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Columna
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La izquierda vasca ante el espejo

El ascenso experimentado por IU en las pasadas elecciones ha suscitado en algunos círculos el interés por los cambios que se perciben en la expresión política de eso que suele llamarse la izquierda, en Euskadi. Hay quien sostiene que la omnipresencia de la confrontación entre nacionalismo y constitucionalismo ha terminado con la tradicional división entre izquierdas y derechas. Pero aunque dicho fenómeno ejerce una notable influencia, no agota ni mucho menos el debate. Tanto las alteraciones producidas en las últimas décadas en la estructura social, como la aparición de nuevos problemas que afectan al bienestar de la gente -sin olvidar las consecuencias de la caída del muro de Berlín-, están modificando poco a poco las preocupaciones, los anhelos y las aspiraciones de lo que podríamos llamar la izquierda social. En otros tiempos, la gente se consideraba de izquierdas o de derechas en función de su posición hacia los clásicos temas del reparto de la riqueza, del papel del Estado frente a la iniciativa privada, del rol de las políticas públicas en la defensa y protección de los derechos sociales o la cuestión del empleo, por citar algunos asuntos. Hoy en día, sin embargo, existe la convicción de que el logro de una mayor equidad, de una mayor justicia social, de un mayor bienestar, están relacionados también con muchas otras cuestiones como las políticas de género, la protección del medio ambiente, las políticas de migración, los asuntos culturales, la solidaridad internacional y un largo etcétera, que están poco a poco redefiniendo el papel tradicional de la izquierda.

Todos estos cambios han contribuido a modificar la percepción de lo que cada cual considera ser de izquierdas o progresista, resultando todo ello en una compleja relación entre esa mencionada "izquierda social" y las distintas expresiones políticas existentes, máxime en un contexto tan especial como el nuestro. En realidad, si exceptuamos al PP -que se reclama claramente de centro derecha y no oculta sus propuestas conservadoras, cuando no reaccionarias-, todo el resto del espectro político vasco recoge, de alguna manera, votos de gentes que se consideran de izquierdas o progresistas. Lo hace el PNV, que desde distintas instituciones ha contribuido a impulsar políticas sociales avanzadas en diversos campos, en línea con la tradición humanista de ese partido. Lo hace también el PSE-EE, aunque su mensaje de izquierda resulte en ocasiones un poco rancio y se vea muy desdibujado por la prioridad otorgada a la confrontación con el nacionalismo y a su alianza con el PP.

Lo hace desde luego IU, aprovechando con habilidad el hueco existente, no sólo en la atención a los ya mencionados nuevos problemas que aquejan a las sociedades modernas sino, además, sintonizando con el hastío que produce la dinámica frentista en buena parte de la población. Y lo hace también, a su modo, la llamada izquierda abertzale, en la que conviven algunas sensibilidades propias de la izquierda -sobre todo en los núcleos urbanos- con posiciones ultranacionalistas claramente reaccionarias, amén del problema que supone su connivencia con la violencia terrorista.

En este contexto, el ascenso de IU representa, a mi modo de ver, el acierto de haber sintonizado con las aspiraciones de una parte de la población cansada de las prioridades establecidas por otras fuerzas. Pero representa también una llamada de atención para el PSE-EE y, en menor medida, para la llamada izquierda abertzale. La no renovación del primero podría suponer, a medio plazo, su paulatino declive, sobre todo si continúa renunciando a su autonomía, desdibujándose en la lectura plana que el PP quiere hacer de la compleja realidad vasca. Por lo que se refiere a la izquierda abertzale, cabe pensar que el radicalismo nacionalista y la insensibilidad ante la injusticia que supone la violación constante de los derechos humanos por parte de ETA acaben por extinguir los últimos rescoldos de algunas preocupaciones que estuvieron presentes en su nacimiento en los años setenta. Así las cosas, el ascenso de IU podría no ser tan coyuntural, a expensas, eso sí, de lo que puedan representar en el futuro la línea del tiunfante Odón Elorza y la más que apreciable irrupción de Aralar en el panorama político.

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