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Tribuna:PATÉ DE CAMPAÑA | ELECCIONES 25M | La opinión
Tribuna
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O sea

Almudena Grandes

Como vivo en Tribunal, compro en Barceló, ceno con mis amigos en el El Puchero o en el Perico de la calle de la Ballesta, tomo copas en Chueca y tengo por norma no cruzar la Castellana excepto en casos de extrema necesidad -más o menos como hacen los políticos del PP con la M-30-, a veces tengo la impresión de que no vivo en Madrid, sino en una mitad de Madrid, la mitad que me gusta, la que me conviene, la mía. Y esa elección, que resulta imprescindible para amar sin condiciones una ciudad tan difícil como ésta, puede llegar a provocar espejismos tan mortales como los oasis que traicionan la fe del viajero incauto en medio del desierto.

-La que te perdiste ayer, tía, no sabes cómo me acordé de ti... -me dice una amiga con la que me encuentro por la calle-. ¡Ana Botella vino a Olavide!

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-¡No! -exclamo, pero ella insiste con la cabeza-. ¡Qué mala suerte tengo!

-Pues sí. Primero llegaron los antidisturbios, no creas. ¡Los antidisturbios en el parque! ¿Te lo puedes creer? Entonces, como estábamos rodeados, nos metimos todos en el arenero, con los niños, y no se atrevió a entrar. ¡No se atrevió! Fue estupendo...

Antidisturbios en Olavide, no vaya a ser que un rojo violento y radical de cuatro años atente contra los zapatos de la candidata con una pala de plástico llena de arena. Pero los oasis no son de fiar, y por eso he decidido abandonar hoy el mío para pasear por uno de esos barrios que, al filo de los ochenta, se autoproclamaban con orgullo "Zona Nacional". El paisaje no ha cambiado mucho. Algunas fotos de Trinidad Jiménez tienen una macabra mancha de pintura roja encima de la frente, y las niñeras suramericanas usan las mochilas de la misa del Papa para llevar los pañales, porque una cosa es el amor a Dios y otra lo fashion. Tras anotar ambos datos, me siento en una terraza, pido una copa sin mirar el precio para que se vea que el distrito Centro no se arruga, y pego la oreja.

-Ahora sí que está clarísimo -una rubia moderadamente melenuda habla con dos amigas, rubias también de diversa consideración.

-Vamos a ganar, desde luego, porque las encuestas, o sea, son antiquísimas... -dice una con una leve sombra de duda en la voz.

-Sí -murmura la cuarta, más lacónica.

O sea, resumo yo para mí misma, modulando en un tono muy distinto una de las expresiones madrileñas por antonomasia, que no les llega la camisa al cuerpo. Al menos, eso salimos ganando, porque ya era muy aburrido que en esta ciudad siempre sufriéramos los mismos. Y ellas, no hay más que verlas, sin duda tienen motivos para la alarma.

Sé que parece una exageración panfletaria, una invención fraudulenta, una falacia electoral, pero lo he copiado al pie de la letra del programa de Esperanza Aguirre, porque cuando se lo escuché a Fausto Fernández me pareció tan fuerte que no me lo pude creer. "La exacción -o sea, el cobro- del impuesto -de sucesiones, o sea, el que grava las herencias pero dejará de hacerlo si ella llega a gobernar, aunque su esplendidez le cueste a esta Comunidad unos 400 millones de euros al año-, especialmente cuando los herederos son los hijos, provoca psicosis y angustia acerca del futuro económico de la familia en momentos particularmente dolorosos para ellos".

¿Qué me dicen, no es emocionante? ¿Es o no es Esperanza Aguirre una buena mujer? Un corazón de oro es lo que tiene, tan preocupada por los sentimientos de los millonarios que van a heredar esas cuentas corrientes con las que sus familias financian las campañas electorales del Partido Popular. Menos mal que en la misma ciudad donde la directora de un colegio le negó una miserable fuente de macarrones destinada a la basura a unos desnutridos niños magrebíes, porque "si les damos de comer, esto se nos va a llenar de moros", hay una candidata con sensibilidad suficiente para recoger la angustia y la psicosis de los que van a heredar una fortuna. Y si para rellenar el agujero hay que reducir los presupuestos de la Seguridad Social, pues se reducen. Y si hay que volver a subir el Metrobus un 30% de golpe, pues se sube. Y si las becas de comedor no alcanzan para dar de comer en el colegio a todos los niños que no comen lo suficiente en su casa, pues que adelgacen, que es más fashion. Y esto es sólo lo que se me ha ocurrido a mí, sobre la marcha. Seguro que a ese ángel de la caridad se le ocurren un montón de cosas más. Pero, eso sí, los herederos, que no sufran. Que para eso ya estamos los demás, y somos muchos.

-Vamos a ganar -la melenuda insiste-. O sea, seguro.

-Ahora que, como perdamos -la lacónica se anima-, estamos apañados.

O sea, repito para mí misma, y cruzo los dedos. A este paso, me los voy a escayolar.

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Sobre la firma

Almudena Grandes
Madrid 1960-2021. Escritora y columnista, publicó su primera novela en 1989. Desde entonces, mantuvo el contacto con los lectores a través de los libros y sus columnas de opinión. En 2018 recibió el Premio Nacional de Narrativa.

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