_
_
_
_
Reportaje:REPORTAJE

Las raíces de la violencia en Marruecos

Está permitido matar a los infieles, que son los gobernantes y los pueblos que los aprueban, noche y día, sin anunciárselo ni difundirlo, aunque mueran en ello sus mujeres y niños".

"No está permitido rezar en las mezquitas porque el Estado infiel es el que las construye y nombra a sus imames".

"No existe más instrumento que la guerra para que surja un Estado islámico".

"No está permitido anteponer la guerra a la colonización [presencia extranjera] y a los infieles, como los judíos, los americanos y los rusos, a la guerra contra el enemigo cercano que son los que se dicen musulmanes y no lo son".

Semanas antes de que 14 jóvenes kamikazes provocasen cinco atentados y 41 muertos, entre los que figuran 12 terroristas suicidas, en Casablanca, panfletos como con frases como las citadas, haciendo la apología de la violencia, eran distribuidos los viernes en las mezquitas de los suburbios de Casablanca.

Se ha desmoronado el mito de que el islamismo marroquí era, desde un punto de vista sociológico, minoritario porque el rey era el máximo jefe religioso
No todo el islam marroquí es pacífico. En los inmensos arrabales de las grandes ciudades, gracias al paro, crece a marchas forzadas un islam extremista
Aunque Bin Laden colocó a Marruecos en la lista de países impíos, no se ha encontrado un vínculo entre estos atentados y el terrorismo internacional
Una joven de Casablanca: "En determinados barrios, los hombres me tachan de puta cuando paso a su lado porque llevo vaqueros y una blusa de manga corta"

Las prédicas que muchos imames autoproclamados, que no gozan de la acreditación del Ministerio del Culto, hacían tras la oración; las cintas grabadas que circulan con discreción retoman, a veces, los mismos argumentos.

En los últimos ocho meses se han desmoronado en Marruecos dos grandes mitos. El primero insistía en que el islamismo era, desde un punto de vista sociológico, minoritario porque, además de jefe del Estado, el rey es también Comendador de los Creyentes y esa función religiosa alejaba a los marroquíes piadosos de cualquier tentación integrista por moderada que fuese.

Triplicar los votos

Su éxito en las urnas fue tanto más llamativo que Justicia y Caridad, el movimiento islamista con mayor capacidad de movilización en Marruecos, animó al boicoteo de las elecciones a las que consideró trucadas de antemano. Varios semanarios y el anterior ministro del Interior, Driss Basri, les han dado la razón a posteriori. "Reafirmo que fueron falsificadas", escribió Basri. El primer ministro, Driss Jettu, publicó en abril un comunicado negando cualquier fraude.

Hace 10 días, el 16 de mayo, se desmoronó el segundo mito, propagado por el poder, pero también por los islamistas moderados. No todo el islam marroquí es pacífico. En los inmensos arrabales de las grandes ciudades, entre los jóvenes en paro, crece a marchas forzadas un islam extremista, algunos de cuyos seguidores provocaron las explosiones que sacudieron Casablanca.

"Son jóvenes desnortados, en paro -muchos de ellos han sido incluso pequeños delincuentes-, a los que predicadores improvisados convencen de que vuelvan al islam en su versión más rigorista", explica Mohamed Ayadi, profesor de Sociología de la Universidad Hassan II de Casablanca.

Sus padres espirituales más conocidos son Hassan Kettani, de Salé; Abu Hafs, de Fez; dos imames encarcelados, y Abu Ubaida en Casablanca, Omar Hamduchi en Tetúan o Mohamed Fizazi en Tánger.

Este corresponsal intentó, a través de un periodista marroquí que sigue los movimientos islamistas, recabar la opinión sobre los atentados de Fizazi, catedrático de Francés estrechamente vigilado por la policía tangerina. El clérigo rehusó hablar con un extranjero no musulmán, ni siquiera a través de un intermediario. Pese a esta descortesía y pese a la virulencia de sus prédicas, Mohamed Darif, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Mohamedia, no cree que ni Fizazi ni los demás imames estén detrás de los atentados.

"A partir del alimento espiritual que les dieron, los jóvenes se fueron radicalizando, algunos en las cárceles", explica Darif. "Esta juventud piadosa vive mal la aparente contradicción entre el discurso musulmán oficial y lo que ven en la televisión, con marroquíes que frecuentan lugares de ocio de corte occidental", añade Ayadi. "Volando un restaurante en el que se sirve alcohol creen que destruyen una sociedad impía".

