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Columna
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Las tres economías de las Azores

Miguel Ángel Fernández Ordoñez

Desde antiguo sabemos que los paralelismos entre personas o países tienen sus limitaciones y que, por reacción, acaban sirviendo más para destacar las diferencias que las similitudes entre lo que se compara. Pero, establecida esta cautela, la observación de los paralelismos entre las tres economías de los países que se reunieron en las Azores -Estados Unidos, Reino Unido y España- puede ayudarnos a entender mejor hacia dónde va nuestra economía.

En efecto, en los últimos nueve años las tres economías han vivido una expansión de características similares que se inició con la llegada de Clinton a la presidencia de Estados Unidos y durante los últimos años del Gobierno socialista en España y del conservador en Gran Bretaña. En primer lugar, el crecimiento medio de estas economías ha sido superior al de otras economías desarrolladas. En segundo lugar, sus crecimientos han estado acompañados por tres desequilibrios bastante relacionados entre ellos: a) el déficit exterior. Los tres países tienen déficit corriente, mientras la mayoría de los países de la OCDE tienen superávit. b) el fuerte aumento del endeudamiento de las familias, y c) el aumento espectacular en los precios de las viviendas.

También hay paralelismos en las causas del crecimiento, algunos positivos y otros preocupantes respecto al futuro. En cuanto a los paralelismos positivos, las tres economías recogieron la herencia de grandes reformas estructurales, ya que los tres países, aunque conservan grandes diferencias de flexibilidad entre sus mercados laborales, de bienes y de servicios, tenían en común haber avanzado en liberalización y desregulación bajo los Gobiernos centristas y socialistas de España, bajo el Gobierno conservador en Gran Bretaña y bajo todas las administraciones de Estados Unidos desde el presidente Carter. Sin embargo, hay otra característica común y menos positiva del crecimiento de las tres economías, y es la del exceso de demanda interna que explica la acumulación de desequilibrios en los tres países.

Lo interesante es que, desde hace más o menos un año, las economías norteamericana y británica han empezado a ajustarse a través de la caída del dólar y de la libra, mientras que la española se ha separado de la senda común con esas economías y camina en sentido inverso, con una revaluación de su moneda, el euro. ¿Cuál será la consecuencia de la ruptura de este paralelismo? Norteamericanos y británicos van a empezar a sufrir el aumento de los precios de importación, teniendo que pagar más caro lo que compren, y verán encarecerse sus viajes al exterior. El aumento en el malestar de sus consumidores será notable, pero en cambio mejorará la competitividad de sus empresas y en algún momento podrán corregir los problemas de desempleo. En España sucederá al revés, la sensación de alegría entre los consumidores aumentará, los españoles viajarán más que nunca y se encontrarán con que su inflación se reduce sin tener que apretarse el cinturón. Durante un tiempo -¿uno o dos años?- la alegría continuará, pero el problema es que España acumulará más desequilibrios para el futuro, con lo que su aterrizaje será más difícil que el que han iniciado ya las otras dos economías de las Azores.

Probablemente, si España estuviera fuera del euro, nuestra peseta estaría depreciándose ahora como el dólar y la libra. Pero, dentro del euro, todo cambia y, de momento, las sensaciones placenteras del exceso de demanda pueden extenderse en el tiempo, porque el euro nos permite vivir más tiempo con desequilibrios sin tener que parar la fiesta. En realidad, nadie sabe todavía cómo será el aterrizaje dentro del euro, porque todavía no hemos empezado a ajustar nuestros desequilibrios. Lo más probable es que los ajustes dentro del euro, en vez de ser cortos y dramáticos como lo fueron en el pasado, serán menos intensos pero más duraderos. Habrá menos dramas, pero tardaremos más tiempo en recuperarnos. Lo que está claro es que, después de la reciente bajada de tipos de interés y la revaluación del euro, el ajuste de los desequilibrios de la economía española no comenzará antes de las elecciones de 2004, que se celebrarán bajo una sensación de bienestar económico y euforia entre los importadores aún mayor que la actual.

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