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Reportaje:

Qué no es democracia

Justo cuando la Administración norteamericana pensaba que había vencido en Irak, descubre que hacer la guerra resulta mucho más fácil que construir la democracia. Se puede atemorizar y expulsar a un tirano, pero no es tan fácil convertir a súbditos atemorizados en ciudadanos. Puede que sí en saqueadores, quizá en consumidores, pero no en ciudadanos. Derrocar con tanques una tiranía no crea autogobierno, sino anarquía, y, desafortunadamente, la anarquía conduce antes de nuevo a la tiranía que a la democracia. Ahora la democracia importa justo porque en ausencia del gran objetivo de las armas de destrucción masiva, sin una clara evidencia de las conexiones

[del régimen de Sadam Husein] con Al Qaeda, y ante el retorno del terrorismo en las noticias de Arabia Saudí, la legitimidad de la invasión depende de si Irak puede transformarse en realidad en una democracia.

A Estados Unidos en Irak le falta paciencia. Los pesimistas quieren la democracia dentro de uno o dos años, y los optimistas la quieren antes de seis mese
De acuerdo con 'The Wall Street Journal', la Administración de Bush ya ha hecho "grandes planes para rehacer la economía de Irak a imagen de la de EE UU"
El Irak de hoy se parece más a la Inglaterra del siglo XIX o a la América del XVIII: lo que necesita es un Benjamín Disraeli o un Thomas Jefferson

El problema es que la Administración de Bush no parece tener una idea muy clara de qué signifique la democracia, por no plantear qué podría significar la democracia en un Irak islámico. Los signos no son buenos: restablecer una apariencia de orden y de funcionamiento normal desbordó al general Garner, el primer procónsul del presidente Bush en Irak, despedido tras esconderse de modo timorato demasiado tiempo en los palacios de Sadam y no impresionar más que a sus amigos en el norte kurdo. Su relevo, el civil Bremer, propuesto por el Departamento de Estado (aunque un tipo duro con antecedentes en los servicios de inteligencia), está dispuesto a jugar duro. Pero eso es lo que nos llevó a la guerra, y no está claro que una nueva reacción de choque, aunque más moderada, pueda funcionar.

Borrador de Constitución

Más allá del asunto de quién administra la ocupación, el plan americano para democratizar Irak parece haberse centrado en la elaboración de una Constitución. Con Bremer como procón-sul, se ha encomendado a un profesor ayudante de Derecho en la Universidad de Nueva York la tarea de redactar algunos borradores de Constitución. El profesor Noah Feldman es un experto jurista que ha trabajado para el Tribunal Supremo y, como remate, es un especialista en estudios islámicos (algo que no está mal), pero carece de sabiduría política y no es probable que esté a la altura de James Madison. En cualquier caso, redactar una Constitución no es realmente prioritario.

Lo que ocurre con la democracia es que empieza de abajo arriba y no al revés. Es difícil imponer derechos a punta de pistola a una nación derrotada. La democracia no tiene que ver en primera instancia con redactar una Constitución ni con importar una carta de derechos o convocar de manera apresurada elecciones para demostrar la legitimidad. Tiene que ver con cultivar la sociedad civil y ciudadanos competentes a través de la educación y de la construcción de instituciones cívicas. Lo primero, decentes instituciones educativas; después, ciudadanos competentes (que no nacen, sino que se hacen) y una robusta sociedad civil plural, y sólo entonces una Constitución democrática. Así es como Inglaterra y Estados Unidos y Suiza y Francia lo han hecho. Y para ellos, la paciencia ha sido la clave.

Un cambio lento

Después de todo, a Estados Unidos le llevó 80 años darse cuenta de que su república democrática no podría sobrevivir en una casa dividida por la esclavitud, mientras que Inglaterra experimentó cientos de años de doloroso crecimiento liberal desde la Carta Magna de 1215 hasta la Revolución Gloriosa de 1688. Francia pasó por varias revoluciones hasta encontrar la vía adecuada, mientras que Alemania y Japón, después de la Segunda Guerra Mundial, han tenido que pasar por el Plan Marshall, por un nuevo sistema internacional respaldado por Estados Unidos, por un plan educativo de envergadura, que incluía la desnazificación, y por varias décadas hasta hacer que todo eso funcionara. La democracia supone ante todo el derecho de un pueblo a cometer sus propios errores. A Estados Unidos en Irak, sin embargo, le falta paciencia. Los pesimistas quieren la democracia dentro de uno o dos años, y los optimistas la quieren antes de seis meses.

