Deflación a la española
Últimamente está de moda entre los economistas hablar de deflación, sobre todo en EE.UU. y Alemania. En mi opinión, la probabilidad de que eso ocurra es muy pequeña. Para que se dé una deflación tiene que disminuir de forma continuada el nivel general de los precios, no el de unos cuantos productos. Lo que está sucediendo es que las grandes economías mundiales están registrando tasas de inflación bajas en comparación con otras épocas históricas, en torno a las cuales unos productos se sitúan por encima (p.e., los servicios) y otros por debajo (las manufacturas industriales); estos últimos, con tasas ya negativas. Pero el conjunto de los precios no cae, ni creo que vaya a caer. Para que esto pudiera ocurrir, las grandes economías tendrían que deslizarse hacia una recesión grave y prolongada, lo que no es el caso. La desaceleración del crecimiento en los últimos trimestres obedece a que las economías están en periodo de ajuste de los desequilibrios generados en la etapa de expansión anterior, proceso que tendría que haberse producido durante 2002, pero que en algunos casos (familias) se ha pospuesto hasta ahora bajo los efectos de las políticas extremadamente expansivas. Esta situación durará todavía unos cuantos trimestres, pero su final no será una nueva recesión, sino una recuperación.
La inflación subyacente se resiste a caer. La previsión es que se mantenga en torno al 3% hasta final del año
El que la inflación haya disminuido allende nuestras fronteras a tasas pocas veces vistas tras la segunda guerra mundial se explica por los dos componentes en que podemos dividirla: estructural (o tendencial de largo plazo) y coyuntural (o cíclico). El primero se ha reducido en los últimos años por factores varios, entre ellos, la disminución de los costes de producción, al acelerarse el avance de la productividad y trasladarse una parte creciente de la producción de bienes comerciables internacionalmente a países emergentes con salarios e impuestos bajos (globalización); el aumento de la competencia; y la orientación de las políticas macroeconómicas al control de los precios como objetivo principal de las mismas. Todos estos factores han producido una disminución estructural, es decir, más o menos permanente de la inflación y, por tanto, debemos acostumbrarnos, mientras estén presentes estos factores, a tasas de inflación más bajas que antes. A ello se une el segundo componente, el cíclico, que actúa con signo negativo, como corresponde a la fase de recesión en la que están estas economías. Pero iniciará un cambio de tendencia en cuanto las economías empiecen a recuperarse y entonces volveremos a tasas de inflación más "normales".
El caso es que el IPC español parece contagiarse en los últimos meses de la moda de la deflación y en lo que va de año ha reducido su tasa interanual desde el 4% de diciembre al 2,7% de mayo (gráfico izquierdo). En ello han influido sobre todo los componentes más volátiles, algunos de los cuales pueden observarse en los gráficos central y derecho. Pero el núcleo de los precios, la llamada inflación subyacente, se resiste más a caer. De hecho, las previsiones apuntan a que se mantenga en torno a la tasa actual del 3% hasta final del año. La inflación total podría reducirse aún unas décimas en los próximos meses, pero volverá a aumentar posteriormente, cerrando el año también cerca de la tasa actual del 2,7%. Así que no se asusten, en España adoptamos las modas extranjeras, pero a nuestra manera.
Ángel Laborda es director de coyuntura de la Fundación de las Cajas de Ahorros Confederadas para la Investigación Económica y Social (FUNCAS).
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