaron los transistores, que parecieron transmitir al campo las vibraciones de los sucesos del Calderón. Se fue encogiendo el equipo donostiarra a medida que Ronaldo y Raúl iban tomando ventaja en el marcador. No habían transcurrido dos minutos desde ese momento y el Celta ya había tomado la delantera.

A primera vista, Westerveld tuvo más protagonismo que el propio Mostovoi en el gol que adelantó al cuadro de Miguel Ángel Lotina en el minuto siete, apenas 60 segundos después de que el Madrid marcara. Y también los centrales, que se obsesionaron con Edu y perdieron de vista a Mostovoi, que pudo controlar la pelota, preparársela con cierta tranquilidad y disparar. La persiguió el portero realista con la mirada, pero había salido mordida después de pegar en una pierna de Jauregui. No acabó ahí la comunicación entre la grada y el césped. A medida que el Madrid incrementaba su ventaja, los jugadores de la Real parecieron deslizarse por el tobogán de la desesperación, al que le empujó un Celta menos encogido de lo que cabía esperar.

Para corroborar a quienes opinan que es más importante el estilo que el dibujo, Lotina alineó su versión más precavida, pero envió a sus futbolistas a presionar en el campo de enfrente. Algo realmente inédito en el técnico vasco.

Tal vez no esperaba la Real tantos problemas para salir de su propio terreno y, entre esa presión y las noticias de la goleada del Madrid, se evadieron los de Denoueix del choque.

Pero si hubo un momento determinante para los transistores se produjo en el minuto 43. Balaídos recibió con algarabía sucesivamente el penalti a favor del Barcelona, la expulsión de Carew y el gol de Mendieta, que en esos momentos dejaba al Celta oficialmente en la Liga de Campeones.

Y al poco de la reanudación llegó el segundo gol de Mostovoi. Si se tiene en cuenta que lleva el equipo de Vigo seis temporadas cayéndose de la Champions en las últimas jornadas, se comprenderá la alegría del celtismo. Quizás para lograrlo necesitaba enfrente a un equipo con mayor alergia al éxito que la que es proverbial en Balaídos.

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