Bella y antigua piscina de la fe
Obras maestras púnicas, romanas, cristianas y musulmanas figuran en la exhibición
Junto a las piezas más relevantes, la exposición, con material de los principales museos tunecinos, entre ellos el Bardo y el de Cartago, exhibe algunos objetos históricos conmovedores: es el caso de algunas deliciosas figuritas púnicas de terracota, unos relieves de estuco pintado procedentes de Dugga que muestran a jovencitas con minúsculas bragas de factura modernísima (¡parecen de Woman Secret y son del siglo III!), un collar de plomo de esclava con la peyorativa inscripción "Adultera meretrix tene quia fugivi" -"soy una prostituta adúltera, atrápame porque he huido"-, que parece contar una historia digna de La letra escarlata, y una emocionante estela dedicada a Tanit que muestra el excepcional esbozo de un navío cartaginés.
El recorrido de la exposición está marcado especialmente por las ciudades de Cartago -en su triple y sucesiva faceta de capital púnica, metrópoli romana y sede episcopal-, Kairouan (Qayrawan), ciudad santa y puerta de entrada del islam en el país, y Túnez, que pasó a ser capital en el siglo XIII.
Especialmente emotiva es la vitrina con material del tofet de Cartago, incluidas estelas y urnas en las que se hallaron esos esqueletos de niños que dieron pie al discutido tema de los sacrificios infantiles (aparte de servir de gran tema para Salambó).
La exposición, que quiere destacar la extraordinaria diversidad, riqueza y complejidad que son la herencia del Túnez moderno, abarca 3.000 años de historia, desde la aparición del mundo beréber (entre el neolítico y la fundación de la primeras factorías fenicias) hasta la consolidación del islam en el país -con extensiones antes y después de esas fechas para hacer referencia a la prehistoria y la civilización capsiana y, sobre todo, al Túnez de los beys otomanos y el de hoy-. La presencia al final del recorrido de material de las colecciones tunecinas de artes y tradiciones populares (incluido un traje de novia) y la estética de sabor turístico que domina en parte de la exposición -incluso con algún toque audiovisual de publirreportaje- contrastan con el más que excelente núcleo arqueológico de la misma. Y es que la exhibición no puede desligarse de sus intenciones, que no son sólo artísticas y culturales, sino también políticas y económicas. Lo dejó claro el director de Iemed, Andreu Claret, al destacar respecto a Túnez: "Es un país prioritario para nosotros en nuestra política de aproximación al Magreb", y señalar que la exposición sale al paso "de las ideas desgraciadamente tan en boga sobre la pretendida uniformidad del mundo árabe". A juicio de Claret, que destacó los lazos "muy intensos" de Túnez con Cataluña y recordó que hoy mismo se lleva a cabo un encuentro entre empresarios tunecinos y catalanes auspiciado por el Iemed y la Cámara de Comercio, la exhibición del Tinell es "una invitación al diálogo".
La exposición dedica -noblesse oblige- un recuerdo a la relación entre la Corona de Aragón y el Túnez musulmán de la dinastía hafsida y señala la estancia en el país norteafricano de Ramon Llull y Ramon Muntaner (que, se apunta, fue gobernador de la isla de Djerba). Entre el material que se exhibe figura un tratado de paz de 1303 entre Abu Abd Allah de Túnez y Jaume II de Aragón.
La comisaria de la exposición, Aicha Ben Abed Ben Khader, evidenció que la exhibición aspira también a animar al público español a visitar su país en un momento delicado para el turismo en el Magreb tras el atentado de Marruecos. "Mostrando todo nuestro legado cultural queremos transmitir la idea de que con una herencia así el extremismo es imposible en Túnez, simplemente no tiene cabida", dijo. La comisaria destacó la "dimensión espiritual" que plasma la exposición al hablar del mundo púnico, romano, cristiano e islámico, y que" impregna el carácter tunecino".
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