A la búsqueda del último voto posible
Cuando Esperanza Aguirre le ruega insistentemente, en la calle, a cada seguidor del PP que se tome como una obligación llevar a las urnas el próximo domingo a otro votante "amigo", no está defendiendo sólo su propia campaña sino respondiendo a la enorme presión que están ejerciendo el PP y José María Aznar sobre todos y cada uno de sus candidatos.
El PP está a la búsqueda del último de sus votos posibles, con una intensidad que recuerda al PNV en la pasada campaña autonómica. Bien sea porque no está nada seguro de los resultados, bien porque crea que puede abultar una victoria demasiado escueta, el Partido Popular se está comportando en estas elecciones municipales como si les fuera la mismísima vida en ello.
Las instrucciones han sido claras. Primero, endurecer la campaña cuanto hiciera falta a nivel nacional, sobre todo con temas relacionados con el terrorismo y con la descalificación genérica del secretario general del PSOE, Rodríguez Zapatero, y sus posibles pactos con IU. Después, movilizar al electorado local con todo lo que valga para aportar aunque sea un solo voto más. Incluso, se ha optado por "activar" al Consejo de Ministros, de forma que algunas ofertas electorales del PP aparezcan ya como proyectos en marcha. Eso es algo que puede no resultar extraño antes de que empiece una campaña pero que es muy infrecuente en cualquier país del mundo una vez que las Juntas Electorales están ya en funcionamiento.
La extremada dureza y agresividad del lenguaje de Aznar, sorprendente en una campaña municipal, se ha ido consolidando a lo largo de sus mítines como mensaje "central", destinado al conjunto del país. El secretario general del PP, Javier Arenas, asegura que los populares no se han planteado estas elecciones como unas primarias, pero cada día parece más evidente que el presidente del Gobierno sí las ha concebido como unas elecciones cruciales para él mismo.
Si las pierde, se podrá decir que sale del Gobierno habiendo sido derrotado en las urnas, mientras que si las gana mantendrá que se marcha "invicto". La posibilidad de interpretar las elecciones municipales en esta clave fue fomentada extrañamente desde el primer momento por el propio Aznar, aunque son ahora los socialistas quienes más insisten en ello. Rodríguez Zapatero y su partido han asumido el compromiso de dar una traducción electoral al malestar político reflejado en la calle en los últimos meses como consecuencia de las actuaciones del Gobierno y han centrado buena parte de su campaña en marcar sus diferencias.
A 24 horas del fin de los mítines, Rodríguez Zapatero sigue dando la impresión de no estar nervioso. El PSOE es también consciente de que necesita movilizar hasta el último voto, sobre todo en los sectores más jóvenes, pero se está esforzando hasta el final en ofrecer una imagen más relajada.
La calma, sin embargo, es difícil de mantener en los lugares donde la alcaldía o la presidencia de la Comunidad puede depender no sólo del apoyo de Izquierda Unida, que está garantizado, sino de un puñado de votos que pueden ir a parar a candidaturas independientes. Ayer, por ejemplo, quedó claro que en Madrid los ánimos están muy movidos y que la candidatura de José María Mendiluce, por Los Verdes, se percibe, tanto en el PSOE como en IU, no como un posible aliado sino como votos que favorecerán directamente a los populares.
Lo que ni Zapatero, ni casi ningún político, socialista o popular, se cree a día de hoy es que sean ciertos los elevados porcentajes de indecisos que han reflejado los últimos sondeos. Del voto que ya hayan escogido esos presuntos indecisos dependerá, en buena parte, el resultado final.
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