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Crítica:ÓPERA | 'Carmen, ópera sangrienta'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El pino y la palmera

Vuelve el director argentino Gustavo Tambascio a Madrid con su recreación de la ópera Carmen, estrenada en el Alfil en 1998, y paseada en triunfo por Lyón, Marsella o, sin salir de nuestras fronteras, Andalucía y Asturias. No ha pisado el País Vasco y es una pena, pues las referencias a sus tópicos son tan entrañables como demoledoras.

La dialéctica del pino y la palmera, como diría Cansinos Assens, refiriéndose al Norte y el Sur, está en el corazón de la adaptación. Don José, el navarrico (estupendo el tenor Manu Rodríguez) es abertzale y cristiano viejo. Micaela, reconvertida en Begotxu, le lleva a Sevilla de parte de la amatxu una cazuelita de bacalao al pil-pil y una camiseta del Athletic. Mientras tanto, la gitana Carmen despliega sus encantos (magnífica Trinidad Iglesias en su desdoblamiento de los dos papeles protagonistas femeninos), ante quien se le ponga delante: Josetxu, por supuesto, y el público, al que lee las palmas de las manos, o invita a cantar en coro con Escamillo el aria del Toreador.

Carmen, ópera sangrienta

Dirección y adaptación: Gustavo Tambascio. Con los cantantes-actores Trinidad Iglesias, Emilio Gavira y Manu Rodríguez. Piano: Cristina Alonso. Teatro Arlequín. Madrid, 22 de mayo.

No es una lectura irreverente, sino más bien corrosiva, y sobre todo muy actual, por lo que conecta de maravilla con el público no especializado. La música de Carmen se mantiene, aunque algunos ritmos están enfatizados. Lo anecdótico es, en cualquier caso, solamente una apariencia. Tambascio reivindica a Merimée, a través del sorprendente actor Emilio Gavira, que multiplica asimismo sus intervenciones a través de diferentes personajes.

Y es que con solamente cuatro personas -tres cantantes-actores y una pianista que suple a la orquesta- Tambascio despliega la lectura de Carmen más imaginativa que uno puede imaginar. Rica de ideas, de ironía, de recursos teatrales y, por debajo de lo inmediato, con un fondo de tristeza, sencillamente porque así es la vida.

La Carmen de Tambascio es una genialidad. Destaca el trabajo de dirección de actores, pero, ay, qué actores. Gustavo Tambascio da lo mejor de sí mismo en esta versión. Y demuestra, una vez más, su inconmensurable talento para sacar de la nada oro puro o, lo que es lo mismo, con unos medios limitadísimos un espectáculo de infinitas sugerencias.

Asistió al reestreno Emilio Sagi, director artístico de la última Carmen del Teatro Real. Les aseguro que se lo pasó de miedo.

El público, mayoritariamente joven, se divirtió de lo lindo con esta paródica historia operística de humor y terror, que busca nuevas fronteras de comunicación desde un profundo respeto por el género lírico.

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