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EL ANÁLISIS ELECTORAL
Columna
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La prestidigitación de Aznar y el caso Galicia

Manuel Rivas

Los ejercicios de prestidigitación y escapismo requieren de una cierta complicidad o al menos disposición por parte del espectador. Lamento llevar la contraria a los especialistas. A mí el número de Aznar a lo Houdini no me ha convencido. Creo que no está correctamente ejecutado y que los niños del público, más sinceros, lo suspenderían. Si planteó las elecciones como un referéndum, lo ha perdido. Si no, también. Además, lo importante en la prestidigitación es el estilo: no es creíble que el abusador se convierta en víctima. La discrepancia con el poder, expresada o no en la calle, ha vuelto a ser tratada como un estigma. Como no es creíble ese liberalismo mágico enunciado en el lema "Menos impuestos, más seguridad". Ni se puede importar a la España europea un "¡Viva la libertad!" blandiendo el rifle al estilo Charlton Heston.

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Las elecciones locales eran elecciones locales. Y quizás algo más. Pero no todo. Es cierto que hay un gran triunfador en la derecha, Alberto Ruiz-Gallardón. Era un buen candidato a alcalde. Esa es la clave de su éxito. De alguna forma, su estilo fue el de un antónimo de Aznar. ¿Estamos o no en el final de un ciclo? La conciencia cívica que se manifestó en defensa del medio ambiente, por el Prestige y contra la implicación inexplicable de España en la guerra de Irak, representa un movimiento de fondo, una cultura, que no es medible por la horma de unas elecciones locales. No sabemos si serán el anuncio de un final de ciclo para la derecha, pero sí es el crepúsculo para un estilo de gobierno.

Por ejemplo, Galicia. La explotación propagandística del caso Muxía no puede ocultar la realidad de los resultados electorales del pasado día 25. El partido gobernante pierde cuatro veces más votos en el país gallego que en toda España. Por primera vez desde la implantación de la Pax Fraguiana, la oposición del PSOE y BNG suma más votos que el PP (777.948 frente a 695.540). Será la oposición la que gobierne la Diputación de A Coruña, el más dotado de los cuatro organismos provinciales, después de obtener 10 puntos porcentuales más que la derecha. Al contrario de lo sucedido con Ruiz-Gallardón, Fraga ha fracasado de forma rotunda en sus dos grandes apuestas: reconquistar Vigo y Lugo con dos conselleiras de candidatas. De celebrarse elecciones autonómicas ahora, el PP perdería su mayoría absoluta en el Parlamento autónomo y Galicia le daría un democrático adiós a la presidencia de Fraga Iribarne.

Cualquiera mínimamente avisado sabía desde hace meses que Muxía (menos de 5.000 electores, en continua caída demográfica por la emigración de los más jóvenes) iba a ser metida en una redoma de vidrio y utilizada como reclamo al estilo de los extraterrestres de Roswell o de las antiguas aldeas potenkianas con sus decorados de cartón piedra. Allí se ha empleado hasta límites cómicos la maquinaria pesada del poder. En 15 días, los vecinos de Muxía han sido cortejados y agasajados tres veces por don Manuel, por el vicepresidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y por todos y cada uno de los conselleiros de la Xunta. Llegó a cundir la esperanza de que la siguiente promesa sería un crucero por el Mediterráneo para compensar el estrés invernal del Atlántico. Aún así, e increíblemente, el partido gobernante ha perdido 25 votos. Los nombres de sus titulares deberían ser esculpidos en un memorial de granito en la llamada zona cero, de acuerdo con la sentencia de Octavio Paz: "Los disidentes son la honra de nuestro tiempo".

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Pero para otra posible interpretación de los resultados en la Costa da Morte basta girar la mirada hacia Camariñas, justo enfrente de Muxía, y villa famosa por sus encajes de bolillos, donde obtuvieron mayoría los socialistas. O hacia Laxe, no muy lejos de allí, un lugar -este sí, mítico-, una especie de Inisfree gallego, donde está ambientada la más popular serie emitida por la televisión autonómica, Mareas vivas. Una marea de votos dio el domingo la mayoría absoluta al candidato socialista Antón Carracedo, un hombre comprometido con el mar como pocos, y que comenzó su andadura política como un valiente gaiteiro solitario. Es verdad: convocaba a la vecindad con una gaita, era su arma mediática, para luego proclamar que otro Laxe era posible. Y transformó aquel feudo varado en un lugar simpático, sí señor. En ese poniente, la izquierda gobierna también Vimianzo o Dumbría. Y es posible que Malpica, como gobernará todos los municipios de la gran metrópoli coruñesa, con excepción de Arteixo, que tiene un buen y liberal alcalde popular. No es correcta, pues, la imagen de una Costa da Morte con uniforme conservador. El disentimiento de muchos hombres y mujeres del mar se manifiesta en muchos otros municipios del litoral, como Rianxo, Boiro o Moaña, y el cambio sería histórico de no rapiñarse la izquierda votos con candidaturas fratricidas, lo que también fue el caso de Ferrol.

Y todavía máis. La poderosa maquinaria del PP gallego (en ocasiones, tan semejante al PRI: véanse, como metáfora, los resultados en el municipio orensano de Avión, donde residen los ricos retornados mexicanos) ha quedado desatornillada en su habitat más favorable, las villas intermedias, los corazones urbanos de las comarcas, como Viveiro, Ribadeo, Monforte, Guitiriz, Sarria, Ribadavia, Arzúa, Ames, Porriño, Sada... En este último municipio, por cierto, ha sido regidor durante muchos años el también senador Moncho Rodríguez Ares, que inició su carrera de una forma bien distinta a la de Carracedo. Era mozo de botica y suministrador de aspirinas del Pazo de Meirás. En su despacho de alcalde destaca una foto del dictador. Si la oposición se pone de acuerdo, tendrá que llevársela a casa. Como metáfora, tampoco está mal.

Manuel Fraga, junto al secretario general del PP de Galicia, Jesús Palmou, en la noche de las elecciones.
Manuel Fraga, junto al secretario general del PP de Galicia, Jesús Palmou, en la noche de las elecciones.EFE

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