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Columna
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El caladero del centro

Fernando Vallespín

Después de los resultados de las municipales y autonómicas, la victoria en las próximas elecciones generales dependerá de quién de los dos grandes partidos sea capaz de hacerse con el grueso de los votantes de centro. El PP ha sido en gran medida capaz de conservar esa inmensa reserva de las clases medias de las grandes ciudades. La gran cuestión que se abre es si el PSOE podrá disputarle una sólida parte de ese botín y despegarse lo suficiente para poder cantar victoria. Y de hacerlo sin renunciar a sus señas de identidad como partido de izquierdas y progresista. El empeño no es baladí y exigirá buenas dosis de imaginación y de alquimia.

El giro a la derecha de los populares en la última campaña electoral quedó sin la correspondiente penalización por parte de los electores de centro. Quizá porque fueron sensibles al discurso de Aznar, que intentó situar al PSOE más a la izquierda de lo que realmente estaba. O porque su fuerte identificación con los valores del pacifismo y su continua (y casi obligada) presencia en las manifestaciones junto a otros grupos izquierdistas a la postre consiguió visualizarlos lejos de esa "moderación" que, en principio, se requiere para atraer a los centristas. Y hablamos de percepciones, no necesariamente de cuál era, de hecho, la posición de este partido respecto de la mayoría de las cuestiones políticas. Es muy posible que su programa y sus propuestas chocaran contra el pragmatismo que tradicionalmente se imputa a un sector social que en su mayoría es poco ideologizado y reacio a los cambios. Ya se ha visto: han sido casi inmunes a todas las polémicas decisiones -o no-decisiones- del Gobierno. O, al menos, no las han considerado merecedoras de la sanción que supone un cambio de voto.

El giro a la derecha del PP en campaña quedó sin la penalización de los electores de centro

Con todo, el partido de Zapatero tiene a su favor el no tener que hacer un viaje al centro del modo en que lo emprendieron en su día los Nuevos Laboristas o el propio SPD de Schröder. El pragmatismo de la Tercera Vía, y así lo reconoció explícitamente alguien que colaboró directamente en su elaboración como Anthony Giddens, marcó buena parte de la gestión de Felipe González. No parece así necesaria una nueva puesta en escena que insista en enfocar su "lado moderado" y oscurezca a la vez las aristas izquierdistas. Puede que todo resida en dar con un discurso y un tono político capaz de generar confianza. La confianza es hoy el recurso político central. Pero aquí es donde está el problema. Aparte de las grandes dificultades que sus propuestas han tenido hasta ahora para llegar al gran público -y esto debería hacernos reflexionar sobre la actual estructura del poder mediático-, hay que considerar las difíciles condiciones en las que deben moverse hoy los partidos con convicciones de izquierda. Es bien ilustrativo a este respecto el ejemplo de Schröder, que ha asumido la ardua tarea de salvar el Estado de bienestar alemán entrando a saco con el bisturí para amputar gran parte de sus prestaciones. O el de Blair, moviéndose decidido al lado de la derecha más reaccionaria de Estados Unidos en sus estrategias geopolíticas.

El mundo no es precisamente hospitalario para construir un discurso de izquierdas que sintonice con las grandes tendencias de la sociedad contemporánea. Hoy vuelve a aparecer en el núcleo de la vida política esa gran cuestión que se suscitó después de la caída del bloque comunista: ¿hasta dónde hay que seguir limando las propuestas de izquierda para alcanzar el éxito electoral? O, por decirlo con el ágil juego de palabras de Steven Lukes: "What's Left?" (¿qué es la izquierda?, y ¿qué queda de ella?). Tengo para mí que la respuesta a estas preguntas pasa por una reelaboración y reinterpretación del mundo contemporáneo que sea capaz de tomar conciencia de los nuevos desafíos sin por ello renunciar a los principios básicos de su tradición. "Idealismo realista" habría de ser la consigna. Y paciencia y autoconfianza. Y el convencimiento de que una izquierda que se traiciona a sí misma ni vence ni convence.

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Sobre la firma

Fernando Vallespín
Es Catedrático de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid y miembro de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.

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