En Kuwait, después de la primera guerra iraquí, y recientemente en Afganistán, Estados Unidos ha dado muestras de poca paciencia. Adolece más bien de un alarmante síndrome de déficit de atención nacional, olvidando anteriores compromisos tan pronto adquiere nuevos, de modo que los compromisos de la guerra anterior se ven suplantados por los de la siguiente.

Más aún, quizá porque confunde gobierno libre con libre mercado, a menudo toma decisiones cruciales que deberían tomar los gobiernos democráticos que se propone instaurar. La decisión política más importante que deberá tomar un nuevo Gobierno iraquí (aparentemente demasiado importante como para que le corresponda a la democracia) será si mantener o no el control público sobre el sector de la energía, sobre las empresas estatales que fueron nacionalizadas por los Baaz y sobre los medios de comunicación. En realidad, bajo Sadam, "control público" significó monopolio tiránico, pero en democracia significaría control público democrático de lo que son a fin de cuentas recursos públicos vitales, es decir, en un sentido bastante literal, la comunidad de Irak.

En fin, qué importa que estas "reformas" de largo alcance beneficien más a las corporaciones privadas americanas que a los iraquíes. Qué importa que casi no se contemple ninguna implicación internacional a través del Banco Mundial o del FMI (por no hablar de Naciones Unidas). Qué importa que esas mismas empresas americanas como Halliburton y Bechtel, implicadas ya en la reconstrucción a pesar del hecho (o precisamente por eso mismo) de que tienen importantes conexiones con el personal y la recaudación de fondos de la Administración de Bush (y en el caso de Bechtel operen con subsidiarias en las que la familia saudí de Bin Laden mantiene inversiones significativas), puedan acabar de modo ineludible como clientes exclusivos de un nuevo régimen iraquí. ¿Pero no son estas decisiones sobre si Irak tendrá una BBC pública o una corporación como la CNN, un sector de la energía público o un "mercado" del petróleo bajo control americano, las auténticas decisiones democráticas que se espera que tome un nuevo Gobierno democrático de Irak y que afectan a la esencia misma de su nueva soberanía?

No, señor Bush, la introducción del mercado no es lo mismo que la democratización. Una agresiva cultura material preparada para las grandes marcas del McMundo no es lo mismo que la liberalización. Americanizar no es capacitar, sino su contrario. La privatización puede implicar en Occidente un alivio frente a burocracias del bienestar, pero en países que acaban de embarcarse en la vía hacia la libertad puede implicar la cesión de bienes públicos y el sacrificio de la supervisión democrática antes incluso de que éstos se hayan establecido. El Reino Unido pudo haber estado bien servido por Margaret Thatcher en los años ochenta, igual que Estados Unidos por Ronald Reagan. Pero el Irak de hoy se parece más a la Inglaterra del siglo XIX o a la América del XVIII: lo que se necesita es un Benjamín Disraeli o un Thomas Jefferson con voluntad de capacitar al soberano democrático para construir una comunidad democrática fuerte. Primero, un sector público fuerte, y entonces, después, si los iraquíes lo quieren, la introducción del mercado y la privatización.

La decisión, de Irak

En ambos casos, la decisión habrá de ser de Irak, no de Estados Unidos. Si Estados Unidos habla en serio sobre capacitar a los iraquíes para determinar su propio futuro, entonces seguro que la decisión sobre si deben tener medios de comunicación públicos o privados, una industria petrolera estatal o entregar dicho sector a corporaciones extranjeras, debe ser suya y no nuestra. Si esa decisión se les arrebata, entonces la última razón que queda para apoyar la invasión americana de Irak será tan ilusoria y fraudulenta como las todavía perdidas "armas de destrucción masiva".

Un soldado estadounidense conversa con un joven iraquí en tanto patrulla por una calle de Falluja.
Un soldado estadounidense conversa con un joven iraquí en tanto patrulla por una calle de Falluja.REUTERS

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