Sidi Mumen, una mísera barriada del norte de Casablanca, fue el primer escenario donde estos jóvenes pasaron a la acción violenta. Allí, en la llamada plazoleta de Correos, lapidaron, el 23 de febrero de 2002, a Fuad Kerduni, un borracho que se ganaba la vida traficando con hachís. Le habían advertido de que debía enmendarse, pero hizo oídos sordos. Zacarías Miludi, el autoproclamado emir del barrio, le condenó a muerte, pero no participó en el asesinato.

Los semanarios independientes, empezando por Le Journal, que le dedicó seis páginas, se hicieron eco ampliamente del mortal castigo impuesto a Kerduni que las autoridades describieron entonces como un "suceso" ignorado por la prensa oficialista. Dieciséis meses después, el ministro de Justicia marroquí, Mohamed Buzubaa, ha vinculado los atentados con la Vía Justa, el grupúsculo fundado por Miludi. Sidi Mumen y otros arrabales colindantes están ahora tomados por las fuerzas de seguridad, que efectúan redadas y registros en busca de explosivos.

Servicio secreto

Este menosprecio por aquella lapidación ha desatado las críticas de la prensa independiente contra el general Hamidu Laanigri, el jefe de la Dirección de Vigilancia del Territorio (DST, según sus iniciales francesas), el servicio secreto sobre el que recae buena parte de la lucha antiterrorista.

"El general Laanigri y sus expertos estaban demasiado ocupados en seguir de cerca a varios periodistas, a algunos militantes de derechos humanos y a un puñado de músicos", condenados por ser adeptos del heavy metal, como para ocuparse de los auténticos terroristas, afirma un editorial del semanario Tel Quel que pide su destitución.

"¡A los periodistas los encarceláis! ¡A los terroristas los protegéis!", coreaban unos doscientos militantes de derechos humanos concentrados, el jueves, en el centro de Rabat para protestar por la condena a cuatro años de cárcel, y el inmediato ingreso en prisión, de Alí Lmrabet, director de los semanarios Demain, en francés, y Doumane, en árabe, que también fueron prohibidos.

Laanigri y el Ministerio del Interior no han ahorrado, aparentemente, esfuerzos, desde hace un año, por reprimir a los terroristas y a sus posibles inductores. En mayo del año pasado se estrenaron desmantelando una célula durmiente de Al Qaeda, formada por tres saudíes y algunos cómplices marroquíes, que proyectaba ataques contra buques de guerra norteamericanos y británicos que cruzaban el estrecho de Gibraltar. Sus integrantes fueron condenados tan sólo a 10 años porque solamente algunos testimonios, y ninguna prueba material, avalaba la acusación.

El bosque de Temara

Después les llegó el turno a los islamistas marroquíes, secuestrados a veces durante varios meses en un edificio situado en medio de un bosque de Temara, al lado de Rabat, donde está la sede del servicio secreto. Las organizaciones de derechos humanos marroquíes denunciaron a principios de año la reintroducción de viejas prácticas de los "años de plomo", cuando reinaba Hassan II, pero el ministro portavoz del Gobierno, el ex comunista Nabil Benabdalá, lo desmintió rotundamente en el Parlamento.

La tercera oleada represiva, más selectiva, tuvo lugar en vísperas de la guerra de Irak, y en ella cayó el predicador Kettani, acusado de no respetar el rito malekita vigente en Marruecos. Se trataba de impedir que los sermones y fatuas (edictos) incendiarios que hubiese pronunciado, nada más iniciarse el conflicto, exacerbasen los ánimos de una opinión pública ya de por sí visceralmente antiamericana.

"Da la impresión de que las detenciones practicadas", explica un periodista que cubre la ebullición islamista, "responden, en el caso de la célula saudí de Al Qaeda, al deseo de mostrar a Estados Unidos la buena disposición marroquí a colaborar y su grado de eficacia". "En cuanto a la racha de apresamientos del verano pasado, obedece más bien a un intento de subrayar el peligro islamista en vísperas de la convocatoria a las urnas".

La Vía Justa no formó parte de las prioridades represivas. Probablemente los servicios secretos se pensaron que bastaba con secuestrar a su jefe, Milud, cuando salió de la cárcel tras cumplir un año de condena como inductor del asesinato de Sidi Munem. Este grupo del desaparecido Milud, que se reclama del salafismo combatiente, es, según Mohamed Darif, el único, junto con los marroquíes que pasaron por Afganistán, reagrupados en Herejía y Excomunión, capaz de llevar a cabo una acción armada en Marruecos. "Entre los dos no son más que unos pocos centenares", asegura.

