Una peligrosa carrera de obstáculo en bicicleta
Coches, taxis, motocicletas y furgonetas invaden sistemáticamente las áreas reservadas a la circulación de bicicletas en Barcelona
Cualquier día a cualquier hora el carril bici de la calle de Enric Granados de Barcelona se convierte en un aparcamiento de coches. En las calles de la Diputació y el Consell de Cent, el carril es invadido constantemente por motos que circulan a toda velocidad, por taxis que se detienen para dejar pasajeros y por transportistas que cargan o descargan sus furgonetas. Incluso en la calle de Provença, cuyo carril bici está considerado modélico porque está segregado del resto del tráfico por una hilera destinada a aparcamiento, la ocupación del espacio reservado a las bicicletas es sistemática por parte de motos, coches e incluso turistas extranjeros que lo utilizan como pasarela de lujo para caminar entre La Pedrera y la Sagrada Familia. El fenómeno se agrava en los chaflanes, donde reina la carga y descarga como si las zonas señalizadas para el tráfico de bicicletas no existieran.
En los chaflanes reina la carga y descarga como si la señalización especial no existiera
La indisciplina de los conductores convierte los 'carriles bici' en una carrera de obstáculos
Los 125 kilómetros de carril bici que hay en Barcelona son de indiscutible utilidad para los ciudadanos que utilizan la bicicleta como medio de transporte, pero la indisciplina de no pocos conductores los convierte a menudo en una peligrosa carrera de obstáculos. "Utilizo el carril bici porque en teoría es lo más seguro y da confianza... hasta que los coches estacionados me obligan a realizar maniobras peligrosas irrumpiendo en el tráfico del resto de los carriles". Eugenia Guisan, de 54 años, considera que la raíz de la indisciplina de coches y motos está en que las bicicletas todavía no se consideran un vehículo más y también en que muchos ciclistas circulan con la conciencia de que "van de prestado, como si circular fuera un favor que te hace el resto". "Éste es un medio de transporte más y como usuarios de él tal tenemos que hacernos respetar", afirma Guisan.
El año pasado la Guardia Urbana puso 7.611 multas a vehículos por estacionar en carriles bici y 907 a ciclomotores y motocicletas por circular por estas zonas. Los responsables municipales lo consideran una buena cifra y aseguran que, en comparación con otras ciudades, el grado de respeto a los carriles bici es satisfactorio. Los ciclistas opinan lo contrario. En opinión de Diana González, del Bicicleta Club de Catalunya (BACC), "hay mucha tolerancia por parte de la Guardia Urbana. Está claro que estas infracciones no se consideran prioritarias".Puede que el problema esté en que los conductores que estacionan en el carril bici lo hacen por poco tiempo: insuficiente para que la policía les sancione, pero suficiente para obligar a los que pedalean a cambiar de carril, parar y esperar, o bien bajar de la bici y sortear el obstáculo desde la acera. Si se trata de una moto, la invasión es de sólo unos instantes, pero a mucha más velocidad que las bicis y casi rozándolas.
"Y pobre de ti si le dices algo a un motorista, te mira con cara de asesino", exclama Xavier Maranya, de 34 años. "Da igual que vayan a toda velocidad o en zigzag, o que no pongan el intermitente, están acostumbrados a pasar por cualquier sitio y no respetan nada, ni a nosotros ni el carril bus, con la diferencia de que un autobús no es frágil, pero nosotros sí", afirma Maranya, y añade: "En cambio, los coches nos respetan más, quizá porque están acostumbrados a conducir mejor y son más conscientes del daño que pueden hacer".
Maranya también se queja de la actitud de los peatones cuando el carril bici discurre por las aceras, como en la avenida Diagonal y la Gran Via. En estos casos, la convivencia entre peatones y ciclistas puede ser también conflictiva, en parte por la falta de espacio en algunos tramos, como en la Diagonal entre la plaza de Francesc Macià y el paseo de Gràcia, donde el poco espacio existente es compartido por peatones, vecinos que pasean perros, ciudadanos que se apean de autobuses, motos aparcadas y bicicletas.
Las asociaciones de ciclistas de la ciudad son conscientes de este conflicto y hace años que abogan por sacar las bicicletas de las aceras y que todos los carriles reservados a ellas discurran por la calzada. Entidades como el BACC y Amics de la Bici consideran que la solución pasa por "pacificar" el tráfico. Esto es, que la velocidad máxima de circulación se sitúe en 30 kilómetros por hora. En estas condiciones, "el mejor carril bici es una calle tranquila", en palabras de Hildegard Resinger, de la asociación Amics de la Bici. "A 30 kilómetros por hora el ángulo de visión de los coches es mucho más amplio y se acorta la diferencia de velocidad entre éstos, las motos y las bicicletas, de modo que todos los transportes pueden convivir bien", asegura.
El Ayuntamiento tiene previsto doblar la actual red de carriles bici en los próximos ocho años. De forma inmediata, está previsto prolongar los carriles de Provença y el paseo de Valldaura, además de mejorar la conectividad en algunos tramos. En cualquier caso, el criterio es, según un portavoz municipal, segregación del resto del tráfico y máxima seguridad. Precisamente en este sentido, una de las demandas que el Ayuntamiento tiene sobre la mesa es convertir en un sólo carril bici de dos direcciones uno de los dos que actualmente tienen las calles de la Diputació y del Consell de Cent. "Más vale uno seguro que dos peligrosos", manifiesta Diana González.
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