_
_
_
_

La 'traición' de SCO

La antigua compañía de Linux reclama ahora parte de la propiedad del sistema operativo y amenaza con demandar a sus usuarios

Patricia Fernández de Lis
SCO ha enfadado a toda una comunidad, ha insinuado acciones legales contra las 1.500 mayores empresas del mundo y ha clausurado su línea de negocio de mayor crecimiento, Linux.
Más información
Las acusaciones contra Linux obligan a Unix a cerrar su portal en Alemania
SCO vende en Internet permisos para utilizar Linux

"Oye, SCO, soy un usuario de Linux, demándame". Unos 3.000 defensores del sistema operativo Linux han firmado esta petición para que SCO les lleve a los tribunales, tal y como ha hecho con IBM. Es una respuesta, planteada con ironía, a una demanda que ha sorprendido, cuando no encolerizado, a todo un colectivo. La red informática de SCO sufrió un ataque de piratas el pasado 5 de mayo, y la compañía lo ha atribuido a "parte de la comunidad Linux, que está en contra de que SCO haga valer sus derechos legales". Los programadores de software libre suelen ser muy activos en sus peticiones y quejas, aunque el enfado responde en buena parte a que SCO era, hasta hace muy poco, uno más en la comunidad.

Santa Cruz Operation (SCO), con sede en Utah (EE UU), tiene una curiosa historia. Nació en los años 80 para vender consultoría en torno a Unix, un sistema operativo que era muy apreciado por las empresas, ya que, frente a los grandes sistemas propietarios de compañías como IBM, era desarrollado por múltiples proveedores. Todos pagaban, en todo caso, una licencia al creador original de Unix, AT&T. Más tarde, esta compañía vendió el código del sistema a Novell, que a su vez lo vendió, en 1995, a SCO.

Ese mismo año nacía otra compañía, llamada Caldera, que describía su modelo de negocio con la frase Linux para empresas. El sistema operativo Linux comenzaba entonces a destacar como una alternativa muy seria, especialmente en las empresas y las administraciones públicas, a los otros dos grandes sistemas del mercado, el Windows de Microsoft, y el Unix que licenciaba SCO. Linux era muy similar a Unix, pero tenía una característica muy especial. Se trata de un sistema de libre modificación y uso, es decir, nadie debe pagar por su licencia.

En 2001, Caldera compraba SCO con la idea de fundir en una única empresa la experiencia que tenía cada una de ellas en los dos sistemas favoritas de las grandes empresas: Unix era el área de SCO; Caldera era una de las mayores distribuidoras de Linux. La fusión le costó a Caldera 23 millones de dólares en efectivo, y SCO pasó a llamarse Caldera Internacional.

Pero pronto comenzaron los problemas financieros. En 2001, la compañía perdió 131.000 millones de dólares, y las cosas empeoraron en el primer trimestre de 2002, cuando tuvo que rectificar a la baja sus previsiones y despedir al 15% de su plantilla. Los antiguos directivos de Caldera, con su fundador Ransom Love a la cabeza, desaparecieron de la dirección, y en agosto de 2002, la compañía volvía a cambiar su nombre: era, de nuevo, SCO.

La multinacional seguía teniendo problemas. En 2002 perdió 24.877 millones de dólares, y sus acciones se desplomaron en la Bolsa desde los más de 120 dólares que llegó a valer en 2000, hasta casi un dólar, a mediados de 2002. La compañía decidió entonces crear una división, llamada SCOsource ("fuente"), para gestionar los derechos de su propiedad intelectual sobre Unix y demandar a quienes la incumplieran. Contrató, además, al polémico abogado David Boies, que ha representado al Gobierno de EE UU en su pleito contra Microsoft y a la web de intercambio de música Napster.

La cuestión del 'kernel'

Según explica Jesús Vega, director general de SCO en España, la compañía encargó a tres grupos independientes de programadores que confirmaran algo que sospechaban desde hacía tiempo: el kernel o corazón del código de Linux copia porciones del de Unix. En ese momento, Linux era ya uno de los sistemas operativos más populares del planeta, y si cada uno de sus usuarios tuviera que pagar por su licencia, SCO obtendría ingresos millonarios.

SCO decidió dar el siguiente paso: demandó a IBM en los tribunales de Utah por competencia desleal y robo de información confidencial. Le acusa de violar la licencia de Unix, porque ha copiado parte de su código en el de Linux, y le exige 1.000 millones de dólares como compensación.

¿Por qué IBM, y no cualquier otra de las cientos de empresas que distribuyen Linux? "Con IBM vimos que, claramente, tenemos un caso. No sé si hay otros", explica Vega, que asegura que la compañía trató de llegar a un acuerdo con IBM antes de llegar a juicio. El gigante azul niega, por su parte, que SCO tratara de negociar.

