"Hubiera dado la vida, pero no ha muerto por la patria"
"Era una persona especial, siempre alegre y de buen corazón". Así describe su cuñada al sargento primero Blas Aguilar Ortega, de 37 años, adscrito al batallón NBQ -especializado en la lucha contra la guerra nuclear, química y bacteriológica- del cuartel de la Alameda de Valencia. En 1984 entró en el Ejército y pasó ocho años en el cuartel del Sant Climent Sescebes de Girona. Más tarde realizó el curso NBQ en Madrid, lo que le permitió volver a Valencia, su tierra natal y la de su mujer, Ángeles, de 35 años. Ya llevaban dos años en su ciudad y la misión en Afganistán fue la primera en el extranjero. Tenía que haber salido antes, pero la delicada salud de su hijo recién nacido se lo impidió. "Ahora ya está algo mejor, pero no lo llegará a disfrutar", dice Ángeles con tirsteza. Además del niño, de año y medio de edad, tenía una hija de seis años. Su mujer lamenta la mala suerte de que, en un principio, tenía que haber vuelto el día 15, pero no le dieron el relevo hasta 10 días después, ya que era el único destacado especialista en NBQ, por lo que volvió en el avión siniestrado; y recuerda que le comentó que hubo algún problema con el avión de ida. "Hubiera dado la vida por la patria, era un militar de vocación", destaca Ángeles, "pero no creo que haya muerto por la patria".-
Sargento Eduardo Hernández Máñez Un valenciano en su primera misión internacional
Eduardo Hernández Máñez, sargento del Ejército de Tierra, nació en Valencia hace 33 años. Ingresó en el Ejército en septiembre de 1991, y como varios de sus compañeros malogrados en el accidente, acabó destinado en el Regimiento de Ingenieros número 1, en el que ingresó hace ahora cinco años. El sargento Hernández Máñez estaba casado y tenía un hijo. El destino de apoyo humanitario en Afganistán era su primera misión internacional, y había recibido la Cruz al Mérito Militar.
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