Como los seguidores de Milud hay otros "grupúsculos de jóvenes que nacen y se preparan en un mismo barrio, sin ningún vínculo orgánico entre ellos", explica Ayadi, por lo que su penetración y desmantelamiento es harto difícil. Sus bombas son caseras, pero mortíferas. Las raíces juveniles, urbanas y marroquíes del salafismo combatiente lo hacen más preocupante para las autoridades.

Pese a que Osama Bin Laden colocó, en marzo, a Marruecos en la lista de países impíos, el ministro del Interior, Mustafá Sahel, sigue sin demostrar el vínculo de los atentados de Casablanca con las redes de terrorismo internacional. Los artefactos explosivos de los kamikazes eran tan artesanales y su forma de actuar tan primitiva que, "si se les ha brindado apoyo logístico desde el extranjero, éste ha sido mínimo", opina un diplomático europeo.

Mientras asestaban golpes, poco certeros, a los militantes más extremistas, las autoridades marroquíes intentaban también debilitar a los islamistas oficiales del PJD en vísperas de los comicios municipales. Envalentonados por su triunfo electoral de septiembre, habían levantado la voz. Algunos de sus dirigentes llegaron incluso a pedir el cierre de los centros de enseñanza extranjeros instalados en Marruecos o la estricta aplicación de la legislación vigente que prohíbe vender bebidas alcohólicas a los musulmanes.

Fueron demasiado lejos. Al PJD, que se queja de no aparecer nunca en la televisión pública, al que le resulta difícil alquilar locales para celebrar mítines, le surgió el 19 de abril un grave problema adicional. Con el nombre de Vigilancia y Virtud fue fundada una corriente que pretende arrebatar el control del partido al ortodoxo Movimiento para la Unificación y la Reforma. "Esa nueva tendencia ha sido alentada desde el majzén" (los cortesanos), asegura Darif.

Con sus filas divididas, el PJD va a concurrir a los comicios locales que, a petición de varios partidos laicos, han sido además aplazados de junio hasta septiembre como para permitir que prenda la discordia interna. "Se temía ver cómo el PJD iba a ser el partido más votado en varias ciudades" y por eso se ha postergado la convocatoria electoral, afirma el rotativo L'Economiste.

"En esta nueva era no se necesita ya este islamismo oficial", prosigue el profesor Darif. Fomentado a mediados de la pasada década por el entonces titular de Interior, Driss Basri, el PJD debía servir, ante todo, para contener a los seguidores del jeque Abdesalam Yassin, reagrupados en Justicia y Caridad. Basri propuso en 1992 a Yassin legalizar su movimiento a cambio de que reconociese al rey como Comendador de los Creyentes. Se negó. El ministro reaccionó propiciando un islamismo domesticado, según ha reconocido él mismo. Con la aparición de un islamismo teñido de sangre, el PJD ha dejado de ser útil.

En la picota

Legales o tolerados, los islamistas temen ser puestos en la picota a partir de ahora, pese a su condena de los atentados. "Confiemos en que el majzén mantenga algo de lucidez y no cometa el error de optar por una represión ciega", cerrando mezquitas y persiguiendo a los imames, "porque hay una gran demanda de espiritualidad" por parte de los marroquíes, recalca Nadia Yassin, la hija del líder de Justicia y Caridad. Para sortear las críticas que arrecian, el PJD aprobó el martes, en la comisión parlamentaria de Justicia, el proyecto de ley antiterrorista al que hasta ahora se oponía con vehemencia.

La "demanda de espiritualidad" descrita por Nadia Yassin se traduce por un auge de la práctica religiosa, un creciente número de mujeres con pañuelo o mayores dificultades para comprar o consumir alcohol en supermercados y bares. Fuera de los centros urbanos occidentalizados de las grandes ciudades y de las áreas turísticas hay una presión social que incita, por ejemplo, a encarcelar a un grupo de jóvenes músicos de hard rock y heavy metal, y a esconder las botellas de vino y de cerveza en una cadena de tiendas.

"Este esplendor espiritual del que me habla", ironiza Naima, una joven contable de una compañía de seguros de Casablanca, "significa también que la sociedad se ha hecho más intolerante y que en determinados barrios los hombres escupen al suelo y me tachan de puta cuando paso a su lado porque llevo vaqueros y una blusa recatada, pero de manga corta". Pese a disfrutar de un trabajo estable y bien remunerado, Naima confiesa que proyecta emigrar a Europa o a Canadá.

Estado en el que quedó el restaurante Positana, frecuentado por la comunidad judía de Casablanca, tras el atentado del 17 de mayo.
Estado en el que quedó el restaurante Positana, frecuentado por la comunidad judía de Casablanca, tras el atentado del 17 de mayo.AP

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_