Los cientos de miles de programadores que forman la comunidad de Linux, que son quienes mantienen y distribuyen el programa, niegan la validez de las demandas de paternidad de SCO sobre el sistema, creado en 1991 por el joven programador finlandés Linus Torvalds. Las opiniones de los foros de Internet reflejan que los linuxeros creen que SCO trata desesperadamente de ganar dinero a costa de su propiedad intelectual sobre Unix, demandando a la empresa más grande del sector. Vega niega que SCO haya elegido para litigar un momento de debilidad económica: "Estas cosas se hacen cuando se conocen".

En un principio, SCO quiso dejar claro que éste era un caso contra IBM, y sólo contra ella. "Una parte de nuestro negocio es Linux. No tenemos nada en contra de la comunidad", decía su presidente, Darl McBride, en una rueda de prensa celebrada a finales de marzo. SCO formaba parte de UnitedLinux, una asociación de empresas del sector, y seguía vendiendo desarrollos de Linux incluso después de plantear la demanda contra IBM.

Pero la compañía ha cambiado de opinión. La semana pasada decidió suspender todas sus actividades relacionadas con Linux. ¿Por qué decide el padre de Linux dejar de distribuirlo? "No podemos garantizar su propiedad intelectual", explica SCO. Además, ha enviado cartas a las 1.500 mayores empresas del mundo explicándoles que Linux es una "distribución no autorizada de Unix" y que cierta "responsabilidad legal puede recaer también en el usuario final". "Al igual que la industria musical [que ha comenzado a demandar a usuarios que descargan música de Internet sin pagar derechos de autor] estamos preparados para tomar las decisiones necesarias para detener la violación de nuestra propiedad intelectual", añadía la misiva.

"Esta decisión representa", explica un informe de la consultora IDC, "un uso agresivo de la estrategia de miedo, incertidumbre y duda [FUD, en sus siglas en inglés], muy popular entre las grandes compañías de la industria informática". Las consultoras han coincidido en tranquilizar a los usuarios de Linux respecto a las consecuencias de este caso. Además de que podría durar años, el coste que supondría para SCO demandar a cada una de las miles de empresas que, en todo el mundo, desarrollan y usan Linux es inconcebible. Juantomás García, presidente de Hispalinux, destaca que el propio carácter libre del sistema supone que, incluso en el caso de que hubiera que modificarlo, "la comunidad sustituiría la parte del código que se supone que pertenece a SCO en semanas".

La decisión de SCO sí ha molestado a sus propios clientes, pero la empresa asegura que no les demandará por utilizar su Linux que, evidentemente, también viola su propia propiedad intelectual. "Ciertamente, algunos se han sorprendido", reconoce Vega, aunque recuerda que la compañía mantiene todos sus compromisos de mantener sus sistemas. "Debíamos garantizar nuestra propiedad intelectual", resume, aunque reconoce: "No son decisiones fáciles de tomar".

Para SCO puede ser, efectivamente, muy duro. Ha enfadado a toda una comunidad; ha sorprendido a sus clientes y ha insinuado acciones legales contra las 1.500 mayores empresas del mundo; se ha enemistado con la mayor empresa del sector, impidendo, además, que IBM distribuya sus productos; y ha cerrado su línea de mayor crecimiento, Linux. "Cuando tomas una decisión así, siempre hay riesgos", reconoce Vega. "Pero debíamos actuar", insiste. SCO afronta un futuro complicado y, entre otras cosas, tendrá que cambiar pronto su número de teléfono de atención al cliente. El actual termina con la frase "GO-LINUX" ("ánimo, Linux").

El papel de Microsoft

Esta semana ha caído la última gota en el vaso de la indignación de los linuxeros contra SCO. Microsoft, la empresa más odiada en la comunidad del software libre, anunciaba el lunes que va a pagar a SCO la licencia de uso de Unix. Microsoft dice que conocer el código le ayudará a mejorar el cambio de un sistema Unix a Windows, y además le evitará problemas legales. La opinión en los foros linuxeros es que Microsoft trata de alimentar la batalla de SCO contra Linux. Eric Raymond, uno de los más conocidos promotores del software de código abierto, aseguraba: "Todo el dinero que Microsoft dé a SCO ayudará a que SCO perjudique a Linux. Es así de simple". "Las acciones [de SCO] podrían tener un impacto positivo en Microsoft", confirma el informe de IDC.

SCO y Microsoft tienen una larga historia de relaciones y enfrentamientos, que culminaron en una demanda de Caldera en 2000 porque Microsoft trataba de "matar" su sistema DR-DOS. Microsoft pagó 60 millones de dólares para cerrar el caso. Una noticia de la agencia AP destacaba el miércoles que SCO ha comenzado, esta misma semana, a destruir los documentos de este asunto. El valor de las acciones de SCO en la Bolsa se ha duplicado tras el anuncio de Microsoft.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Patricia Fernández de Lis
Es redactora jefa de 'Materia', la sección de Ciencia de EL PAÍS, de Tecnología y de Salud. Trabajó diez años como redactora de economía y tecnología en EL PAÍS antes de fundar el diario 'Público' y, en 2012, creó la web de noticias de ciencia 'Materia'. Los fines de semana colabora con RNE y escribe, cuando puede, de ciencia y tecnología.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_