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ELECCIONES 25M | Madrid
Columna
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Enhorabuena a los premiados

Celebremos la participación electoral, la prontitud y el rigor ejemplares con los que se ha efectuado el escrutinio de los sufragios emitidos y demos sin reservas la enhorabuena a los premiados el domingo 25 de mayo con el favor de los votantes. En ayuda de esta actitud podemos invocar la afirmación de José Ortega y Gasset, según la cual "toda realidad que se ignora prepara su venganza". Otra cosa es que permanezcamos atentos a la contención del pragmatismo oportunista como quería don Quijote cuando advertía a su escudero: "Bien se ve, Sancho, que eres villano de los que gritan 'viva quien vence". Pero, basta ya de entregarnos con fruicción sólo a las conmemoraciones de los desastres, como si el almirante Cervera y su honra sin barcos mereciera mayor consideración que nuestro azorado José María Aznar de España con la Medalla de Oro del Congreso de los Estados Unidos de América a punto, en una fila donde le precedieron Winston Churchill y la madre Teresa de Calcuta.

Que no haya reserva alguna en nuestra felicitación a los ganadores, cualesquiera que hubieran podido ser las afinidades o distancias críticas manifestadas hacia los protagonistas de la contienda nacional, autonómica o municipal, para nada empece hilar algunas reflexiones susceptibles de acompañar la desnudez aritmética de los datos. Porque, nada más equívoco que los números indiscutidos, fuera del contexto donde adquieren sentido. Conviene atender a la realidad como resultado, según recomendaba certero Enrique Tierno Galván, y establecer comparaciones, no sólo con los comicios precedentes de 1999, sino también con las expectativas previas a esta última convocatoria. Vayamos primero a la campaña. Ha tenido consecuencias reveladoras. Nos ha servido en muchos casos para encontrarnos con el peor perfil de algunos de sus protagonistas. Todos aceptamos que estas ocasiones exigen un estilo impresionista, que propende al chafarrinón y huye del preciosismo miniaturista o de la técnica del petit point. Pero de ahí a la pendiente de la zafiedad y a la siembra del antagonismo, a la gestión del miedo y a la conversión del adversario en un satán de la anti-España, suma de todos los males sin mezcla de bien alguno, hay una distancia de seguridad que debería haberse respetado.

Enseguida hay que referirse a los candidatos, más allá del duelo desigual de los líderes Aznar y Zapatero de los dos grandes partidos nacionales, el PP y el PSOE. Aseguran que los mítines son un recurso anticuado pero nada sustituye el contacto personal. Todo se hace cara a la televisión pero la diferencia es abismal entre la frialdad de un estudio y el calor del público afín. Lo mismo da que se trate de políticos que de figuras del espectáculo. Llega la feria del libro y tendremos a los autores firmando en las casetas aunque los ejemplares puedan adquirirse por Internet. Nada es igual en la ingravidez del laboratorio. Distinguía Milan Kundera entre quienes para vivir necesitan recibir la mirada de multitud de ojos anónimos, aquellos otros que se sienten emplazados ante unas pocas miradas identificadas y los enamorados cuya vida tiene sentido en función de una sola mirada, la del amante. Los políticos figuran en la primera categoría, se deben a públicos masivos y en interacción íntima con ellos dan lo mejor y lo peor de sí mismos, que luego se difunde y desnaturaliza a distancia, gracias a la televisión, para desconcierto y desmoralización de los ausentes.

Llegados aquí, sin promover resabios agresivos como los exhibidos en la plaza de Las Ventas por los del tendido del siete, reconozcamos cuánta razón asiste al público para desconfiar de esos juegos nocturnos a los que se entregan los portavoces más cualificados que retuercen las cifras a su favor y niegan cualquier erosión en los apoyos del electorado. ¿Deducirá Aznar que los electores dan por buena la boda de El Escorial, el decretazo, la supeditación a Bush y que premian el tamaño de sus partes? ¿Dará en pensar Zapatero que el diferencial obtenido confirma como suficientes sus ejercicios de idoneidad y la validez de sus equipos y candidatos? ¿Se deslizará Gallardón por la pendiente del halago superlativo al jefe, por si acaso? ¿Compensará a Blanco el júbilo por los resultados de Lugo? ¿Se abrirá un espacio para la reflexión inteligente?

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