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OPINIÓN DEL LECTOR
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Más miedo, más dolor, más odio /1

El cobarde asesinato de los señores Bonifacio Martín y Julián Embid, realizado en la localidad navarra de Sangüesa, ha vuelto a poner las cosas tal como eran, tal como son y, acaso, tal como seguirán siendo.

Por una parte, ETA, una vez más, ha despreciado la voluntad de la sociedad vasca que por activa y pasiva le viene reclamando, desde hace ya tiempo, que deje de matar de una vez.

Que, tal como plantea en sus comunicados, si de verdad quiere que se escuche y respete el sentir de la ciudadanía vasca, es incomprensible, terrorífico y nada rentable para sus intereses políticos que sea la propia organización la primera en ignorar el sentir de los vascos, a los cuales, paradójicamente, dice querer emanciparles de opresiones totalitarias que vienen de fuera. ¿Cabe mayor opresión que el tiro en la nuca al disidente?.

Que, ante semejante barbarie, teñida de estupidez e ignorancia, todo se convierte en una tragicomedia surrealista. Tragedia, dolor y odio para los que sufren en sus carnes el fuego asesino de ETA. Comedia bufa para los representantes políticos de AuB que se niegan a condenar lo que el sentido común dicta, lo que la inmensa mayoría de la sociedad condena.

Que, con tanto despropósito, con tanta crispación, con tanto dolor, sólo se consigue que las legítimas aspiraciones nacionalistas vascas se contaminen de chapapote sangriento y se desprestigien ante la opinión pública, sobre todo la de fuera de Euskadi.

Que, por consiguiente, la barbarie asesina, políticamente hablando, sólo contribuye a reforzar los argumentos, a mejorar la imagen, a enrocar los planteamientos de las legítimas aspiraciones nacionalistas españolas.

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Por otra parte, el abanico ideológico objeto de las prácticas mafiosas de ETA, aún comprendiendo su angustia e incluso su odio, sigue empeñado en mezclar las churras con las merinas, lo cual, aunque en el resto del Estado pueda colar, ya tendrían que saber que en Euskadi apenas cuela.

Que, ante su discurso visceral de culpar más al nacionalismo vasco democrático que a la propia ETA de la opresión que sufren, con ello sólo cosechan una cierta incomprensión y una cierta frialdad que hace que sus justas reivindicaciones de libertad queden algo ensombrecidas por lo injusto y oportunista del discurso antinacionalista que ahora tanto se estila.

Que, ante el descomunal despliegue mediático estatal a favor de las tesis del sector duro de los "constitucionalistas", apenas un 35 por cien de la sociedad vasca; que, ante las innumerables tertulias dedicadas a calumniar al nacionalismo vasco democrático sin permitirle ni el estar presente en los debates ni, en la mayoría de los casos, el derecho a réplica; que todo ello contribuye a que en algo más del 60 por cien de la sociedad vasca vaya depositándose un amargo poso de desconfianza en la Constitución, por cierto sólo votada por un 31 por cien de la sociedad vasca, a pesar de que al menos en teoría reconoce la legitimidad de las aspiraciones nacionalistas.

¿Cuándo dirán estos medios, bien alto y claro, que incluso las opciones, proyectos y estrategias independentistas son lícitas y absolutamente democráticas siempre y cuando respeten escrupulosamente el juego de las mayorías y minorías?.

Que, con tanta tergiversación y ocultación, con tanto insulto gratuito, con tanta crispación y rasgadura de vestiduras, sólo se consigue que las legítimas aspiraciones nacionalistas españolas se contaminen de un cierto tufillo hispano imperial que a veces da algo de miedo al traer a la memoria viejos tiempos no tan lejanos.

Que, ante la vieja aspiración estratégica de ETA, en realidad la única que tiene, la de provocar una involución democrática, la de radicalizar la situación, la de destruir los puentes que puedan favorecer una salida dialogada y pluralista, la de endurecer la actitud del Estado con respecto a las reivindicaciones nacionalistas, en definitiva y según su terminología, la de desenmascarar la auténtica faz del Estado opresor; que ante esta estrategia, el legítimo nacionalismo español cae en la trampa que le tiende ETA, y se dedica únicamente a promover leyes de ilegalización de partidos, a demorar transferencias del Estatuto que tanto dicen defender, a implantar la cadena perpetua para los delitos de terrorismo, a quitar alcaldías a quien no condene el terrorismo, a llamar terrorista o connivente con él a cualquier proyecto soberanista o a todo aquello que no comulgue íntegramente con sus tesis, a plantear que o se está con su Estado de Derecho o contra él, pero que no cabe las equidistancias ni las medias tintas.

En fin, un largo rosario de medidas poco prácticas e ineficaces para solucionar el ya larguísimo conflicto, pero no obstante que sí dan apariencia de contundencia de cara a la galería, sólo para ofrecer una imagen de mano dura, la cual, aunque favorezca a la estrategia de ETA, se ve que reporta muchos votos en el resto del Estado.

Por todo lo antedicho, parece evidente que mientras uno de los polos extremos favorezca al otro, políticamente hablando, y el otro favorezca al uno, la solución democrática tendrá que esperar una buena temporada más.

Y mientras tanto, más miedo, más dolor y más odio.

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