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Reportaje:

El nacionalismo emergente

Esquerra Republicana se ha convertido, con 400.000 votos en las municipales, en una fuerza cuyo apoyo se disputan CiU y PSC

Francesc Valls

Las municipales les proyectan como imprescindibles para cualquier fórmula de gobierno que salga de las autonómicas. Este otoño, todo apunta a que el voto de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) decidirá si al frente de la Generalitat de Cataluña continúa Convergència i Unió (CiU), o si se produce el cambio, representado por los socialistas y liderado por Pasqual Maragall. La situación es relativamente nueva para la formación que ahora encabeza Josep Lluís Carod Rovira y que en 1980 optó por apoyar, junto a UCD y CiU, la investidura de Jordi Pujol.

ERC es un partido con tradición de gobierno no sólo en Cataluña, sino también en España. Esquerra ha participado con la democracia restaurada en algunos gobiernos de Pujol, y fue fuerza hegemónica en la Cataluña de la década de 1930.

¿Qué queda de aquella vieja ERC en la formación que el pasado 25 de mayo obtuvo 400.000 votos? En la actual dirección siguen confluyendo, como en los años treinta, las dos almas del partido, la de izquierdas y la nacionalista. Esquerra siempre ha sido un cóctel cambiante, con ingredientes que la convierten en una sorpresa para el paladar. Pero ahora parece haber encontrado la fórmula. Consiste en alternar con prudencia su alma izquierdista -durante años aletargada- con la soberanista, que hasta 1996 fue la más desarrollada.

La actual dirección de ERC procede tanto de la desaparecida plataforma de agitación nacionalista de la Crida a la Solidaritat como de Nacionalistes d'Esquerra, en la ortodoxia izquierdista. También se han incorporado ex militantes de Catalunya Lliure, brazo político de la extinta organización terrorista Terra Lliure, una desaparición atribuible a las negociaciones políticas efectuadas por ERC. Desde que en 1996 Àngel Colom dejó la dirección, Esquerra comenzó a alejarse del independentismo intrínseco para buscar contenidos capaces de llegar a la vida diaria de sus potenciales votantes.

Algunos dirigentes se sienten incluso molestos si los medios de comunicación abusan del término independentista en referencia a ERC. "También nos gusta que nos llamen republicanos", explica un destacado miembro de la dirección. Frente a la idea de la unidad de España, confían en que la Europa unida ayude a borrar las fronteras de las naciones Estado.

El caso es que el cóctel parece haber dado con la clave del éxito. El electorado de Esquerra no sólo se ha extendido hacia los nuevos votantes jóvenes, sino que ha crecido hasta la franja de quienes están sobre los 40 años. A falta de análisis detallados sobre los resultados del pasado domingo, se considera a ERC la principal beneficiaria -junto a los ecosocialistas de Iniciativa per Catalunya-Verds (ICV)- de las movilizaciones contra la invasión de Irak que hicieron de la ciudad de Barcelona un referente pacifista.

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¿Cómo se traduce esa doble alma de ERC en las votaciones del Parlamento de Cataluña? Pues unas veces vota con el bloque de izquierdas -socialistas e ICV- y otras con Convergència i Unió (CiU). Es la praxis de la doctrina de la equidistancia, que critican con similar énfasis socialistas y convergentes. Su formulación ideal sería crear un Gobierno CiU-PSC- ERC. Para Esquerra se trata de un ejercicio de supervivencia política. Su militancia y su electorado -con el corazón partido- podrían divorciarse del partido si las relaciones con CiU o el PSC fueran más allá del mero juego de seducción. Por ejemplo, ERC se abstuvo en la votación de investidura de Jordi Pujol en 1999, cuando CiU sumó sus votos a los del Partido Popular contra los de socialistas e ICV. No obstante, a lo largo de la legislatura ERC se ha incorporado a muchas iniciativas de la izquierda, espoleada por la muleta que el PP brinda a CiU.

Además, desde 1995 participa en el pacto tripartito en el Ayuntamiento de Barcelona, junto a socialistas e ICV, lo cual le ha acarreado críticas de los nacionalistas de CiU. Pero el electorado parece responder a la ambigüedad calculada de ERC. Si en las municipales de 1991 uno de cada 10 votantes nacionalistas apoyó a Esquerra y otros nueve a CiU, ahora, tras los comicios del pasado domingo, la relación ha pasado a ser de uno a dos. Una evolución que inquieta en las filas pujolistas.

Jordi Portabella, cabeza de lista de ERC en Barcelona, y Josep Lluís Carod celebran los resultados del 25-M.
Jordi Portabella, cabeza de lista de ERC en Barcelona, y Josep Lluís Carod celebran los resultados del 25-M.SUSANNA SÁEZ

Larga tradición de gobierno

Esquerra contó con media docena de ministros en los diversos Gabinetes de la Segunda República española, algo que el partido -creado en 1931- se tomó como una cuestión de principios, aunque a veces su participación en el banquete del poder en Madrid resultara tan frugal como indigesta.

Cuentan que Francesc Macià, primer presidente de la Generalitat republicana, envió en junio de 1933 al que sería su sucesor, Lluís Companys -fusilado por Franco en 1940-, a tomar posesión de la cuota ministerial que se le concedía a ERC. Al llegar a Guadalajara, el jefe de estación subió al tren a cumplimentar al ministro in péctore. Companys decidió salir de dudas y preguntó al funcionario: "Y dígame, ¿de qué soy ministro?".

-"De Marina, señor", respondió.

Companys, un hombre de la Cataluña interior, siguió el trayecto hacia Madrid sabiendo por fin qué cartera ocuparía, con un entusiasmo similar al de los cristianos camino del martirio. Con todo, Esquerra nunca faltó a la cita con el poder de progreso republicano. ERC no contaba con intelectuales de altura. Por eso tomó algunos de los más relevantes miembros de Acció Catalana como cuota propia. Así sucedió con Jaume Carner, que hizo los primeros presupuestos de la República y ocupó dos años la cartera de Hacienda. ERC contó con los ministros Joan Lluhí i Vallescà, Jaume Aiguader, Carles Pi i Sunyer y Miquel Santaló.

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