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Columna
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El Barça no puede ser pardo

El candidato a la presidencia del Barça, Jaume Llauradó, un hombre que llegó a la palestra, aureolado de catalanismo y apelando a las esencias del barcelonismo, abandonó el otro día los colores azul y grana y agitó una bandera parda. La bandera del antisemitismo, que en la memoria del siglo XX, apenas traspasado, significa lo peor del alma europea: lo más sucio, doloroso y abyecto. Otros muchos regímenes han combatido a sus enemigos con extremada crueldad y fanatismo, pero sólo el nazismo descendió al infierno de la "solución final": la depuración sistemática y científica de un colectivo humano, el de los judíos. Parece propio de monstruos, sí, pero, cuidado, prendió con suma facilidad entre las gentes más comunes y tranquilas. Parece propio de hooligans, de boixos nois que agitan en los campos de fútbol sus estómagos hinchados de cerveza y sus banderas con símbolos de la locura. Pero puede prender en la Llotja más elegante. Llevamos el monstruo en las vísceras y el que pretenda un lugar preeminente en nuestra sociedad tiene la obligación de trabajar para domesticarlo, no para liberarlo. La burla de lo judío ya no es inocente, aunque se envuelva en la sal gorda y la pimienta de la propaganda electoral. Lo de Llauradó no ha sido un resbalón. No es el típico codazo en el área. Lo que Llauradó ha insinuado es que es posible ascender a la presidencia del Barça aupado por los peores demonios del siglo XX. No merece presidir este club, fundado en la católica y catalana Barcelona por un extranjero protestante, alguien que no tiene conciencia del horror que sufrieron los judíos; alguien que no sabe que uno de los poetas más representativos de la literatura catalana comparó la terrible suerte de los judíos expulsados de España (Separad) con la desgraciada suerte de los que, como los catalanes, hablan en España una lengua distinta. El Barça ganará o perderá, pero, por origen y tradición debe representar a los distintos, a los raros, a los que llegan de fuera, a todos los que no encajan en un orden homogéneo y puro.

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